«Jesús había ido a Betania, a casa de Simón, al que llamaban el leproso. Mientras estaba sentado a la mesa, llegó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro, de mucho valor. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús» (Marcos 14:3).
El versículo de hoy es casi exacto al que leímos el 4 de octubre. Déjame explicarte algo sobre los libros de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Descubrirás que a veces en ellos se cuentan las mismas historias. ¿Por qué hicieron eso? Te explico: a pesar de que tanto Mateo como Marcos cuentan la historia de la mujer que derramó perfume sobre la cabeza de Jesús, hay algunas diferencias en sus historias. Por ejemplo: Mateo no nos dice la clase de perfume que la mujer usó, pero Marcos sí. Él dice que era nardo, y gracias a eso hoy aprenderemos una lección diferente de la misma historia.
El nardo es un perfume dulce y fuerte extraído de plantas que crecen en las montañas del norte de la India, y es muy difícil de conseguir. La historia de hoy ocurrió en Israel. Imagina: no solo alguien tuvo que ir a las montañas de la India a buscar la planta, sino que después de hacer el perfume tuvo que viajar hasta Israel. ¡No me extraña que fuera tan costoso!
Jesús tuvo que viajar desde el cielo hasta la tierra por nosotros. Fue un viaje largo y difícil. Al final de su viaje, unos hombres crueles lo crucificaron. Cuando te sientas tentado a quejarte por las cosas difíciles que a veces te toca hacer, recuerda el viaje que Jesús hizo por ti. Así tu vida no te parecerá tan difícil.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush