Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen (S.Juan 10:27).
Uno de los momentos más destacados para mí, en un viaje a Nueva Zelanda que realicé hace poco, fue una visita al Centro Antartico Internacional en Christchurch. Tuve la oportunidad de mirar de cerca una comunidad de pingüinos azules pequeños. Es la especie de pingüinos más pequeña, Crece solamente cuarenta centímetros de alto y pesan un poco más de un kilogramo. Aunque tienen un poco de desventaja sobre la tierra seca, son expertos nadadores, y disfruté observándolos a través de las paredes de vidrio de una piscina construida especialmente para ellos.
Aunque su recinto es muy pequeño comparado con el océano abierto, los pingüinos del Centro Antártico no están cautivos; han sido rescatados. Cada uno de ellos tiene una herida que lo incapacita para sobrevivir en su habitat natural. Una aleta paralizada, por ejemplo, significaría que un pingüino no puede nadar o hacer las maniobras necesarias para conseguir alimentos. Un pequeñito, que los rescatistas llamaron Elvis, aparentemente había recibido el golpe de un bote cuando era pequeño y estaba ciego. Mientras el asistente alimentaba a Elvis, nos contó que un día una mujer lo había sorprendido llamándolo: "Elvis, ¿me recuerdas?". El pequeño pingüino había girado en su dirección y había graznado en señal de reconocimiento. ¡El reconocía aquella voz! Era aquella misma mujer, una voluntaria del servicio de rescate de la vida silvestre, quien lo había cuidado hasta que se recuperó. Ella en respuesta lloró de felicidad porque después de tanto tiempo, esfuerzo y amor, sin esperar nada a cambio, un pequeño pingüino todavía reconocía su voz.
Sin lugar a dudas, los pingüinos no eran característicos de la antigua Palestina, pero sí lo eran las ovejas (como lo son en Nueva Zelanda también). La historia del pequeño Elvis me recuerda a las palabras de Jesús en Juan 10. Juan dice que el Pastor "a sus ovejas llama por nombre... y las ovejas le siguen, porque conocen su voz". Y continúa afirmando "Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen... y pongo mi vida por las ovejas" (vers.3,4,14,15).
Quiero escuchar la voz de Jesús hoy, sabiendo que es el único que puede salvarme de los peligros mortales de este mundo.
Uno de los momentos más destacados para mí, en un viaje a Nueva Zelanda que realicé hace poco, fue una visita al Centro Antartico Internacional en Christchurch. Tuve la oportunidad de mirar de cerca una comunidad de pingüinos azules pequeños. Es la especie de pingüinos más pequeña, Crece solamente cuarenta centímetros de alto y pesan un poco más de un kilogramo. Aunque tienen un poco de desventaja sobre la tierra seca, son expertos nadadores, y disfruté observándolos a través de las paredes de vidrio de una piscina construida especialmente para ellos.
Aunque su recinto es muy pequeño comparado con el océano abierto, los pingüinos del Centro Antártico no están cautivos; han sido rescatados. Cada uno de ellos tiene una herida que lo incapacita para sobrevivir en su habitat natural. Una aleta paralizada, por ejemplo, significaría que un pingüino no puede nadar o hacer las maniobras necesarias para conseguir alimentos. Un pequeñito, que los rescatistas llamaron Elvis, aparentemente había recibido el golpe de un bote cuando era pequeño y estaba ciego. Mientras el asistente alimentaba a Elvis, nos contó que un día una mujer lo había sorprendido llamándolo: "Elvis, ¿me recuerdas?". El pequeño pingüino había girado en su dirección y había graznado en señal de reconocimiento. ¡El reconocía aquella voz! Era aquella misma mujer, una voluntaria del servicio de rescate de la vida silvestre, quien lo había cuidado hasta que se recuperó. Ella en respuesta lloró de felicidad porque después de tanto tiempo, esfuerzo y amor, sin esperar nada a cambio, un pequeño pingüino todavía reconocía su voz.
Sin lugar a dudas, los pingüinos no eran característicos de la antigua Palestina, pero sí lo eran las ovejas (como lo son en Nueva Zelanda también). La historia del pequeño Elvis me recuerda a las palabras de Jesús en Juan 10. Juan dice que el Pastor "a sus ovejas llama por nombre... y las ovejas le siguen, porque conocen su voz". Y continúa afirmando "Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen... y pongo mi vida por las ovejas" (vers.3,4,14,15).
Quiero escuchar la voz de Jesús hoy, sabiendo que es el único que puede salvarme de los peligros mortales de este mundo.
Jennifer M Baldwin
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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Autora: Ardis Dick Stenbkken