Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen (S. Juan 20:29).
Recientemente hice un viaje para visitar a mis padres. Al estar ahí tuve la necesidad de salir de compras; a mi regreso tomé un taxi. Al subirme y colocar mis mercancías, le dije al conductor el lugar adonde tendría que llevarme. Entonces me respondió que no podría llevarme a ese sitio porque estaba muy lejos y no le pagaría lo que para él era justo. Finalmente nos pusimos de acuerdo en el pago e iniciamos nuestro camino, el cual supuse no sería nada placentero. Pronto el hombre interrumpió el silencio y se empezó a quejar de las peregrinaciones realizadas por la víspera de la Navidad: —¡Esta gente solo empeora el tráfico! Argumento que aproveché para preguntarle:
—¿Acaso usted no es creyente?
—¡Válgame, ni lo piense usted! ¡Antes de ser cristiano sería un mediocre!
—¿Cómo? ¿Acaso no cree en Dios? Tenga fe y el Señor hará milagros en su vida.
—¡No, no creeré hasta que me mande un ángel! Entonces creeré y sabré qué hacer».
—Recuerde lo que el Señor le dijo a Tomás: «Porque me has visto, has creído; dichosos los que no han visto y sin embargo creen». No obstante, tenemos un Dios tan poderoso que mandaría no solo a un ángel, sino a un ejército para decirle que él vive y es real. Pero el Señor hará su voluntad y no la nuestra. Estoy segura que Dios usará mensajeros para que usted lo acepte. Solo deberá tener sus ojos y oídos abiertos para ver y escuchar su voz. Oraré por usted para que Dios haga un milagro en su vida. No creo volverlo a ver, pero al llegar al cielo le preguntaré al Señor por usted. Entonces, el semblante del chofer cambió al escuchar estas palabras y nos despedimos. Me pregunto si a veces demandamos a Dios manifestaciones como las de aquel hombre para ocultar nuestra incredulidad y desconfianza en él. Debemos tener fe y confiar plenamente en él, pues está a nuestro lado en todo momento, especialmente cuando queremos sentirnos cerca de él. Hoy te invito a confiar en Dios y a no ocultar tu incredulidad en peticiones extrañas al cielo. Mabel
Recientemente hice un viaje para visitar a mis padres. Al estar ahí tuve la necesidad de salir de compras; a mi regreso tomé un taxi. Al subirme y colocar mis mercancías, le dije al conductor el lugar adonde tendría que llevarme. Entonces me respondió que no podría llevarme a ese sitio porque estaba muy lejos y no le pagaría lo que para él era justo. Finalmente nos pusimos de acuerdo en el pago e iniciamos nuestro camino, el cual supuse no sería nada placentero. Pronto el hombre interrumpió el silencio y se empezó a quejar de las peregrinaciones realizadas por la víspera de la Navidad: —¡Esta gente solo empeora el tráfico! Argumento que aproveché para preguntarle:
—¿Acaso usted no es creyente?
—¡Válgame, ni lo piense usted! ¡Antes de ser cristiano sería un mediocre!
—¿Cómo? ¿Acaso no cree en Dios? Tenga fe y el Señor hará milagros en su vida.
—¡No, no creeré hasta que me mande un ángel! Entonces creeré y sabré qué hacer».
—Recuerde lo que el Señor le dijo a Tomás: «Porque me has visto, has creído; dichosos los que no han visto y sin embargo creen». No obstante, tenemos un Dios tan poderoso que mandaría no solo a un ángel, sino a un ejército para decirle que él vive y es real. Pero el Señor hará su voluntad y no la nuestra. Estoy segura que Dios usará mensajeros para que usted lo acepte. Solo deberá tener sus ojos y oídos abiertos para ver y escuchar su voz. Oraré por usted para que Dios haga un milagro en su vida. No creo volverlo a ver, pero al llegar al cielo le preguntaré al Señor por usted. Entonces, el semblante del chofer cambió al escuchar estas palabras y nos despedimos. Me pregunto si a veces demandamos a Dios manifestaciones como las de aquel hombre para ocultar nuestra incredulidad y desconfianza en él. Debemos tener fe y confiar plenamente en él, pues está a nuestro lado en todo momento, especialmente cuando queremos sentirnos cerca de él. Hoy te invito a confiar en Dios y a no ocultar tu incredulidad en peticiones extrañas al cielo. Mabel
Aguirre de Tiaahirwa
Tomado de la matutina Manifestaciones de su amor
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