Lugar: Canadá
Palabra de Dios: Salmo 116:4-6
Querido Dios, por favor, no me dejes solo. Envía a alguien, o moriré - oró Ignaus, en desesperación.
Solamente Dios podría haber oído su oración, porque no había nadie más en, por lo menos, 160 kilómetros a la redonda. La temperatura era de 40° C bajo cero, y la nieve cubría el suelo.
Ignaus estaba a cargo de transportar la correspondencia de un puesto ártico a otro. La correspondencia iba en un' trineo tirado por seis perros. Desafortunadamente, los perros habían muerto por algo contaminado en el pescado congelado que Ignaus había traído para alimentarlos. Ahora luchaba por avanzar, tirando del trineo... y sintiéndose muy solo.
-Señor, por favor, envía a alguien -oraba.
Una ráfaga de aire helado le pinchó la cara, e Ignaus sintió deseos de darse por vencido. Pero, siguió adelante, pensando en su esposa y en su bebé, que lo esperaban en casa.
Esa noche, Ignaus se acostó en su bolsa de dormir, temiendo la idea de pasar otra noche solo.
¿Qué era eso? Algo lo estaba empujando. Cuando abrió los ojos, vio un oso de pie delante de él. Por alguna razón, Ignaus no sintió miedo. En lugar de eso, sacó comida de su mochila y alimentó al animal.
Cuando Ignaus partió nuevamente, el oso trotó al lado de él, y a la noche los dos durmieron uno al lado del otro. Viajaron así, juntos, hasta que Ignaus estuvo a unos 8 kilómetros del puesto a donde iba. Entonces, el oso dio media vuelta y se fue. ¡Qué asombrosa respuesta a su oración!
"Entonces clamé al Señor: '¡Te ruego, Señor, que me salves la vida!.' El Señor es compasivo y justo; nuestro Dios es todo ternura. El Señor protege a la gente sencilla; estaba yo muy débil, y él me salvó".
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson