miércoles, 8 de agosto de 2012

¿HAS PERDIDO LA MEMORIA?


«Que su mente se trastorne y se vuelva como la de un animal, y que ese mal le dure siete años» (Daniel 4:16).

En nuestra aventura de hoy vamos a ver algo realmente asombroso. ¿Recuerdas la historia de ayer, cuando el rey Nabucodonosor llamó a los astrólogos para que le dijeran el significado de su sueño de la noche anterior? Bien, el viejo rey debió haberle consultado eso a Dios. Pero ni siquiera se acordó de él, y ahora fíjate lo que le ocurrió. Ese que está ahí en el campo con el pelo largo, gateando y aullando como un animal, es el rey. Ni siquiera está en su sano juicio, sino que piensa como un animal.
Hay una gran diferencia entre la mente o cerebro que tú y yo tenemos, y la mente de un animal. ¡Solo mira al rey! Dios nos dio una mente que puede analizar los problemas y buscar soluciones. Lo más importante es que nuestra mente puede tomar la decisión de seguir a Jesús..
Dios les dio instintos a los animales. Eso significa que ellos hacen lo que hacen sin pensar Nosotros somos diferentes. Nosotros podemos pensar y escoger.  Escoge hoy aceptar el regalo divino de la vida eterna y así podrás estar en una reunión de pensadores en el cielo algún día.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ESCRITO ESTÁ



Escrito está: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4).

¿Recuerdas esta declaración que contiene el versículo de hoy? Es tan conocida que muchos hasta la utilizan en forma burlona. Esas palabras cobran gran significado cuando las analizamos en el contexto en el que fueron pronunciadas originalmente; sobre todo al tomar en cuenta quién las expresó y las circunstancias en las que se encontraba. Ellas marcaron una decisión de gran trascendencia que propició tu salvación, la mía y la de toda la humanidad.
El plan de redención fue trazado de manera que cada parte debía ser del conocimiento del universo. Por ello al venir Jesús a cumplir con su misión cada suceso ocurrió en su momento y lugar, de acuerdo a lo que estaba escrito. En Belén nacería un salvador, de la descendencia de David y de una virgen. Todo eso estaba escrito y así se cumplió. Sin embargo, Jesús tuvo que tomar sus propias decisiones ante la insistente seducción de Satanás. Después de su bautismo, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto y, tras haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. Se le acercó el tentador y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan» (Mat. 4:2-3). El diablo pretendía que, ante la necesidad apremiante de Jesús de satisfacer su hambre, tomara una decisión apresurada. Pero la decisión de Jesús no se basó en lo que él necesitaba, sino en lo que tú y yo necesitamos para acceder a la eternidad.
Jesús había elegido salvarnos, y la decisión de no escuchar al diablo fue trascendental. Al mantenerse alerta ante las insinuaciones de Satanás pudo decir: «Escrito está». Él tenía claro cuál era su identidad y el propósito que lo había llevado a venir a este mundo. Su misión era definitiva y conocía lo que debía hacer. Nada fue dejado a la casualidad, sino que Jesús se preparó para ello, y el ayuno fue parte de esa preparación.
¿Conoces, querida hermana, cuál es el plan que Dios tiene para ti? Permite que él te guíe, obedeciendo siempre todo aquello que «escrito está».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Coraduma Escobar de Villarreal

EL SECRETO DE LOS GRANDES


Las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas. 2 Corintios 4:18.

Piensa por un momento en los héroes de la Biblia: Abraham, José, Moisés, David, Daniel, Elías, Ester, Pablo... En tu opinión, ¿qué factores contribuyeron a hacer de ellos héroes y heroínas de la fe? Por cierto, fueron varios, pero hay uno sin el cual nunca habrían llegado a ser lo que fueron. Veamos.
Israel estaba en guerra con Siria en lo que parecía ser un conflicto más, pero no lo era. Y no lo era porque los israelitas se enteraban de todos los ataques que Ben-adad, el rey de Siria, planificaba contrasellos. ¿Qué estaba pasando? Dios le revelaba al profeta Elíseo todos los movimientos estratégicos de Siria, y Elíseo se los comunicaba al rey de Israel (ver 2 Rey. 6:11-13).
Cuando Ben-adad supo lo que estaba ocurriendo, ordenó capturar a Elíseo. Lo curioso es que, para lograrlo, envió «un destacamento de caballería, y carros de combate, y mucha infantería» (vers. 14). ¡Para capturar a un solo hombre!
Aprovechando la noche, los soldados sirios rodearon la ciudad. En la mañana, el joven siervo del profeta salió de la casa. Cuando el muchacho vio al ejército enemigo que rodeaba la ciudad, casi sufrió un ataque al corazón. Aterrorizado, informó a Elíseo: «¿Y ahora, maestro, ¿qué vamos a hacer?» (vers. 15). Su sorpresa tiene que haber sido mayúscula cuando Elíseo le respondió: «No tengas miedo, porque son más los que están con nosotros que los que están con ellos» (vers. 16).
Y para que el muchacho pudiera entender, el profeta oró: «Te ruego, Señor, que abras sus ojos para que vea». ¿Qué vio el joven cuando sus ojos fueron abiertos? Vio que la montaña estaba «llena de caballería y de carros de fuego alrededor de Elíseo» (vers. 17). ¡Nada menos que un ejército de ángeles enviado por Dios para proteger a uno de sus hijos!
¿Cuál es entonces ese factor que todos los héroes de la fe tuvieron en común? Al igual que Elíseo, todos ellos vieron lo que no se ve: un amante Padre celestial que está cerca de sus hijos especialmente cuando más lo necesitan.
Hoy poderosos ángeles caminarán contigo. No pierdas de vista a Dios, porque él no te perderá de vista a ti.
Señor, abre mis ojos para ver las cosas que no se ven.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DAR TESTIMONIO


«Os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios; pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios» (Lucas 12:8,9).

A algunos, la petición de dar testimonio los incomoda. Piensan que para dar testimonio tendrán que dirigir estudios bíblicos, repartir volantes u organizar un seminario sobre Apocalipsis. Son cosas de cierta trascendencia y no todo el mundo se siente capacitado para llevarlas a cabo. Sin embargo, el texto para memorizar de hoy nos recuerda que tenemos la responsabilidad de hablar de nuestra fe.
Permita que le sugiera que, antes de «arrojar la toalla», considere el hecho de que el programa testimonial empieza con el hecho de reconocer a Cristo como Señor de nuestra vida. No es preciso que nos pongamos una pegatina en la frente ni que lo gritemos en las esquinas. Basta con que lo vivamos. Los demás notarán cuándo las elecciones y las decisiones que tomamos en la vida se ajustan a su voluntad. No tendremos que decir nada. Eso se llama «dejar brillar la luz».
En cierta ocasión, en un crucero, un hombre acabó completamente mareado. Si alguna ocasión hay en que alguien se siente incapaz de trabajar por el Señor, es esa. Mientras ese hombre estaba postrado se enteró de que alguien había caído por la borda. Se preguntaba si podía hacer algo para ayudar a salvarlo. Tomó una lámpara de sobremesa y la acercó al ojo de buey de su camarote. El accidentado se salvó. Unos días después, cuando se hubo recuperado del mareo, el hombre estaba en cubierta, hablando con el rescatado, el cual dio su testimonio.  Dijo que, tras haberse hundido por segunda vez, cuando ya estaba a punto de volver a hundirse por última vez, levantó la mano. Justo en ese instante, alguien sostuvo una luz delante de un ojo de buey y un rayo de luz iluminó la mano en alto. Entonces un hombre lo agarró y tiró de él, poniéndolo a salvo en el bote salvavidas.
Aquí había dos testigos. Uno le decía al otro cómo había sido salvado y el otro le contaba cómo había levantado la luz. Usted y yo tenemos una historia que contar.  En primer lugar, podemos vivir una vida que muestre que Jesús es nuestro Señor.  Luegó, cuando se presente la oportunidad, podemos contar la historia. Basado en Lucas 12:8,9.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill