De la costilla que Jehová Dios tomó al hombre, hizo una mujer, la trajo al hombre. (Génesis 2:22).
Cuando te tomé en mis manos no eras más que una costilla, solo un hueso. Miré al hombre y vi la tremenda necesidad que tenía de un ser igual, a la vez que diferente. Miré entonces mis manos y pensé: «En lugar de una frente despejada, colocaré lirios que, mecidos por el viento, esparzan un aroma fragante». Y te coroné con una suave y hermosa cabellera. Tomé dos gotas de rocío y las dejé caer en tus ojos, como frescura de la mañana y sueño de la noche. Una rosa roja deposité en tus labios, coloreando tu sonrisa y tu voz. Le di a tu cuerpo las formas del viento y de la tierra. Coloqué en tu pecho la delicadeza de una flor, el canto de un ave, la fortaleza de una montaña y la luz del sol.
Tus manos cubrí con la fragilidad de un tierno polluelo y con la destreza de un águila en vuelo. En tu vientre encerré la bóveda del cielo con un pedacito de vida que coloque en tu seno. Vi tus pies fríos y desnudos y los cubrí de ensueños, para que dejasen profundas y tiernas huellas. Soplé sobre ti mi aliento, te tome de la mano y te levanté. Ansioso, desperté a Adán y le dije:
-¿Sabes qué es?
-No, Señor-me contestó él-. En toda tu creación no hay nada igual.
-¿Te gusta?
Entonces lo miré y, con un suspiro, me contestó:
-Si, Señor. Veo la frescura de la brisa, el oleaje del mar, la fragancia de las rosas, el terciopelo de las plantas, la profundidad de la tierra y la firmeza de las rocas. A todo lo anterior puse nombre, pero esta, ¿cómo se llamará?
-Piensa, Adán, estoy seguro de que encontrarás cómo debes llamarla.
Lo vi reflexionar. Parecía querer abarcar toda la creación con una sola palabra:
Mis oídos oyen Señor, Música divina.
Mis ojos contemplan Unidad en tu ternura.
Mis manos acarician una Joya deslumbrante.
Mi alma atrapa el hermoso Esplendor de una puesta de sol,
el limpio, fresco y puro Rocío de la mañana.
Entonces, lleno de emoción, le oí exclamar:
-¡MUJER se llamará!
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Cuando te tomé en mis manos no eras más que una costilla, solo un hueso. Miré al hombre y vi la tremenda necesidad que tenía de un ser igual, a la vez que diferente. Miré entonces mis manos y pensé: «En lugar de una frente despejada, colocaré lirios que, mecidos por el viento, esparzan un aroma fragante». Y te coroné con una suave y hermosa cabellera. Tomé dos gotas de rocío y las dejé caer en tus ojos, como frescura de la mañana y sueño de la noche. Una rosa roja deposité en tus labios, coloreando tu sonrisa y tu voz. Le di a tu cuerpo las formas del viento y de la tierra. Coloqué en tu pecho la delicadeza de una flor, el canto de un ave, la fortaleza de una montaña y la luz del sol.
Tus manos cubrí con la fragilidad de un tierno polluelo y con la destreza de un águila en vuelo. En tu vientre encerré la bóveda del cielo con un pedacito de vida que coloque en tu seno. Vi tus pies fríos y desnudos y los cubrí de ensueños, para que dejasen profundas y tiernas huellas. Soplé sobre ti mi aliento, te tome de la mano y te levanté. Ansioso, desperté a Adán y le dije:
-¿Sabes qué es?
-No, Señor-me contestó él-. En toda tu creación no hay nada igual.
-¿Te gusta?
Entonces lo miré y, con un suspiro, me contestó:
-Si, Señor. Veo la frescura de la brisa, el oleaje del mar, la fragancia de las rosas, el terciopelo de las plantas, la profundidad de la tierra y la firmeza de las rocas. A todo lo anterior puse nombre, pero esta, ¿cómo se llamará?
-Piensa, Adán, estoy seguro de que encontrarás cómo debes llamarla.
Lo vi reflexionar. Parecía querer abarcar toda la creación con una sola palabra:
Mis oídos oyen Señor, Música divina.
Mis ojos contemplan Unidad en tu ternura.
Mis manos acarician una Joya deslumbrante.
Mi alma atrapa el hermoso Esplendor de una puesta de sol,
el limpio, fresco y puro Rocío de la mañana.
Entonces, lleno de emoción, le oí exclamar:
-¡MUJER se llamará!
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera