sábado, 24 de noviembre de 2012

DINERO, DINERO, DINERO


«Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos» (1 Timoteo 6:10).

En una de nuestras salidas del mes pasado hablamos sobre las raíces. Dijimos que si no estábamos enraizados profundamente en Jesús, seríamos unos cristianos agonizantes. Hoy vamos a hablar de otra cosa donde la gente puede echar sus raíces. Si leíste el versículo de hoy, te habrás dado cuenta de que es el dinero.
Aferramos a dinero significa que vivimos pensando todo el tiempo en conseguir dinero. Hay gente que ama el dinero. Les gusta ahorrarlo, gastarlo o quejarse de él. Simplemente les encanta todo lo relacionado con el dinero.
El versículo de hoy dice que amar el dinero te puede meter en problemas. Algunos se aferran tanto al dinero que se alejan de Dios. Su vida se vuelve un desastre porque hacen del dinero su dios.
Es importante que te des cuenta de que el versículo no dice que el dinero es malo, sino de que el amar el dinero es malo. Dios nos ha dado el dinero como una bendición para ayudar a nuestras familias y a la gente. Recuerda esto: ama a Dios y ama al prójimo usa tu dinero para ayudar a ambos.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CLAMA A MÍ Y YO TE RESPONDERÉ


Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. (Jeremías 29:13).

¿Hay quienes se desaniman cuando claman a Dios con un propósito especial y no reciben una respuesta de inmediato. La tardanza no es del agrado de nadie. Una comunicación con demoras nos hace sentir incómodas, inseguras y nerviosas. Sin embargo, es probable que alguna vez, al hacer una llamada de larga distancia, nos diéramos cuenta de que era necesario esperar algunos segundos para escuchar a la otra persona. Ese eco o demora resulta incómodo, pero por eso no nos vamos a desesperar y a cerrar la comunicación. Lo triste es que cuando algunas personas oran al Señor, y él tarda en contestar, dicen: «No me escucha» y ¡cierran la comunicación! Amiga, no hay tardanza en Dios. Nosotras quizá lo consideremos así, pero probablemente en sus tiempos está la respuesta.
Cuando le pedimos algo a Dios él siempre responde de una manera correcta y en el tiempo perfecto, porque «toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces en quien no hay mudanza, ni sombra de variación» (Sant. 1:17). Asimismo, tenemos su divina promesa: «Antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oído» (Isa. 65:24).
Me gusta la forma en que el escritor Stephen N. Haskell lo explica: «En el cielo no hay pérdida de tiempo. El primer débil susurro de necesidad expresado por un hijo de Dios, es presentado ante su trono y el mandato de contestarlo es dado rápidamente» (La historia de Daniel el profeta, p. 10).
En el mismo momento en que movemos los labios, o al formular una oración mental, ¡él nos escucha! En la Biblia tenemos el ejemplo de Ana, quien clamó a Dios para ser librada de su adversidad. También el de Nehemías, quien pidió mentalmente sabiduría para darle una respuesta al rey Dios no está tan lejos que no pueda escucharnos, antes al contrario, está siempre a nuestro lado cuando lo llamamos.
Querida hermana, ante todo debemos creer: «Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan» (Heb. 11:6).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon

EL OSO Y EL CAZADOR


Escrito está: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Mateo 4:4, NVI

Cuenta Michael Green que un cazador ya estaba a punto de disparar a un oso, cuando este, en tono amistoso, le pidió por favor que conversaran.
—¿No es mejor conversar que disparar? —preguntó el oso con voz conciliadora.
—Sí, claro —respondió el sorprendido cazador.
—¡Qué bueno que estamos de acuerdo en este punto! —dijo el oso—. ¿Qué es lo que usted quiere, señor cazador? Siempre hay la posibilidad de negociar.
—Pues, lo que quiero solo tú me lo puedes dar: una piel de oso.
—Eso se puede negociar —respondió el oso—. Usted quiere una piel de oso y yo, en cambio, deseo tener mi estómago lleno. Negociemos.
Entonces el cazador puso a un lado el rifle y se sentó con el oso para conversar.
Dice el relato que las negociaciones fueron todo un éxito: El oso quedó con el estómago lleno; y el cazador, abrigado con la piel del oso. Pero los testigos del hecho dicen que solo vieron al oso alejarse del lugar (adaptado de 1,500 illustrations for Biblical Preaching [Mil quinientas ilustraciones para la predicación bíblica], p. 76).
¿La moraleja del relato? Ten mucho cuidado de con quien «te sientas a negociar». Cuando en el desierto el tentador intentó convencer a Jesús de que llegaran a algún tipo de acuerdo, el Señor lo puso en su lugar con un «Escrito está».
El ejemplo de nuestro Señor nos enseña que cuando hay el más mínimo riesgo de comprometer nuestros principios, la conducta más segura es pararnos firmes en la plataforma de la Palabra de Dios. Por esta razón, de esa contundente victoria en el desierto de la tentación, escribió Elena G. de White en El Deseado de todas las gentes: «En presencia del universo, [Cristo] atestiguó que es menor calamidad sufrir lo que venga, que apartarse en un ápice de la voluntad de Dios» (p. 100).
Que todo el mundo sepa que cuando de principios se trata, tú no vas a negociar. Que el mundo sepa que conoces muy bien tus límites, y los respetas. Que conoces tu deber, y lo cumples. Y sobre todo, que tenga muy en claro que tu mayor preocupación es agradar a Dios y no a los seres humanos.
Padre mío ayúdame  a permanecer fiel a los principios de tu santa Palabra, no importa el precio que tenga que pagar.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

UN DÍA ESPECIAL DE ACCIÓN DE GRACIAS


«Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza. ¡Alabadlo, bendecid su nombre!) (Salmo 100:4).

En estados unidos, cada cuarto jueves de noviembre, se celebra un día nacional de acción de gracias («Thanksgiving Doy», en inglés). En 1621, los padres peregrinos celebraron la cosecha de otoño con un banquete de acción de gracias.
Cuando llega el Día de Acción de Gracias, los que son de habla inglesa dicen a los amigos y familiares: «Happy Thanksgiving!». Los de habla hispana se felicitan diciendo: «Feliz Día de Acción de Gracias».
Las personas de habla francesa que viven en Norteamérica se desean mutuamente: «Bonne Action de Gráce» o «Joyeux Thanksgiving». Para los canadienses franceses, el Día de Acción de Gracias es «Le Jour de I"Action de Gráce", y en Francia se conoce como «Le Jour de Merci Donnant".
Con motivo del Día de Acción de Gracias, la iglesia a la que asistimos mi esposa y yo prepara cestas con comida que se reparten entre los pobres. En mi familia, cuando nos sentamos a la mesa de Acción de Gracias, antes de la oración para pedir la bendición de los alimentos, se le pide a cada miembro que diga por qué está agradecido.
¿Qué diría usted si alguien le preguntara por qué está agradecido? La pregunta será fácil de responder si los miembros de la familia gozan de buena salud, si se dispone de suficiente comida y se tiene un lugar donde vivir. Si uno de los esposos no tiene trabajo o si hay algún enfermo, la pregunta resulta un tanto más difícil de responder. Y la respuesta es aún más difícil si ha fallecido un ser querido.
¿Siempre hay algo, sea lo que sea, por lo que estar agradecido? En cierta ocasión me encontraba haciendo visitas a domicilio en Miami, Florida. El pastor al que yo acompañaba preguntó por «Johnny». Su madre le contestó que se estaba preparando para los exámenes de la universidad. Cuando conocí a Johnny, vi que estaba paralizado de cintura para abajo. Nunca olvidaré sus palabras:
—Me apena ver a otros que son menos afortunados que yo.
Mi madre solía decir: «Dejé de quejarme porque no tenía zapatos cuando vi a uno que no tenía pies». Como hijos e hijas de Dios, pase lo que pase, podemos recordar que Jesús ha ido a preparar un lugar para nosotros y un día hará nuevas todas las cosas.
Señor, enséñame a ser agradecido lodos los días.  Basado en Juan 6:11.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill