sábado, 6 de marzo de 2010

PERMANECE CONECTADO

Buscad a jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto está cercano (Isaías 55:6).

Nuestra Clase de Estudio de la Biblia se reunió en la iglesia. Cuando uno de nuestros profesores comenzó a enseñarnos la lección de la semana, su voz estaba muy débil, y se oyó a coro: "¡No podemos escuchar!" Alguien puso un micrófono y un pedestal frente a él, y recomenzó la lección. Pero la situación no mejoraba, faltaba el cable para la conexión. Nuevamente se oyó: "¡El micrófono no está conectado!" Nuestro profesor se detuvo y esperó a que conectaran el micrófono a la electricidad. Una vez conectado el cable escuchamos todo lo que él enseñó aquel día.
Este incidente me hizo pensar en cuán importante es estar conectado al Padre celestial, la fuente de todo poder. ¿Cómo nos mantenemos conectados? El cable de conexión es Jesucristo, quién una vez aseguró que si permanecemos conectados a él llevaremos mucho fruto. Permanecemos conectados a él por medio de la oración y el estudio de la Biblia. La oración no es más que hablar con Dios, como hablamos con nuestro padre terrenal o con un .amigo: el Señor está siempre listo a escuchar nuestras alabanzas, gratitud, quejas, peticiones, gozos, penas, logros y desilusiones. Sus oídos siempre están abiertos para escucharnos. En respuesta, escuchamos su voz por medio de las Escrituras.
Ha habido días en los cuales luché con mi Padre celestial y me desconecté de él. Grité: "¿Por qué permites que me ocurra esto? ¿No estoy realizando tu obra? ¿Dónde está mi ángel guardián? ¿Por qué no evitaron que cayera?" Un sinfín de "¿Porqué?"
Mi Padre no me hizo a un lado. Por el contrario, trabajó conmigo pacientemente hasta que abrí mis oídos y lo dejé hablar. Me recordó dulcemente que él siempre está allí, inclusive en tiempos de adversidad. Cuanto más vuelta mis oídos para escucharlo, tanto más lo escucho decir: "Hija, nunca te dejaré sin consuelo, estaré contigo en todo momento. Todo lo que permito que pase por tu camino, incluyendo las adversidades, es para tu bien, porque te amo. No dejaré que te ocurra nada que no puedas soportar, te mostraré una salida. ¡Te fortaleceré para que continúes con tus responsabilidades y te sostendré con mi mano derecha!"
Y renové mi promesa de estar conectada al Padre celestial en todo momento, ¿y tú?
Hepzibah Kore
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

EL LIDERAZGO ES EL PUNTO DE PARTIDA

Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo. Nehemías 1:4.

¿Puedes imaginarte lo que significó esta actitud de parte de una de las personas de más confianza para el monarca más poderoso de su tiempo? Nehemías se hallaba en una posición de privilegio, con un buen puesto de trabajo, gozaba de todas las comodidades propias de un cortesano, con su futuro asegurado. ¿Futuro asegurado? Bueno, depende en dónde uno tenga puesta su visión.
La visión de Nehemías no se centraba en sus privilegios, ni en la comodidad, ni en su estabilidad personal, sino en los planes de Dios para su pueblo. La visión es el arma más poderosa en la vida de los líderes. Por esa razón Nehemías preguntó por la situación de su pueblo. Es decir, pensó como un líder: «¿Dónde nos encontramos con relación al lugar en el cual deberíamos estar?». En los versículos 2 y 3, se registra un breve informe para Nehemías de parte de una comisión desde Jerusalén. Podríamos decir que le dijeron a Nehemías: «Nos hallamos indefensos, a merced de nuestros enemigos».
La visión que tenía Nehemías con respecto a los planes divinos para su pueblo lo hizo reaccionar de inmediato, pues aunque cumplía una función en un palacio, su compromiso era con el pueblo de Dios. El texto de hoy habla de la reacción de este gran líder. Comenzó donde deben empezar todos los proyectos para Dios; donde tienen que iniciarse todos los procesos de planificación; donde tiene que surgir toda estrategia: Primero, mantener siempre presente el alto ideal de Dios para su pueblo y no conformarse con una situación inferior a ese destino.

Luego guardar silencio y reflexionar, mediante la oración, durante varios días, y practicar el verdadero ayuno para mantenerse alerta a la voz de Dios. ¿Quieres comenzar un proyecto para Dios? Comienza en el mismo lugar donde comenzó Nehemías.

«Se elevan constantemente obteniendo más claros conceptos de Dios y de la eternidad, hasta que el Señor hace de ellos conductos de luz y de sabiduría para el mundo». MJ 245.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

NO HAY DISCRIMINACIÓN

Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús (Calatas 3: 28).

De acuerdo a la biblia, la justificación tiene como objeto salvar al pecador, no al justo. Si alguien se considera justo, se coloca fuera del alcance de la misericordia de Dios. Pero, ¿no es esto discriminatorio? ¿Por qué solo pueden recibir la justificación divina los pecadores y no los que luchan decididamente para ser justos por su propio esfuerzo?
El fondo del asunto es que no hay nadie que sea justo o pueda serlo. De acuerdo a Pablo, todos somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios (Rom. 3: 23). Por lo tanto, cuando Dios elaboró el plan de la salvación, lo hizo para todos, sin excepción.
Sin embargo, cuando alguien se considera justo delante de Dios, por este mismo hecho se incapacita para recibir la gracia de Dios, pues la única justicia que vale es la que Dios nos da gratuitamente. Es rechazar la gracia inmerecida de Dios y declarar que el sacrificio de Cristo fue vano. De ahí la importancia de reconocer nuestra condición pecaminosa, y de aceptar el hecho de que no podemos ser justos por nuestros propios esfuerzos.
Muchas personas tienen la idea de que solo es pecador el que comete pecados muy graves; los pecados pequeños no hacen que una persona sea pecadora. Años atrás comencé a estudiar la Palabra de Dios con una dama que ya había estudiado la Biblia. Cuando llegamos a un punto del estudio, dije, sin mayor reflexión, que nosotros somos pecadores. La señora abrió desmesuradamente los ojos, y me dijo: «Pero yo no soy pecadora». Le pregunté qué quería decir con eso, y me respondió: «Yo no robo ni mato ni adultero; me llevo bien con la gente». Me di cuenta que necesitábamos retroceder en nuestra investigación y abordar el tema del pecado.
Si no reconocemos nuestra condición, no vamos a sentir necesidad del evangelio. El evangelio es para los pecadores, los enfermos por el mal, los destituidos de la moral y los parias de la sociedad. Cuando estos reconocen su condición y se aferran a Cristo, el Señor los declara justos por lo que él ya hizo por ellos.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C