Lugar: Virginia, EE.UU.
Palabra de Dios: Juan 3:8
Chirp, chirp, chirp, chirp. Miré alrededor de mi oficina, preguntándome de dónde vendría ese ruido. ¿De la izquierda? ¿De la derecha? No, parecía provenir justamente de arriba de mí. Miré hacia arriba, pero no vi nada.
-Chirp, chirp, chirp, chirp.
"¿Qué es ese ruido?" me pregunté. Sonaba como un grillo. Pero, cuando miré a mí alrededor, no había ningún grillo. El ruido era tan fuerte que no podía concentrarme en lo que estaba haciendo. Caminé hacia el pasillo y di vuelta la esquina. Todavía podía escuchar el ruido; así de fuerte era.
Cuando volví a mi oficina unos minutos más tarde, encontré a un compañero de trabajo dando vueltas, revisando las plantas y mirando debajo de mi escritorio.
-Viene de allí arriba -le dije, señalando el cielorraso.
Él giró la cabeza para escuchar, y luego asintió. Sí, sabíamos que el grillo estaba allí arriba, aunque no podíamos verlo.
Mi compañero de trabajo se sacó el zapato y lo arrojó al aire. Cuando chocó contra el cielorraso, se hizo silencio.
-Volverá -dijo.
Y sí, unos minutos más tarde los ruidos comenzaron nuevamente.
Aunque no podía ver el grillo, sabía que estaba allí. Y así ocurre con el Espíritu Santo. No podemos verlo, pero podemos saber que está trabajando. Jesús dijo: "El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu".
El Espíritu Santo puede cambiar tu vida, si se lo permites. ¿Por qué no lo invitas a que entre en tu corazón hoy?
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson