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jueves, 19 de julio de 2012
NO TE DEJES ATRAPAR
«Nadie clama por la justicia, nadie va a juicio con integridad. Se confía en argumentos sin sentido, y se mienten unos a otros. Conciben malicia y dan a luz perversidad. Incuban huevos de víboras y tejen telarañas. El que coma de estos huevos morirá; si uno de ellos se rompe, saldrá una culebra» (Isaías 59:4,5).
Tengo que ser sincero: el versículo de hoy no suena nada bien. ¿No es así? Habla de aquellos que mienten y quieren atrapar a otros con sus mentiras. En nuestra larga aventura de este año ya hemos visto víboras y arañas. El versículo de hoy habla de huevos de víboras y de telarañas. Aunque es bueno que haya serpientes alrededor porque se comen las ratas y los ratones, y arañas porque nos ayudan a capturar muchas moscas en sus redes, a la mayoría de las personas no les gustan ni las serpientes ni las arañas.
El versículo de hoy dice que la gente que miente y engaña es como las arañas y las serpientes. Ellos tratan de atrapar y de hacer daño a los demás con sus mentiras. Quieren que los demás caigan en sus redes de engaño y les inyectan su veneno. Sé siempre bondadoso y cortés con aquellos que te rodean, y no te acerques mucho a aquellos que mienten y hacen trampa. Mantén tus ojos fijos en Jesús y no te dejes morder
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush
EN LA CASA DE MI PADRE
En la casa de mi Padre muchas moradas hay, si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis (Juan 14:2-3).
Vivimos en un mundo en el que cada vez hay más violencia, más maldad e ingratitud. También observamos guerras, hambres, inundaciones, terremotos, enfermedades y un sinfín de acontecimientos que son señales de los sucesos que adelantó el Señor en su sermón profético.
En cierta ocasión mi esposo celebró una «Semana de Vida Familiar» en una de sus congregaciones. En algún momento formuló una pregunta a las familias presentes: «¿Por qué sufre la gente?». Esa interrogante surge por lo general en los momentos en que la enfermedad, una crisis, o una tragedia tocan a la puerta.
Nosotras sabemos quién es el autor de todos los males que afectan a este mundo. Lo triste es que el responsable es ¡uno de los hijos más destacados de Dios! Un ser que fue creado perfecto y colocado en un entorno ideal. La Biblia dice que Lucifer fue creado como un querubín perfecto, hasta que se halló en él maldad (ver Eze. 28:15). Sus propósitos nunca han sido buenos, sino todo lo contrario.
Sus malos deseos sin duda se enfocan en las familias, porque estas son las fraguas donde se forjan los hijos y el carácter. La Palabra de Dios afirma que el diablo está lleno de ira y, aunque en la cruz fue vencido y condenado, continúa destruyendo y dañando al mundo y a sus habitantes.
Jesús predijo todos esos acontecimientos. Sin embargo, él no nos dejó abandonados, sino que nos reafirma en la bendita esperanza: viviremos eternamente con él y con su familia celestial. Cristo subió al cielo a preparar un hogar para tu familia y para la mía. Allí no habrá más sufrimientos, ni llanto, ni dolor. Tampoco habrá más preocupaciones, enfermedades, ni muerte, porque el Señor borrará el mal de raíz.
Te invito a compartir esta bendita esperanza con quienes te rodean. No importa lo que suceda en el mundo hoy o mañana: Cristo viene por nuestras familias, ¿está lista la tuya para encontrarse con él?
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Norma Karla Escobar.
NUNCA
No estoy solo, porque el Padre está conmigo. Juan 16:32
El 29 de octubre de 1941, Sir Winston Churchill, por entonces primer ministro de Gran Bretaña, visitó su alma máter, la Harrow School, para dar un discurso. ¿De qué podría hablar en un momento en el que su país se enfrentaba a la poderosa Alemania de Hitler?
Ese día Churchill habló de perseverancia: «Nunca se den por vencidos —dijo—. Nunca, nunca, nunca. Nunca cedan ante la fuerza aparentemente poderosa del enemigo».
No sé qué luchas podrás estar librando ahora mismo. Pero una cosa te digo: No te des por vencido. Si se trata de alguna materia de tus estudios que te está dando dolores de cabeza, o de una jovencita o jovencito que te está quitando el sueño, o de una tentación que amenaza con derrumbar tus defensas espirituales; lo que sea, sigue luchando. Esta es la lección que nos enseña una antigua historia de la Edad Media, que tiene como protagonista a Robert I, el legendario guerrero que reinó en Escocia entre 1306 y 1329.
Cuenta el relato que en cierta ocasión, mientras huía de sus enemigos, Robert tuvo que esconderse en una cueva situada en la costa norte de Irlanda. Con el ánimo por el suelo, se sentó a pensar en lo que podía hacer para derrotar a los ingleses. Entonces notó que una araña trataba de hilar su tela desde un extremo de la cueva hasta el otro. A pesar de que no lo lograba, la arañita lo seguía intentando. Uno, dos, tres, cuatro intentos... Nada. Cinco intentos, seis, siete... ¡Al fin logró su cometido en el octavo intento!
«¿No puedo yo tener la misma determinación de una araña?», pensó Robert. Inspirado por la persistencia del animalito, regresó al campo de batalla, derrotó a los ingleses y finalmente ascendió al trono de Escocia para gobernar a su pueblo durante 23 años.
Como ya lo expresó Braulio Pérez Marcio: «Vale más la tenacidad que la genialidad, y la perseverancia que el talento natural, porque en tanto que la genialidad y la inteligencia pueden vacilar en la lucha [...] la tenacidad prosigue poco a poco, pero con seguridad, hasta llegar a la meta» (Querida, hija, querido hijo, p. 19).
¿Estas librando duras batallas ahora mismo? No cedas. Lucha con todas tus fuerzas. Y no olvides que nunca estás solo. Cualquiera sea la prueba, tu padre celestial está contigo.
Padre celestial, dame tu mano para enfrentar las pruebas de este día.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
NADIE DIJO QUE SERÍA FÁCIL
«Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar» (Juan 9:4).
La vida es corta; por tanto, no disponemos de tiempo para desperdiciarlo. No podemos pasar el tiempo que dure este corto viaje ocupándonos de cosas que nos aparten de los negocios de nuestro Padre. A veces cuesta ver más allá del rechazo que la vida pone ante nosotros. Como cristianos debemos aceptar tales cosas como obstáculos temporales porque sabemos que el Padre tiene sus propios planes para nosotros. Confiamos en él. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano mientras haya tiempo, mientras nos quede aliento, compartiendo lo que Dios nos dio y sabiendo que el Padre nos bendecirá con su gracia extraordinaria para que lleguemos sanos y salvos al fin del viaje.
Cristo encomendó una misión a todos los que creen en él. Los discípulos de nuestro Señor Jesucristo, también hoy en día, tenemos que ocuparnos de los asuntos de nuestro Padre diciendo: «Heme aquí, Señor; envíame».
Nadie dijo que ser cristiano sea cosa fácil. Muchos de nosotros hemos pasado por el puente de la incertidumbre y la duda. Hemos estado divididos entre el ahora de esta tierra y la eternidad prometida. En ocasiones nos fatigamos y en muchas más no entendemos por qué nos salen al encuentro tantas adversidades, sobre todo cuando nos esforzamos lo indecible por ser como Jesús. Creemos que alcanzar el nivel de obediencia que Dios nos exige es una cima absolutamente inalcanzable. Con todo, Dios nos entiende y por eso nos perdona y asciende la montaña junto a nosotros.
A veces, en oración, nos mostramos fatigados y desanimados porque no parece que obtengamos una respuesta. Nos sentimos abandonados y temerosos, a la deriva en medio de un océano de pecado que asola el mundo. Y sí, a veces sentimos la tentación de renunciar a la misión de guardar la Palabra de Dios y seguir nuestro propio camino. Luego descubrimos que, sin Dios, la paz jamás alcanzará al alma y, tras darnos cuenta de que el único bien es el que procede de sus manos, volvemos a él con un espíritu humilde y contrito. Lo vemos claro cuando nos damos cuenta de que en Dios tenemos nuestra fortaleza y, por lo tanto, las cosas solo irán bien si él tiene el control.
Nadie dijo que sería fácil, pero con él es posible. Basado en Lucas 2:41-49
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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