Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces (S. Lucas 17: 15).
El agradecimiento es una parte fundamental en la vida del ser humano. En muchas ocasiones, la gratitud que tenemos hacia una persona es tan grande que no tenemos palabras para expresar todo nuestro sentir. Un «gracias» se queda corto. A la mayoría nos gusta que nos agradezcan algún favor o un hecho representativo que hayamos realizado. A Dios también le gusta que le agradezcamos por sus misericordias, que son nuevas cada mañana (Lam. 3: 23).
La Biblia dice que un grupo de leprosos acudió a Jesús en busca de sanidad (Lúe. 17: 11). Seguramente suplicaron con todo su corazón al Salvador, y tal vez uno que otro prometió hasta lo inimaginable. Jesús era su única esperanza. La sociedad los había rechazado y condenado a vivir en los sitios destinados a los enfermos terminales. Pero ahora se abría una puerta de oportunidad para ellos. Jesús escuchó su petición y los sanó. ¡No lo podían creer! ¡Ahora estaban limpios! Pronto podrían regresar con sus familias y reintegrarse a la sociedad. Todo era alegría y felicidad. Así que en cuanto pudieron se pusieron en camino para reorganizar sus vidas.
Hasta aquí todo estaba bien, ¿pero se acordaron de darle las gracias a Jesús? La Biblia dice que solamente uno de ellos regresó para agradecer y glorificar a Dios. Jesús le preguntó: «¿Dónde están los otros nueve?» Lo más interesante fue que el leproso agradecido era un samaritano, es decir, ni siquiera tenía un conocimiento claro de Dios como los otros que eran judíos.
Tal vez nosotras estamos tan seguras de la misericordia de Dios y de su amor que no dedicamos tiempo para agradecerle por todo lo que nos da. Personas que no cuentan con el conocimiento del evangelio muchas veces expresan su gratitud constantemente de todo lo que reciben de Dios. Si agradeciéramos también a nuestros semejantes por cada acción gentil que tienen para con nosotras, sería más fácil olvidar las ofensas que muchas veces son menores que los favores que nos hacen. El agradecimiento transforma nuestro corazón y permite que el Espíritu Santo more en nuestras vidas.
El agradecimiento es una parte fundamental en la vida del ser humano. En muchas ocasiones, la gratitud que tenemos hacia una persona es tan grande que no tenemos palabras para expresar todo nuestro sentir. Un «gracias» se queda corto. A la mayoría nos gusta que nos agradezcan algún favor o un hecho representativo que hayamos realizado. A Dios también le gusta que le agradezcamos por sus misericordias, que son nuevas cada mañana (Lam. 3: 23).
La Biblia dice que un grupo de leprosos acudió a Jesús en busca de sanidad (Lúe. 17: 11). Seguramente suplicaron con todo su corazón al Salvador, y tal vez uno que otro prometió hasta lo inimaginable. Jesús era su única esperanza. La sociedad los había rechazado y condenado a vivir en los sitios destinados a los enfermos terminales. Pero ahora se abría una puerta de oportunidad para ellos. Jesús escuchó su petición y los sanó. ¡No lo podían creer! ¡Ahora estaban limpios! Pronto podrían regresar con sus familias y reintegrarse a la sociedad. Todo era alegría y felicidad. Así que en cuanto pudieron se pusieron en camino para reorganizar sus vidas.
Hasta aquí todo estaba bien, ¿pero se acordaron de darle las gracias a Jesús? La Biblia dice que solamente uno de ellos regresó para agradecer y glorificar a Dios. Jesús le preguntó: «¿Dónde están los otros nueve?» Lo más interesante fue que el leproso agradecido era un samaritano, es decir, ni siquiera tenía un conocimiento claro de Dios como los otros que eran judíos.
Tal vez nosotras estamos tan seguras de la misericordia de Dios y de su amor que no dedicamos tiempo para agradecerle por todo lo que nos da. Personas que no cuentan con el conocimiento del evangelio muchas veces expresan su gratitud constantemente de todo lo que reciben de Dios. Si agradeciéramos también a nuestros semejantes por cada acción gentil que tienen para con nosotras, sería más fácil olvidar las ofensas que muchas veces son menores que los favores que nos hacen. El agradecimiento transforma nuestro corazón y permite que el Espíritu Santo more en nuestras vidas.
Elisa Valenzuela De la Peña
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.