domingo, 20 de mayo de 2012

¡VUELA CON GRACIA!


«El avestruz bate alegremente sus alas, pero su plumaje no es como el de la cigüeña» (Job 39:13,NVI).

Hoy vamos a continuar nuestra aventura por Job 39:13. Ahora hemos encontrado otra ave: la cigüeña. Algunas especies de cigüeña pueden medir hasta un metro y medio de alto. ¡Eso es lo que yo llamo un ave grande! A diferencia del avestruz, la cigüeña sí puede volar. Su vuelo está lleno de gracia, con su cuello estirado hacia adelante y sus patas estiradas hacia atrás.
Volar con gracia es como vivir con gracia. ¿Sabes qué es vivir con gracia? Significa dar de ti mismo. Jesús nos dio su gracia, su regalo de salvación. El vino a la tierra, curó a las personas, las ayudó y les habló de su Padre celestial.
Dios también quiere que nosotros demos lo que tenemos a los demás. Él quiere que compartamos nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestro ser con aquellos en necesidad, de manera que ellos también puedan disfrutar de la gracia en su vida. Pero lo que Dios más desea es que lo compartamos a él con los demás. Él quiere que a través de nuestro ejemplo y de nuestras palabras hablemos de él a nuestros familiares y amigos. De esta manera, algún día todos podremos volar con gracia a través de las nubes, camino a nuestro hogar celestial.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

REGOCIJAOS CON LOS FRUTOS


Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. (Salmos 126:6).

Solía observar a mi madre mientras ella sembraba semillas de maíz, de trigo, cebada, de arvejas, de habas y de otras plantas.  A los pocos días brotaban las pequeñas plantitas que debían ser cuidadas, limpiadas de malezas y regadas para que pudieran prosperar. Luego florecerían y finalmente ¡vendría la cosecha! Si se las descuidaba, la cosecha sería escasa o nula, e incluso las malezas podían ahogarlas y matarlas.
Hermana, tú eres como una plantita que también necesita ser atendida por el Espíritu Santo. Necesitas de él a diario. Te invito a que antes de comenzar tus actividades riegues tu plantita mediante la oración, dedicando un tiempo para estar a solas con Jesús. Quizá estés pensando: «Eso ya lo sé, desearía que me dijeras algo nuevo». Bien, añadiré que debes perseverar y ser constante, ya que únicamente entonces podrás regocijarte y cosechar los frutos de tu labor.  El Espíritu Santo, «el Consolador» (Juan 14:11), hará su obra en tu corazón.
El enemigo querrá ahogarnos mediante el desánimo u otras malezas espirituales, mientras estemos en camino hacia la patria eterna. Podría intentar hacerlo a través de una enfermedad personal o familiar, de la separación de un ser querido, o mediante muchos otros engaños.
«No debe ser difícil recordar que el Señor desea que usted deposite sus problemas y perplejidades a sus pies, y que los deje allí. Vaya a él, diciendo: "Señor, mis cargas son demasiado pesadas, ¿quieres llevarlas en mi lugar?". Y él contestará: "Yo las llevaré. Con misericordia eterna tendré compasión de ti"» (Testimonios para los ministros, p. 519).
Permíteme recordarte que tenemos un Dios vivo cuya misericordia se extiende por igual para todos los que la necesitan y la piden. Entonces, ¿por qué hemos de limitarnos pedirle que supla todo lo que nos falta? Debes estar segura de que el Espíritu Santo te acompañará en todo momento: él es tu ayudador y tu consejero.
Señor, haz de mí una plantita que pueda ser regada por tu Espíritu Santo cada día, y que crezca para producir buenos frutos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Mencía Bruñes Ruiz es peruana

¿QUÉ DISTINGUE AL SABIO DEL NECIO?


Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. Juan 17:3, NVI

Son muchas las historias que se cuentan de Nasrudín, un personaje legendario que se cree vivió entre los siglos trece y quince. Una de ellas relata que, mientras trabajaba como barquero, a Nasrudín le tocó transportar a un profesor de gramática.
—¿Cuánto sabe usted de gramática? —pregunta el hombre a Nasrudín.
—Nada —responde Nasrudín.
—Pues le diré que ha perdido usted la mitad de su vida.
Nasrudín guarda silencio. Más tarde durante el viaje, se desata una tormenta y la barca es golpeada con furia por el viento y las olas. Las aguas embravecidas golpean la pequeña embarcación y tanto Nasrudín como el profesor son lanzados con fuerza al agua. Entonces Nasrudín grita al profesor:
—¿Sabe usted nadar?
—¡No! —responde el hombre, aterrado.
—¡Pues le diré que ha perdido usted, no la mitad, sino toda su vida!
Si algo nos enseña este relato es que el conocimiento que puede ser útil en un aspecto de la vida, puede ser completamente inútil en otro. Por muy importantes que sean, por ejemplo, la gramática y las matemáticas, de nada sirven si te estás ahogando y no sabes nadar.
De acuerdo a esto, bien podríamos decir que hay conocimientos útiles y conocimientos indispensables, tal como lo ilustró el Señor Jesús con la parábola del hombre rico (ver Luc. 12:13-21). La habilidad de este hombre en los negocios le fue útil para acumular muchas riquezas. Sin embargo, resulta curioso que Dios lo llamó «necio». ¿Por qué lo llamó «necio» y no «sabio»? Porque este hombre había descuidado el conocimiento indispensable. Por muy hábil que haya sido en el manejo del dinero, no puede ser sabio quien solo haga planes para esta vida. No se le puede llamar sabio a quien pase por esta vida sin el conocimiento indispensable, el de Dios: A fin de cuentas, ¿quién es realmente «sabio»: el que más sabe, o el que sabe las cosas que más importan?
No permitas que ningún conocimiento secular, por importante que sea, te impida obtener el conocimiento más valioso: el del único Dios verdadero, y de Jesucristo, a quien él ha enviado. No hacerlo equivale a perder, no la mitad, son toda la vida
Padre celestial, capacítame para que nada me impida conocerte a ti, y a Jesucristo, tu Hijo amado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

COMO LA LEVADURA


«El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado» (Mateo 13:33).

Cuando nuestros hijos eran pequeños, mi esposa solía hacer pan; no solo uno o dos panes a la vez, sino cinco o seis. También hacía pan dulce para el desayuno de los sábados.
Yo también intenté hacer pan. Aunque siempre seguí las instrucciones al pie de la letra, por lo general, el pan nunca me subía. El problema no era ni la harina de trigo ni la levadura, sino yo. Las instrucciones dicen que es preciso dejar que la levadura seca «crezca». Esto se consigue diluyéndola en un poco de agua tibia y añadiéndole algún azúcar como, por ejemplo, miel. Entonces, la levadura empieza a crecer y, cuando ya está lista, se vierte en la harina. Sigue el amasado. Mediante este proceso, la levadura se mezcla a conciencia con la harina. Cuanto más se amasa el pan, mejor se mezcla la levadura.
Luego la masa se reserva en un lugar cálido. Allí la levadura continúa creciendo, pero ahora leuda la masa. Cuando el proceso de leudado finaliza, se da forma de pan a la masa y se introduce en el horno. Esto debe hacerse con cuidado o la masa puede venirse abajo.
Jesús contó una parábola que habla de la fabricación de pan. «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado».
Si se sabe cómo hacer pan, esta parábola no es difícil de entender. En primer lugar, la levadura no es pintada o rociada sobre la masa, se mezcla con ella. De la misma manera, para que el evangelio sea eficaz es preciso amasarlo con la vida. Otro aspecto obvio es que, así como la levadura hace que una masa aumente de volumen, la persona que tiene la levadura del evangelio crecerá y se expandirá espiritualmente; hasta el punto que los demás notarán la diferencia.
Antes he mencionado mi torpeza en la fabricación de pan. Creo que se debía a que la levadura no se había mezclado bien y, como resultado, mi pan parecía un ladrillo. Si se lo permitimos, el Espíritu Santo mezclará el evangelio con nuestras vidas. De lo contrario, nuestra vida parecerá un ladrillo.
Señor, haz que el Espíritu Santo no deje de mezclar el evangelio en mi vida. Basado en Mateo 13:33

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill