«Estoy seguro de que ustedes mismos rebosan de bondad», Romanos 15: 14.Tú: ¡Hola! ¡Qué bueno que te conectas, ya iba a apagar la computadora!Sunamita: ¡Hola! Qué bueno que no la apagaste, así por lo menos te puedo saludar. ¿Cómo has estado?Tú: Pues aquí, bien. ¿Y tú, qué me cuentas de nuevo?Sunamita: Me siento más feliz que nunca, y todo i gracias a Elíseo.Tú: ¿El profeta?Sunamita: Sí, el sucesor de Elias.Tú: ¿Hizo algún milagro?Sunamita: Pues mira, cada vez que pasa por Sunén viene a mi casa. Mi esposo y yo siempre lo recibimos con mucho gusto, y hasta le construimos un cuarto para él. Una vez me preguntó que si yo necesitaba algún favor. Le dije que no y, ¿qué crees? Me dijo que iba a tener un hijo.Tú: ¿De veras?Sunamita: Nunca pensé que un pequeño acto de bondad me pudiera producir tanta felicidad.Tú: ¿Ya nació tu hijo?Sunamita: ¡Sí, es precioso! Me sentía mal porque no tenía el privilegio de ser madre. Pero Dios me dio esta gran bendición.Tú: Por lo que dices, conviene recibir huéspedes en casa.Sunamita: Son oportunidades para ayudar, y a la vez también te benefician.Tú: Pues fue muy interesante charlar contigo. Ahora sí me tengo que ir, a hablamos otro día.Sunamíta: Ojalé pronto nos encontremos de nuevo.Tomado de meditaciones matinales para menoresConéctate con JesúsPor Noemí Gil Gálvez
Todas vuestras casas sean hechas con amor. (1 Corintios 16:14).Amenudo pensamos que por el simple hecho de tener buenas intenciones obtendremos buenos resultados. Sin embargo, la vida nos demuestra diariamente que no basta con las buenas intenciones, pues para que tengan resultados positivos deben ir acompañadas de amor. Y es que el amor es el elemento que ha dado origen a nuestro planeta. Cuando las manos del Creador se dispusieron a moldear la existencia de los seres vivos, lo único que las impulsaron fue el amor.Frases como «de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno» ponen de manifiesto que hace falta algo más que la buena intención para crear una atmósfera divina aquí en esta tierra. La historia recoge atrocidades como el intento de exterminio de la raza judía o la matanza de los cristianos en la arena del circo romano que parecían sustentarse, en las «buenas intenciones» de quienes las pusieron en práctica. Intenciones como dejar al mundo el legado de una raza más pura o liberarlo de una secta de fanáticos que creían en un Dios invisible.Sería bueno que nos detuviéramos a examinar nuestras acciones. Cuando realizamos nuestras tareas domésticas, ¿qué nos motiva? ¿Preparamos la cena para nuestra familia con discordia, cansancio y quejas, o nos mueve el contemplarlos felices, disfrutando de aquello que con tanto esmero, tiempo y dedicación hemos preparado? ¿Lavar, planchar, fregar, se han convertido para ti en una tediosa rutina o utilizas previamente la lejía del amor para borrar cualquier mancha de tu pensamiento? ¿Te hace pensar el sudor de tu frente que eres infeliz bajo la carga de tanto trabajo, o te impulsa la sonrisa de una familia que puede dormir en paz teniendo el sustento garantizado?No confíes en las intenciones de tu propio corazón, pues no sirve como puntó de referencia. Solo si Cristo vive en ti podrán ser válidas las intenciones que te motivan a cada acción.Al enfrentar las tareas cotidianas, tanto las del hogar como las del trabajo, piensa que puedes cambiar el color de tu existencia si dejas que Jesús impregne tus acciones de la suave fragancia del amor. El amor es la única lejía que puede eliminar cualquier mancha.Tomado de meditaciones matutinas para mujeresDe la Mano del SeñorPor Ruth Herrera
Alábate el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos. Proverbios 27:2.Aunque sean de la misma edad, cada grupo humano posee características propias e individuales que lo hacen único. Si bien todos los años tenía que darles la materia "Historia Sagrada" a jóvenes de 17 y 18 años, cada nuevo grupo de estudiantes presentaba rasgos distintivos y propios que no habían tenido los anteriores.Un año tuve el gusto de compartir Doctrinas Adventistas y las profecías de Daniel y Apocalipsis durante nueve meses con el mismo grupo. El rasgo distintivo de la clase era que no sabían dominar su lengua y en todo momento decían malas palabras. Representó una lucha para mí tener que enfrentarlos en diversas oportunidades y hablarles con la Biblia para que vieran que no existe un cristiano a medias, un seguidor de Jesús que lo alabe en la iglesia y luego utilice el mismo don para insultar a un semejante. Soy consciente de que se cuidaban de decir malas palabras delante de mí, pero como me habían dado una amplia participación dentro del grupo, en reiteradas oportunidades me tocó llamarles la atención y hablarles al corazón para que Jesús cambiara su forma de hablar.Una mañana, mientras daba el sentido espiritual del sexto mandamiento citado por Jesús en Mateo 5:21, 22, les expliqué que estamos transgrediendo esta ley si insultamos y ofendemos a un semejante de manera verbal. Los alumnos reaccionaron y hablaron sobre la gran dificultad que tenían para hablar bien, que no les era sencillo evitar ese mal hábito, y luego pregunté: "¿Acaso no hay nadie aquí que nunca diga malas palabras?" Se hizo un silencio entre los presentes y luego uno de ellos dijo: "Sí, capellán, a Emi nunca lo escuchamos decir malas palabras".Mi admiración creció más aun por este muchacho, que había sabido ganarse el respeto y la admiración de todos como cristiano, porque no se había dejado llevar por la corriente. Su mejor amigo Jesús era su ideal para vivir y para hablar. Tenía errores y luchas como tenemos todos los que deseamos andar por el "camino estrecho", pero les daba a sus compañeros de clases el ejemplo de un habla pura.¿Te consideras un amigo cristiano? ¿Pueden ver tus amigos y amigas que amas a Jesús y que lo representas en todos los aspectos de tu vida? Hoy Jesús te invita a que lo aceptes como tu mejor amigo y modelo, porque si tú le pides, él puede darte la santidad. No lo hagas esperar, entrégate a Cristo y dale el mejor lugar en tu corazón.Tomado de meditaciones matinales para jóvenesEncuentros con JesúsPor David Brizuela
Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con los que le invocan. Romanos 10:12.
El avión había despegado, y la niña todavía lloraba. En silencio. Tal vez pensando que, en la intimidad de sus sentimientos, nadie la veía. Pero, después del escándalo que había ocurrido dentro del avión, antes del despegue, sería imposible dejar de verla. Un hombre rico y famoso había tomado el lugar que le pertenecía a ella, y nadie fue capaz de sacarlo de allí. Yo no lo oí, pero otro pasajero aseguró que el hombre le dijo a la chica:-¿No sabes quién soy?La pobre chica no sabía. Tampoco tuvo el valor de exigir que se respetase un derecho que le pertenecía. Aceptó "voluntariamente" viajar en otro lugar.¡No hay diferencia! ¡Qué tremenda declaración de Pablo, en un mundo de tantas diferenciaciones! ¿Cuál es la razón que el apóstol da, para que no haya diferencia? ¡La riqueza de Cristo!Riqueza, en el griego, es plouteo, que literalmente significa abundancia, cantidad más que suficiente para todos. Ahora, si tenemos un Dios abundante, ¿por qué la mezquindad de pensar que alguien vale más o menos que el otro?Pero, la realidad de esta vida es el preconcepto. Raza, posición social, religión, dinero; cualquier condición es motivo para sentirse superior o inferior.En el texto de hoy, Pablo afirma que las heridas causadas por el preconcepto pueden ser curadas cuando invocas el nombre del Señor. A partir de ese momento, tu valor se mide por la sangre divina derramada en la cruz. Tu valor y el mío son extrínsecos; quiere decir, no valemos por lo que somos o tenemos, sino por el amor de Jesús derramado a raudales en aquella montaña solitaria.Cuando el viento helado de la indiferencia humana te haga sentir inferior; cuando te mires al espejo, y los patrones de belleza impuestos por los medios de comunicación te hagan sentir feo; cuando el fuego del preconcepto te queme, y parezca derretir tus sueños, mira a la cruz del Calvario y recuerda que Jesús no habría entregado la vida por ti, si no tuvieses valor.El amor cautiva, transforma, genera valor para soñar, vivir y luchar. Por eso, Jesús te amó y se entregó por ti: para devolverte la dignidad y la autoestima que el pecado te quitó.Antes de salir hoy a enfrentar la vida tal como ella es, y no como te gustaría que fuese, recuerda que: "No hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan".Tomado de meditaciones matinales para adultosPlenitud en CristoPor Alejandro Bullón