viernes, 10 de julio de 2009

ESPERANDO A UN ÁNGEL

Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen (S. Juan 20:29).

Recientemente hice un viaje para visitar a mis padres. Al estar ahí tuve la necesidad de salir de compras; a mi regreso tomé un taxi. Al subirme y colocar mis mercancías, le dije al conductor el lugar adonde tendría que llevarme. Entonces me respondió que no podría llevarme a ese sitio porque estaba muy lejos y no le pagaría lo que para él era justo. Finalmente nos pusimos de acuerdo en el pago e iniciamos nuestro camino, el cual supuse no sería nada placentero. Pronto el hombre interrumpió el silencio y se empezó a quejar de las peregrinaciones realizadas por la víspera de la Navidad: —¡Esta gente solo empeora el tráfico! Argumento que aproveché para preguntarle:
—¿Acaso usted no es creyente?
—¡Válgame, ni lo piense usted! ¡Antes de ser cristiano sería un mediocre!
—¿Cómo? ¿Acaso no cree en Dios? Tenga fe y el Señor hará milagros en su vida.
—¡No, no creeré hasta que me mande un ángel! Entonces creeré y sabré qué hacer».
—Recuerde lo que el Señor le dijo a Tomás: «Porque me has visto, has creído; dichosos los que no han visto y sin embargo creen». No obstante, tenemos un Dios tan poderoso que mandaría no solo a un ángel, sino a un ejército para decirle que él vive y es real. Pero el Señor hará su voluntad y no la nuestra. Estoy segura que Dios usará mensajeros para que usted lo acepte. Solo deberá tener sus ojos y oídos abiertos para ver y escuchar su voz. Oraré por usted para que Dios haga un milagro en su vida. No creo volverlo a ver, pero al llegar al cielo le preguntaré al Señor por usted. Entonces, el semblante del chofer cambió al escuchar estas palabras y nos despedimos. Me pregunto si a veces demandamos a Dios manifestaciones como las de aquel hombre para ocultar nuestra incredulidad y desconfianza en él. Debemos tener fe y confiar plenamente en él, pues está a nuestro lado en todo momento, especialmente cuando queremos sentirnos cerca de él. Hoy te invito a confiar en Dios y a no ocultar tu incredulidad en peticiones extrañas al cielo. Mabel

Aguirre de Tiaahirwa
Tomado de la matutina Manifestaciones de su amor

ORACIÓN PODEROSA

Si alguno está enfermo, que llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y en el nombre del Señor lo unjan con aceite. Santiago 5: 14

Jai Ram, un ex hindú que se había convertido en adventista del séptimo día, era el único cristiano bautizado de su aldea. Todos los demás adoraban a los ídolos. Durante cinco años Jai Ram esperó que viniera un maestro y hablase de Jesús a la gente. Finalmente su sueño se hizo realidad. Cuando el maestro Singh y su esposa llegaron a su aldea, Jai Ram les cedió su sencilla casa. Salió y durmió en el suelo. Poco después del inicio del curso escolar, la esposa del maestro Singh contrajo unas fiebres. Las medicinas no podían hacer nada para rebajar su temperatura. El maestro Singh envió un mensaje al pastor P. K. Simpson, quien estaba al cargo de la misión. Pidió al pastor que ungiera a su esposa enferma. El pastor Simpson llegó a la aldea y la tarde del viernes, justo antes de la puesta de sol empezaron a hacer los arreglos necesarios para el servicio especial de sanación. La gente de la aldea sentía curiosidad por ver qué sucedería. Así que se reunieron fuera de la casa y esperaron. Después de la oración del pastor Simpson, Jai Ram preguntó si podía decir una corta oración. Empezó recordando a Dios lo mucho que la aldea necesitaba un maestro. Pidió al Señor que bajara del cielo y sanara a la mujer enferma. Acabó diciendo: «¡Gracias, Jesús! ¡Gracias, Jesús! ¡Gracias, Jesús! Amén». Al instante, la fiebre de la Sra. Singh desapareció. Ella dijo que la oración de Jai Ram la había sanado. —Cuando dio tres veces las gracias a Jesús y dijo 'amén', algo como una mano me tocó. Una descarga eléctrica pasó por todo mi cuerpo y la fiebre se fue. Jai Ram era un hombre sencillo con una fe extraordinaria. Un hombre a quien Dios honró con muchos milagros. Mañana sabremos más cosas de él.

Tomado de la Matutina El Viaje Increible.

DIOS LUCHARÁ POR NOSOTROS

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo, según nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15

La tentación no tiene favoritos. Todos los seres humanos son su objetivo: hombres y mujeres, adultos y niños, pastores y laicos, casados y solteros. Incluso el Hijo de Dios fue tentado en todas las cosas. Jesús siempre entendió las intenciones del enemigo y nunca permitió que lo apartara de la fidelidad y el amor de su Padre.
Jesús es nuestro ejemplo supremo. Él nos enseña cómo luchar contra la tentación y nos promete el poder para vencerla. Experimentó en carne propia lo que significa ser tentado. Se hizo semejante a nosotros, sujeto a las mismas debilidades que nosotros; por lo tanto, entiende perfectamente cómo nos sentimos bajo el peso de la tentación. Los fieros ataques del enemigo nunca lo vencieron, y pudo decir: «Viene el príncipe de este mundo, y no tiene nada en mí».
La tentación no es pecado, pero sí una amenaza. Al luchar contra la tentación debemos recordar algunos principios que nos ayudarán a salir victoriosos:
Primero: No confrontes solo la tentación. Jesús ha prometido estar siempre a tu lado. Manten a Jesús en tu mente y todo pensamiento pecaminoso huirá.
Segundo: Asegúrate de tener siempre puesta la armadura de Dios. Solo venceremos con las armas del Todopoderoso. Las armas son seis:
• El cinturón de la verdad, que es la integridad.
• La coraza de justicia, que es la justicia practicada.
• Las sandalias, que significan el evangelio de la paz, el gozo de sentirse seguro en Cristo.
• El escudo de la fe, que es la firme adhesión a la verdad revelada.
• El yelmo de la salvación, que significa la seguridad de la salvación presente y futura.
• La espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.
En el cielo se le dará a cada redimido un manto blanco y un arpa. Pero eso será en el cielo. Mientras tanto, aquí se le da una armadura de soldado para el combate, para luchar contra la tentación.
Tercero: Nunca puedes sorprender a Dios. Él sabe de antemano qué harás, qué decisiones tomarás, el pecado que cometerás, y, aun así, te ama.
Vive hoy como un vencedor. Jesús está contigo. En su fuerza serás victorioso. Puedes decir «No» a la tentación porque él está en tu corazón. Ocupa tu lugar como hijo de Dios y reclama su fuerza y su victoria.

Tomado de la matutina Siempre Gozosos