«Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta es limpia y recta» (Proverbios 20:11).
Una cosa es descubrir que las culturas idólatras y paganas del mundo son impuras y otra muy distinta, ver que el mundo cristiano le da la espalda a la moral y la pureza. No hay influencia que corrompa más el corazón y, por desgracia, la mente de muchos que profesan ser cristianos que los medios de comunicación de masas, en particular la televisión e internet.
Son educadores de moral disoluta. El cine y la televisión enseñan que «el sexo» sin restricciones (léase: adulterio, fornicación y homosexualidad) es normal. Por ellos cantan las alabanzas de la infidelidad conyugal y el divorcio. En los Estados Unidos, más de la mitad de los matrimonios termina en ruptura.
Casi la mitad de los niños que nacieron en este país durante el año 2009 eran hijos de madres solteras. Cada día se practican 115000 abortos, lo que equivale a 42 millones al año. El 83% de los abortos del mundo se practica en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, mientras que el 17% restante se da en los países desarrollados.
« Del mismo modo también los hombres, dejando la relación natural con la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío» (Rom. 1:27). El movimiento en favor de los derechos de los homosexuales ataca sistemáticamente la familia y ahora reclama que puedan contraer matrimonio y adoptar niños.
Existe el peligro de que los cristianos que viven en una sociedad corrupta e inmoral acaben por aceptar como normal lo que es anormal, que una persona homosexual siga su estilo de vida porque, sencillamente, no puede cambiar sus inclinaciones. Existe el peligro de que los cristianos comiencen a aceptar la fornicación y el adulterio como parte integrante de la vida. Existe el peligro de que los cristianos empiecen a pensar que, aunque el divorcio sea un asunto grave, pueda justificarse incluso cuando no hay adulterio.
Los actos impuros proceden de corazones impuros. Cuando los pensamientos del corazón son impuros, la vida es impura. Solo los puros de corazón podrán llegar a ver a Dios y vivir en gloria con él.
Cuando era niño, había una pastilla de jabón que era muy popular. El fabricante lo anunciaba como puro al 99.44%. Jesús quiere que seamos aún más puros. ¿Es esta su elección? (Basado en Mateo 5:8).
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill