He aprendido a ver lo hermoso del desierto. Hay belleza en cada lugar que el Señor creó. Tierra aparentemente estéril, pero donde puedes apreciar el amor de Dios de una manera especial. Después de muchos años fuera de mi tierra, hoy vivo en la región que me vio nacer y me he dado cuenta que realmente no conocía bien estos lugares. Por mucho tiempo pensé que no habría nada que se pudiera cultivar en esa clase de tierra, pero durante un viaje por la carretera observé unos cultivos de espárragos, huertas de naranjos, toronjas, viñedos y olivares. ¡Esto sí que era increíble! En su gran amor, Dios había creado esta variedad de vegetales para que se cultivaran en esta tierra despoblada. Las personas oriundas de zonas fértiles que visitan estos lugares aseguran que ni las lagartijas sobreviven, además, no tiene atractivos ante sus ojos. Pero no es así. En el dorado del pasto seco, en contraste con el verde de algunos arbustos, y en los cerros rocosos hay una belleza particular. Los amaneceres y las puestas del sol exhiben fuertes colores dorados, naranjas, rosados que cambian poco a poco las nubes, con brillantes combinaciones de colores desde la paleta del gran pintor, nuestro Creador. Dios ha dado a cada lugar un atractivo especial. Podemos apreciar una vislumbre de la hermosa creación en cualquier lugar en que nos encontremos. Hay belleza a pesar de tantos años de pecado. Belleza que nos habla del gran amor del Señor por sus hijos. Belleza que se verá transformada por la renovada hermosura del mundo venidero porque el Señor prepara algo que supera nuestra imaginación y las escenas terrenales más atractivas a la vista. ¡Cuánto anhelo que llegue ese día! ¡Espero que sea muy pronto! Yo quiero estar lista y te invito a prepararte para que podamos contemplar la mejor belleza de todas, que será ver al Señor Jesús.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor