Pero el ángel dijo a las mujeres: No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí. (Mateo 28:5).
La ciudad turca de Kale (Demre) se levanta sobre el emplazamiento de la antigua Myra. Habitada por el pueblo licio en el siglo V a. C, en esta región se conservan numerosas necrópolis. Uno de los lugares de obligatorio encuentro para los turistas son las tumbas excavadas en la roca. No muy lejos de esta ciudad, en Egipto, puede encontrarse otra famosa atracción turística: las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, y la gran esfinge de Giza, construidas hacia el año 2500 a. C.
El texto de hoy nos presenta un lugar de extraordinaria importancia, un lugar que también es visitado por miles de personas de las más variadas creencias, nos presenta el hallazgo más formidable, la tumba más valiosa, el tesoro más indescriptible. Una tierra que hace temblar a los que la visitan. ¿Por qué? Porque esta tumba no está ocupada por ningún cadáver ni momia, sino que está vacía. Jesús venció en ella a la muerte y dio así esperanza de vida a lodo cristiano.
Tres días después de que Jesús hubiera sido sepultado, unas mujeres se dirigieron a la tumba donde lo habían puesto. A pesar de que estaba custodiada por guardias romanos, siendo muy de mañana estas mujeres valientes prepararon las especias aromáticas y se dispusieron a ungir el cuerpo de su Maestro. Anhelaban estar cerca de aquel que había transformado sus vidas llenándolas de paz, esperanza y amor. La presencia del ángel fue la certeza de que el cielo recompensaba el anhelo sincero de un encuentro apremiante con Jesús.
Al igual que aquellas mujeres, nosotras también necesitamos un encuentro con el Salvador. Un encuentro con el Jesús de la vida. Después de tres días de intenso sufrimiento, saber que Jesús había resucitado fue un bálsamo formidable para aquellas mujeres. La certeza de que la tumba que representaba la derrota estaba vacía, era la garantía máxima de la victoria. Cuando la angustia y la soledad lleguen a tu corazón, recuerda que hay una tumba vacía que garantiza tu victoria. Entonces, como aquellas mujeres, ve a Jesús.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La ciudad turca de Kale (Demre) se levanta sobre el emplazamiento de la antigua Myra. Habitada por el pueblo licio en el siglo V a. C, en esta región se conservan numerosas necrópolis. Uno de los lugares de obligatorio encuentro para los turistas son las tumbas excavadas en la roca. No muy lejos de esta ciudad, en Egipto, puede encontrarse otra famosa atracción turística: las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, y la gran esfinge de Giza, construidas hacia el año 2500 a. C.
El texto de hoy nos presenta un lugar de extraordinaria importancia, un lugar que también es visitado por miles de personas de las más variadas creencias, nos presenta el hallazgo más formidable, la tumba más valiosa, el tesoro más indescriptible. Una tierra que hace temblar a los que la visitan. ¿Por qué? Porque esta tumba no está ocupada por ningún cadáver ni momia, sino que está vacía. Jesús venció en ella a la muerte y dio así esperanza de vida a lodo cristiano.
Tres días después de que Jesús hubiera sido sepultado, unas mujeres se dirigieron a la tumba donde lo habían puesto. A pesar de que estaba custodiada por guardias romanos, siendo muy de mañana estas mujeres valientes prepararon las especias aromáticas y se dispusieron a ungir el cuerpo de su Maestro. Anhelaban estar cerca de aquel que había transformado sus vidas llenándolas de paz, esperanza y amor. La presencia del ángel fue la certeza de que el cielo recompensaba el anhelo sincero de un encuentro apremiante con Jesús.
Al igual que aquellas mujeres, nosotras también necesitamos un encuentro con el Salvador. Un encuentro con el Jesús de la vida. Después de tres días de intenso sufrimiento, saber que Jesús había resucitado fue un bálsamo formidable para aquellas mujeres. La certeza de que la tumba que representaba la derrota estaba vacía, era la garantía máxima de la victoria. Cuando la angustia y la soledad lleguen a tu corazón, recuerda que hay una tumba vacía que garantiza tu victoria. Entonces, como aquellas mujeres, ve a Jesús.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera