Envió un varón delante de ellos; a José, que fue vendido por siervo. Salmo 105:17.
Colocar a José en un pozo fue idea de Rubén. Como era el mayor, sentía cierta responsabilidad en proteger a su hermano menor de ser dañado. Tenía la intención de regresar secretamente y dejarlo salir cuando los otros se hubieran ido. Con José gritando desde el fondo del pozo, era difícil esconder sus sentimientos reales, así que se excusó y se fue a hacer un mandado fingido.
No obstante, mientras Rubén estaba fuera, tuvo lugar un acontecimiento que iba a cambiar para siempre la vida de toda la familia. Apareció una caravana de mercaderes ismaelitas que iban a Egipto, y su sola presencia les dio una idea a los hermanos. “Vendámoslo como esclavo”, propuso Judá.
Rápidamente, los hermanos arrancaron a José del pozo y lo entregaron a los mercaderes por dinero. “Cuando vio a los mercaderes, José comprendió la terrible verdad. Llegar a ser esclavo era una suerte más temible que la misma muerte” (Patriarcas y profetas, p. 212).
“No van a venderme, ¿o sí?”, jadeó José.
El terror se apoderó del muchacho y, mirando a los ojos de cada uno de sus hermanos, suplicó con llanto: “Simeón… Leví… Judá… Zabulón… Isacar… Dan… Gad… Aser… Neftalí… por favor, ¿ninguno me va a ayudar?”
Algunos de los hermanos tuvieron pena de José y quisieron ayudarlo, pero cada uno mantuvo silencio por temor a que el resto se burlara de él por ser débil. El silencio no siempre es oro: a veces, es solo puro amarillo.
Mientras los mercaderes hacían lentamente su camino hacia el sur, José pudo ver a la distancia las colinas de su hogar. Pensó en su padre, anciano y solitario, y lloró amargamente. Trajo a su memoria la terrible escena en Dotán, solo unas pocas horas antes, cuando sus hermanos habían dicho cosas tan hirientes y ofensivas sobre él, y habían querido matarlo en el lugar. “Con el corazón palpitante, pensaba en qué le reservaría el porvenir. ¡Qué cambio de condición! ¡De hijo tiernamente querido, había pasado a ser esclavo menospreciado y desamparado! Solo y sin amigos, ¿cuál sería su suerte en la extraña tierra a donde iba? Durante algún tiempo, José se entregó al terror y al dolor sin poder dominarse” (Patriarcas y profetas, p. 214).
Pero Dios, en su sabiduría, estaba arreglando las cosas para el futuro. No se había olvidado de José.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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