«Una silueta se plantó frente a mis ojos, pero no pude ver quién era» (Job 4: 16, NVI).
Elifaz, un amigo de Job, fue quien dijo: «Una silueta se plantó frente a mis ojos». Elifaz no estaba seguro de qué se trataba, pero él la vio. Y la vio como la mayoría de la gente ve las cosas: con sus ojos.
Los ojos son maravillosos. Están hechos de muchas partes diferentes que trabajan juntas para ayudarnos a ver. Sin embargo, no entenderíamos ninguna de las cosas que vemos si nuestros globos oculares no estuvieran conectados al cerebro. Así como lo oyes, tus ojos ven, pero el nervio óptico, el cable que conecta tus ojos al cerebro, debe enviar el mensaje a tu cerebro para que puedas saber qué es lo que estás viendo.
La Biblia nos dice en 1 Corintios 2:14 que debemos tener el Espíritu de Dios para entender las cosas de Dios. El Espíritu Santo es como el nervio óptico. Tú puedes leer la Biblia, pero si no estás conectado a Dios por medio del Espíritu Santo, no entenderás realmente lo que Dios está diciendo. Pídele al Espíritu Santo que abra tus ojos hoy y te ayude a entender plenamente la Palabra de Dios.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush