sábado, 6 de junio de 2009

¿SE ESTÁ QUEMANDO TU PEQUEÑA CHOZA?

La mano del Señor no es corta para salvar, ni es sordo su oído para oír (Isaías 59: 1).

Cierto día un barco zarpó con veinte pasajeros. El viaje demoró cincuenta días. Entre los tripulantes iba un fiel cristiano de quien los demás se burlaban. Una noche sucedió algo terrible: estalló el cuarto de máquinas y se hundió el barco. El único que sobrevivió fue el fiel cristiano, quien logró llegar a una isla. Todos los días veía hacia el horizonte en busca de ayuda, pero ésta nunca llegaba. Ya cansado de tanto esperar y ver que no era rescatado, comenzó a construir una pequeña choza. Un día fue a pescar y al regresar su choza estaba incendiándose. No pudo salvar nada.
Después de perder todo, caminó por la isla, deambuló, ya sin esperanza. Estaba enojado con Dios. Lloraba y le decía: «¿Cómo pudiste hacerme esto?» A la mañana siguiente, escuchó asombrado la sirena de un buque que se acercaba a la isla. ¡Venían a rescatarlo! Al llegar sus benefactores les preguntó cómo sabían que él estaba allí. Entonces, ellos le respondieron: «Vimos las señales de humo que nos hiciste». La historia no dice qué le dijo este hombre a sus rescatadores, pero fue llevado a su hogar con los suyos y dio gracias a Dios por ello.
Es muy fácil enojarse cuando las cosas van mal, pero no debemos perder la fe en Dios, porque él trabaja en nuestras vidas. No debemos desanimarnos, pues Dios está allí para que podamos soportar las penas y los sufrimientos; está allí para darnos el crecimiento espiritual que necesitamos.
Recuerda, la próxima vez que tu pequeña choza se esté quemando, no pierdas la esperanza ni la fe en Dios. Puede ser que simplemente sea una señal de humo que surge de la gracia de Dios, por todas las cosas negativas que te pasan. Debemos confiar en que nuestro Dios siempre tiene algo positivo por cada circunstancia negativa que nos pasa. Solo recuerda que nos ama tanto que estuvo dispuesto a enviar a su único Hijo a rescatarnos; y todavía está dispuesto hoy a rescatarte de ese grave problema o necesidad que te aqueja. No lo olvides, confía en Dios.

Vichy Zamorano de Medrana
Tomado de la matutina Manifestaciones de amor

¿SE LO DIJISTE?

El Señor afirma: «Ustedes son mis testigos, mis siervos, que yo elegí» .Isaías 43:10

Todo Dam Watson tenla solo ocho años cuando sus papas lo enviaron a un internado cristiano para niños indios americanos. Nunca antes había oído nada sobre Jesús. En su casa no había lugar para la religión. Pero cuando asistía a los servicios de culto de la mañana y la noche, Adam quedó fascinado por la historia de un Hombre que murió por él. No pasó mucho tiempo antes que Adam se bautizara.
En su primera visita a casa, Adam habló a su familia sobre Jesús. Pero su papá no quería tener nada que ver con la religión.
El papá de Adam bebía mucho y cuando lo hacía que la vida de su familia y las otras personas fuese miserable. La cárcel era como su segunda casa.
Pero Adam insistía. Cada vez que Adam volvía a casa contaba a su familia lo que había aprendido de Jesús. Al cabo de un tiempo su papá empezó a prestarle atención.
Finalmente, el Sr. Watson consintió en recibir estudios bíblicos. Cuanto más leía la palabra de Dios, más cambiaba su vida. Dejó de beber y se convirtió en una persona completamente nueva. Hoy el papá de Adam es un evangelista que presenta a otras personas ese Salvador a quien su hijo empezó a amar.
Cuando pensamos en compartir nuestra fe, a menudo dudamos de dar testimonio a los miembros de nuestra familia. Llegar a ellos puede ser más difícil que a las personas de la puerta de al lado. Pero las personas que tenemos más cerca pueden ser las que más, necesiten escuchar el evangelio.
Pídele a Dios que te muestre cómo dar testimonio a tu familia. Podrías ser quien los acerque a Jesús.

Tomado de la Matutina El viaje increíble.

BIENAVENTURADO QUIEN TIENE MISERICORDIA DEL POBRE


Peca el que menosprecia a su prójimo; mas el que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado. Proverbios 14:21
Los cristianos han ido dejando a través de la historia las hazañas del amor de Dios que brilla en sus corazones. Un viejo pastor chino salió una mañana de su casa para predicar. Llevaba dos centavos para su almuerzo. Mientras caminaba, se le acercó un mendigo. Como lo único que tenía era el dinero de su almuerzo, el pastor le dijo que no podía ayudarlo. Entonces Dios le dijo que le diera al pobre lo que tenía para el almuerzo; a cambio, el Señor prometió darle un dólar al pastor. Cuando terminó de predicar su sermón, sentía mucha hambre, pero sabía que no tenía ninguna esperanza de comer algo. Tenía algo que hacer por la tarde, pero tenía tanta hambre que tuvo que volver a casa. Cuando le contó a su esposa el hambre que tenía y por qué había vuelto tan temprano, ella comenzó a regañarlo, porque consideraba que había sido una tontería regalarle su dinero al mendigo, y lo dejó sin comer hasta la cena. Finalmente, llegó la hora de cenar. Cuando terminaron, la esposa preguntó:—¿Dónde está el dólar?—Ya vendrá —le contestó el pastor con sencillez.—¿Dónde está el dólar? —preguntó sarcásticamente la esposa a la hora de acostarse.En ese preciso momento llamaron a la puerta. Eran dos representantes del gobierno que necesitaban información acerca de la historia de la región, y el pastor les había sido recomendado como el único que tenía aquella información. Durante dos horas el pastor contestó sus preguntas. Al terminar, le dieron las gracias y pusieron dos dólares sobre la mesa. El pastor levantó uno de los dólares y se lo devolvió, diciéndoles: «Por favor, llévense este de vuelta. Dios me prometió solo un dólar». De muchas maneras, providenciales y misteriosas, obra Dios para recompensar a los que son generosos y misericordiosos con los pobres. Procuremos que no se apliquen a nosotros estas palabras: «Los observadores del sábado se están volviendo más egoístas a medida que aumentan sus riquezas. Disminuye su amor por Cristo y su pueblo. No ven las necesidades de los desvalidos ni sienten sus sufrimientos ni dolores. No se dan cuenta que al descuidar al pobre y al doliente, descuidan a Cristo, y que al aliviar las necesidades y los sufrimientos de los pobres [...] ministran a Jesús» (El ministerio de la bondad, pp. 43,44).


Tomado de la Matutina Siempre Gozosos