«¡Compadézcanse de mí, amigos míos [...]!» Job 19:21.En 1976, se llevaron a cabo una serie de competencias de atletismo para jóvenes con discapacidades mentales en Spokane, Estados Unidos. Llegó el momento de la carrera de 100 metros planos. Los participantes estaban en sus marcas, listos para iniciar la carrera en el momento indicado.Sonó entonces el disparo de salida y todos comenzaron a correr; cada uno tenía que dar lo mejor de sí para llegar a la meta y ganar. Parecía una carrera sin contratiempos cuando, de pronto, uno de los competidores se cayó. Lo único que supo hacer fue ponerse a llorar. ¡Qué lástima!Sus compañeros alcanzaron a escuchar el llanto, y lo asombroso fue que un par de atletas, en vez de continuar la competencia, decidieron regresar. No les importó en ese momento la medalla de oro.El público del estadio estaba a la expectativa. ¿Qué harían aquellos jóvenes? El muchacho seguía llorando. Cuando se acercaron a él, los competidores que regresaron se inclinaron para ayudarlo a levantarse con cuidado, como diciéndole: «No pasó nada, levántate, vamos a continuar. Ya no llores más».Los espectadores en el estadio, llenos de suspenso siguieron los acontecimientos. Vieron cómo los jóvenes rezagados comenzaron a caminar hacia la meta hasta que la cruzaron, juntos. Todos merecían el primer lugar.Este acto de compasión nos enseña una gran lección. En todo momento debemos compadecernos de quien cae y ayudarle a levantarse. Es mejor cruzar la meta juntos.Tomado de meditaciones matinales para menoresConéctate con JesúsPor Noemí Gil Gálvez
Conoce, pues, que Jehová, tu Dios, es Dios, Dios fiel, que,guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta por mil generaciones. (Deuteronomios 7:9).¿Has hecho algún pacto con tu Dios? Como expresa este versículo, él es fiel y constante en su pacto de amor. Para mí, no hay palabras que confirmen mejor el pacto de Dios que las registradas en Mateo 28: 20: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». El término «todos» me da una gran seguridad. Mientras mi corazón lata y en mi nariz haya aliento de vida, mi Dios estará conmigo. Eso no quiere decir que no voy a sufrir las consecuencias del pecado, sino que tengo a alguien que me ayuda a salir airosa de esas consecuencias.No tenemos de qué preocuparnos con respecto al pacto que Dios ha hecho con nosotros, pero sí haríamos bien en detenernos cada día a meditar en cómo responderemos a ese pacto de amor de Dios. El ser humano está sujeto a constantes cambios. Nuestras promesas son demasiado frágiles. Cuando nos unimos en matrimonio, prometemos amar fielmente a nuestro esposo y asentimos ante las palabras del juez o del pastor oficiante. Sin embargo, la realidad cotidiana nos hace olvidar las palabras que una vez pronunciamos y actuar de manera muy diferente a lo prometido. Cuando entramos en las aguas bautismales, prometemos una vida de devoción al Maestro y, después de varios años, vemos que nuestra Biblia ha ido llenándose de polvo en un rincón. El constante romper de las furiosas olas diarias, nos hace caer en un sopor del cual parecemos no despertar.¿Qué pacto has hecho con tu Dios? ¿Lo amas como él te ama a ti o tu amor está sujeto a las circunstancias que te rodean? Te invito a que hoy, antes de salir a enfrentar esas circunstancias, te detengas y confirmes tu pacto con el Señor. Eleva una oración para que tu pasado quede en sus manos, tu presente en su corazón, y tu futuro en su gloria.El amor es una sólida roca que resiste todo vendaval.Tomado de meditaciones matutinas para mujeresDe la Mano del SeñorPor Ruth Herrera
A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma. Hechos 23:11.A los delincuentes casi siempre les toca sufrir por sus delitos. En esencia, la persona "se lo buscó". El sentido de justicia que todos llevamos dentro hace que nos sintamos indignados cuando un malhechor sale sin condena. También nos irritamos cuando un inocente paga la culpa por un delito que no cometió. Pero no debemos olvidar que mientras estemos en este mundo de pecado, se pueden dar las dos posibilidades, y eso no significa que Dios no esté actuando.Pablo, después de su conversión, aceptó el desafío más duro dentro de la predicación del evangelio: ir a los gentiles. Los sistemas de transporte de la época no eran de los más favorables, pero ignorando voluntariamente los contratiempos y las incomodidades se propuso responder al desafío de llegar con la Palabra de Dios a todos los rincones del Imperio Romano. Con incansable paciencia viajó cientos de kilómetros por tierra y en barco para llegar a cada ciudad con el mensaje de salvación. Soportó calumnias, persecuciones, hambre, peligros, naufragios, juicios y cárceles para que el evangelio redentor fuera aceptado por miles de personas.Algunos proponen que si alguien está tomado de la mano de Dios, nunca tendrá problemas en este mundo. Pero las Escrituras jamás afirman este modo de pensar. Es más, los grandes hombres de fe tuvieron que soportar grandísimas pruebas en el nombre del Señor, y Pablo no fue la excepción.Después de décadas de predicación, el gran apóstol fue apresado por sus compatriotas y llevado ante el tribunal romano. Como los procuradores imperiales deseaban "quedar bien" con los influyentes judíos, nunca le prodigaron al sufrido apóstol un juicio justo. Por eso Pablo se vio en la necesidad, como ciudadano romano, de recurrir a la máxima autoridad de su tiempo: el emperador.Sumergido en una oscura mazmorra, objeto de un odio atroz por parte de los dirigentes judíos, lejos de sus amigos terrenales y sus hermanos en la fe, se sintió solo. Pero fue en ese preciso momento cuando el gran Amigo celestial apareció y le dijo: "Ten ánimo, Pablo".Es posible que también a ti te toque sufrir siendo inocente, que al igual que el apóstol te sientas solo contra el mundo. Quizás en este día tengas que enfrentar pruebas y luchas, pero eso no significa que Jesús te haya abandonado, porque así como estuvo con Pablo también estará contigo. Recuerda que el Salvador sigue a tu lado como estuvo en la oscura cárcel de su siervo de antaño, y también a ti te dice en este día: "Ten ánimo".Tomado de meditaciones matinales para jóvenesEncuentros con JesúsPor David Brizuela
Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen. Hizo proezas con su brazo... Lucas 1:49,50.El sol despunta en las montañas de Judá. Una jovencita camina, pensativa; túnica y sandalias viejas; tristeza y alegría en el rostro. Vez tras vez se acaricia el vientre; quiere sentir el palpitar de la vida que se genera dentro de ella.La mezcla de sus sentimientos nace de la confusión. Su mente es un remolino de ideas. Se siente feliz por llevar, dentro de sí, a alguien tan especial. Al mismo tiempo, la tristeza la envuelve. Sabe que el pueblo la condenará, al enterarse de la noticia.Llega a una ciudad escondida entre las montañas; todos llegamos. Si partes, acabas llegando; es una ley de la vida. Al llegar, el niño salta dentro del vientre de su prima, y lo percibe. Hay cosas que no se pueden ocultar.Es en estas circunstancias que la joven ora: "El Poderoso me ha hecho grandes cosas", dice. ¿De qué grandes cosas habla? ¿Qué maravillas había obrado el Poderoso con ella? "Hizo proezas con su brazo", sigue diciendo. ¿A qué se refiere?El texto de hoy fue extraído de la oración que María hizo cuando visitó a su prima Elisabet, para darle la noticia de su embarazo. El niño era Jesús.Tú y yo, hoy, sabemos que María había recibido un privilegio. Había sido escogida, entre millones de seres humanos, con el fin de ser la madre del Salvador. "Bendita tú entre las mujeres; y bendito el fruto de tu vientre", la había saludado su prima.Elisabet, tú y yo lo entendemos; siempre hay gente que te entiende. Pero, no todos están dispuestos a hacerlo.La multitud, seguramente, hablaría pestes al enterarse de que una joven que aún no había convivido con su prometido esposo estaba encinta; sería motivo de burla. Lenguas venenosas se encargarían de distorsionar la situación. Pocos creerían que aquel niño era fruto del Espíritu Santo.Y, no obstante, María creía que el "Poderoso" había hecho grandes cosas con ella. La joven miraba más allá de la tormenta.¿Tienes miedo de que el pueblo no entienda tu actitud? ¿Ha colocado el Señor certidumbre en tu corazón, pero sabes que los otros no te entenderán? No te preocupes. Lo único que debe importarte es que lo que vas a realizar es la orden de Dios. Y, aunque los demás no te entiendan, enfrenta el desafío diciendo: "Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen. Hizo proezas con su brazo".Tomado de meditaciones matinales para adultosPlenitud en CristoPor Alejandro Bullón