martes, 2 de octubre de 2012

ALEJA LOS MOSQUITOS DE TI


«¡Ustedes, guías ciegos, cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!» (Mateo 23:24).

¿Te ha pasado alguna vez que caminando al aire libre has tenido que ponerte a espantar los mosquitos para que no te picaran? A mí sí, y es bien desagradable. No me gusta nada que esos pequeños insectos me estén fastidiando, especialmente si estoy tratando de divertirme al aire libre.  Son unos expertos aguafiestas. Si dejas que te molesten demasiado, terminarás pensando solo en ellos.
¿Sabías que la palabra «mosquito» sirve para identificar a diferentes tipos de pequeños insectos de dos alas?  Una clase de mosquito conocido como «mosca negra» puede hacer que un caballo se vuelva loco.  ¿Puedes creer que algo tan pequeño pueda llegar a ser tan molesto?
Ahora, ¿a qué crees que se estaba refiriendo Jesús en el versículo de hoy? Él estaba hablando de lo mismo que les estaba diciendo a los dirigentes de la iglesia en el versículo de ayer. Ellos se preocupaban demasiado por cosas que no eran tan importantes, y descuidaban las cosas que realmente lo son, como amar al prójimo. Busca hoy a alguien con quien compartir tu amor y demuéstrale a esa persona cuánto te importa. Haz algo especial por ella. No te preocupes por las pequeñas cosas que te molestan de esa persona. Pon el amor por los demás en primer lugar y pídele a Dios que aleje los «mosquitos» de ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA PRUEBA DE FE


Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (Mateo 5:11).

En una ocasión, cuando estudiaba secundaria en una escuela pública, el profesor de religión nos pidió que escribiéramos una redacción sobre si creíamos que Dios era alguien real o imaginario. Yo argumenté que para mí Dios era real, y agregué algunas citas bíblicas. Al recibir mi trabajo de vuelta había una X a lo largo y ancho de la hoja y una nota: «Respete. No sea fanática y confesional». Pero me entristeció mucho más oír al profesor gritándome tres veces: «Le puse esa nota porque Dios no existe». Más tarde me dijo: «Usted quiere convertir a todo el salón en un medio religioso. No la quiero más en mi clase. Le doy una calificación de aprobada, pero no venga más».
Le pedí a Dios que me diera sabiduría. La orientadora de la escuela me pidió que regresara al salón, pero mis compañeros me dijeron que ni me atreviera a entrar porque el profesor había dicho que «me echaría como a una perra». Yo no le había hecho nada: únicamente había puesto por escrito mi convicción de que Dios existe. Esa noche mi padre se arrodilló conmigo y me animó: «Sé un ejemplo para todos y ojalá que Dios tenga misericordia de ese hombre». Yo continué asistiendo a la escuela, pero no entraba a la clase de religión. Un día, el coordinador escolar me vio fuera del salón de clases, por lo que tuve que contarle lo sucedido. Él decidió tratar el caso. Citaron al maestro, y creo que Dios se manifestó en aquel lugar, porque al concluir la reunión me comunicaron: «Señorita, usted puede entrar a su clase de religión sin ningún problema».
Luego el profesor se me acercó y me dijo: «Puede volver a mi clase. No sé qué me pasó ese día». A pesar de haber sufrido bastante en aquellos días difíciles, pude testificar ante mis compañeros. Quizá tu experiencia sea diferente; pero a pesar de los ataques del enemigo no te detengas; testifica y permite que Dios te use.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Margarita Calixto Pertuz

¿SOL O SOMBRA?


Pórtense como quienes pertenecen a la luz, pues la luz produce toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad.  Efesios 5:8,9.

Se cree que Robert Hughes (1926-1958), de Illinois, Estados Unidos, ha sido la persona más gorda en la historia de la humanidad. Cuando tenía apenas seis años de edad, ya pesaba unos 92 kilogramos. A los diez años pesaba 171 kilogramos. En un momento de su vida llegó a pesar nada menos que 486 kilogramos. Para el momento de su muerte, a los 32 años de edad, pesaba alrededor de media tonelada. Se dice que su ataúd era tan grande como para transportar un piano y que tuvo que ser bajado a la fosa con una grúa (Richard B. Manchester, Incredible Facts [Hechos increíbles], pp. 102, 103).
¿Te imaginas lo que los seres de otro planeta habrían pensado si hubieran visitado la Tierra y, por pura casualidad, se hubieran topado solo con Roberto Hughes? No los culparía si pensaran que todos los terrícolas pesamos alrededor de media tonelada.
Una confusión similar ocurre, aunque en un plano muy diferente, cuando representamos mal a nuestra iglesia. Si eres el único miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en tu familia, o en tu vecindario, o en tu salón de clases, la gente que te rodea se hará una idea de lo que es un adventista por lo que vean en ti. Por ello, el privilegio de ser un cristiano adventista del séptimo día también conlleva una gran responsabilidad: dondequiera estemos, somos representantes de Cristo y, por supuesto, de nuestra iglesia.
Algunos jóvenes adventistas han vivido en carne propia una situación que ilustra lo que estoy diciendo. Me refiero a los estudiantes que han solicitado ser exonerados de los exámenes en día sábado. Entre las razones que los profesores usan para negarles la excepción, es que otros «adventistas» no han tenido problemas para presentar exámenes en día sábado. «Si otros adventistas lo hacen, ¿por qué no podrías hacerlo tú?», contestan.
Lo admitamos o no, nuestra vida afecta a los demás. Como dice Elena G. de White, nuestra conducta «produce sol o sombra» sobre todos aquellos con quienes nos relacionamos (Mensajes para los jóvenes, p. 244).
¿Qué efectos en los demás está produciendo tu conducta? ¿Es un sol que ilumina, o una sombra que oscurece?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CUANDO «NO» QUIERE DECIR «SÍ»


«De cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará» (Juan 16:23).

Un día Joni Eareckson decidió ir a nadar. Saltó de cabeza desde un embarcadero y se dio un fuerte golpe contra el fondo de la bahía. De pronto, dejó de sentir los pies. De hecho, no podía sentir nada. A partir de ese momento, su vida cambió.  Pero no solo cambió la vida de Joni, sino también la de muchos otros, porque Dios respondió a sus oraciones de una manera que ella jamás imaginó.
Joni, su familia y sus amigos oraron pidiendo un milagro. Pidieron que, de algún modo, se recuperara y pudiera dar un testimonio por el Señor que alcanzase a otros.  En aquel momento, la respuesta pareció ser negativa; pero ahora, volviendo la vista atrás, se dan cuenta de que en realidad la respuesta fue: «Sí». Joni atestigua que gracias a su tetraplejia ha influido en más vidas que si hubiera recuperado la movilidad.
La manera en que llevamos nuestras peticiones más urgentes a Dios no deja de ser algo curioso. A menudo nos acercamos a él de una forma que jamás consideraríamos si se tratara del médico de cabecera o del mecánico. Pero cuando se trata de los problemas de la vida, los pobres mortales tendemos a autodiagnosticarnos y automedicarnos.  Tratamos de manejar los asuntos por nosotros mismos y, si eso no funciona, se los llevamos a Dios en oración.  Luego tenemos el descaro de pretender convencerlo de que nuestra solución es la adecuada y de que él tiene que hacer lo que le proponemos.
Pero, ¿no podría ser que nuestro autodiagnóstico previo está equivocado? Y si no es así, quizá sea que el remedio que nos hemos prescrito no era el más conveniente. No nos sorprendamos; Romanos 8:26 nos dice que no sabemos pedir como conviene. A menudo, si bien puede parecer que Dios ha rechazado nuestras oraciones, puede ser que solo haya rechazado la forma en que insistimos en que nos respondiera...
¿Cuál es la mejor manera? Antes de sospechar que Dios no ha respondido a nuestras oraciones, es preciso que comprobemos si, de hecho, movido por su bondad, no nos ha dado más de lo que le pedíamos.  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR ES HONORABLE


Di a la congregación de Israel: Sed santos, porque Yo, el Señor vuestro Dios, soy santo" (Levítico 19:2).

Decir que tu cónyuge debería ser "santo" para ti, no significa que sea perfecto. La santidad significa que está apartado para un propósito supremo: ya no común ni cotidiano, sino especial y único. Nadie puede competir en tu corazón con una persona que para ti es santa. Es sagrada, alguien a quien honrar, alabar y defender.
La novia trata de esta manera su vestido. Luego de usarlo en su día especial, lo cubre y lo protege, y luego lo separa de todo lo demás en su armario. No la verás usándolo cuando trabaja en el jardín o sale de paseo. Su vestido de novia tiene un valor propio. De esta manera, es santo y sagrado para ella.
Cuando dos personas se casan, cada cónyuge pasa a ser "santo" para el otro, mediante la santidad inherente al matrimonio. Esto significa que ninguna otra persona en el mundo debe disfrutar de este nivel de compromiso y expresión de afecto de tu parte. La relación entre ustedes no se compara a ninguna otra. Compartes la intimidad física sólo con ella, sólo con él. Estableces un hogar con esta persona. Tienes hijos con ella. Tu corazón, tus posesiones, tu vida misma deben estar absortos en este lazo singular que compartes sólo con esta persona.
¿Las cosas son así en tu matrimonio? ¿Tu cónyuge diría que lo honras y lo respetas? ¿Lo consideras apartado y de gran valor para ti? ¿Crees que es santo? Quizá, no lo sientas, y tal vez sea por una buena razón. Tal vez quisieras que algún desconocido pudiera ver cuánta falta de respeto recibes de parte de tu esposo o esposa (alguien que hiciera que tu cónyuge se sintiera avergonzado al salir a la luz quién es en realidad a puertas cerradas).
Sin embargo, con el amor las cosas son distintas. El amor honra aun cuando lo rechazan; trata a su amado como alguien especial y sagrado aun cuando lo único que recibe a cambio es una actitud desagradecida.
Reflexión: A partir de hoy procuraré ser santo en mi relación con mi pareja y mi manera de vivir.
PÍDELE A DIOS SANTIDAD PARA TU VIDA HOY.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur