martes, 23 de octubre de 2012

MÁS GRANDE Y MEJOR


«Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía» (Juan 15:2, NVI).

Hoy estamos caminando por un huerto de árboles frutales. El aroma de los árboles cargados de frutas es realmente dulce y delicioso. ¿Sabías que Dios es un experto jardinero? ¡Sí! Lee el versículo de hoy. Ahora, yo puedo entender eso de cortar ramas que no dan fruto, pero, ¿cortar las ramas que dan fruto para que el árbol dé más fruto? Pues sí. Se llama poda.
Pero Jesús no estaba hablando de frutos reales en este versículo. Los frutos eran solo un ejemplo.
Él estaba hablando de personas. Él quiso decir que a veces las personas necesitamos ser «podadas» como los árboles frutales. Eso significa que debemos aprender lecciones que son difíciles. Cuando tus padres o maestros tienen que castigarte lo hacen para que seas mejor Así como el árbol frutal da mejores frutos después de que es podado, nosotros nos convertimos en mejores personas después de haber aprendido algunas lecciones difíciles en la vida.
Así que no tengas miedo a las situaciones difíciles que te presenta la vida. Pídele a Dios que te ayude a aprender de ellas y a ser un cristiano que dé mejores frutos para él.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA CONFIANZA UN REFUGIO SEGURO


Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. (Isaías 26:3).

En la biblia encontramos un sinnúmero de promesas que Dios ha colocado allí para que nuestra fe y nuestra confianza aumenten. Yo nací y crecí en la Iglesia Adventista, escuchando las promesas divinas. Las tenía todas muy claras, pero no fue hasta que me convertí en madre que reconocí lo importante que es para un hijo de Dios confiar plenamente en su Padre celestial.
En abril de 1992 di a luz a un hermoso bebé. Sin embargo, pronto mi alegría se tornó en angustia al saber que el niño quizá no sobreviviría, ya que presentaba serias complicaciones respiratorias. Las siguientes horas fueron interminables. Cada minuto y cada segundo parecían larguísimos. Mi corazón desfallecía de pesar. Fue entonces cuando una promesa resonó en mi mente: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado» (Isa. 26:3). Nunca antes había entendido ese mensaje de una forma tan clara. No tenía por qué sentirme abatida, ya que tenía un Dios para quien no pasa inadvertida ni una sola lágrima que derramen sus hijas.
En aquel instante mi corazón se llenó de una paz indescriptible y en medio de mi tribulación me sentí tranquila. «Y es que no se exhala un suspiro, no se siente un dolor, ni ningún agravio atormenta el espíritu, sin que haga palpitar también el corazón del Padre [...]. Dios se inclina desde su trono para oír el clamor de los oprimidos.  A toda oración sincera, él contesta: "Aquí estoy". Levanta al angustiado y pisoteado. En todas nuestras aflicciones él es afligido. En cada tentación y prueba, el ángel de su presencia está cerca de nosotros para libramos» (El Deseado de todas las gentes, cap. 37, pp. 328-329).
Hoy, gracias a su inmenso amor, aquel delicado bebé es un adolescente y le enseño a depositar su confianza en Dios. No sé cuál es tu situación, ni las pruebas que estás atravesando, pero sé que cuando acudimos a la presencia de Jesús encontramos seguridad y nos sentimos tranquilos, porque él puede dar paz a todo el que en él confía. Que el Dios de paz te bendiga y te guarde en este día. Y que puedas encontrar en él un refugio seguro.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Midalyz Santa Cruz de Hernández 

ELIJE HOY


Les he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida.  Deuteronomio 30:19

Probablemente has escuchado el relato del joven que fue al psiquiatra preocupado porque le costaba mucho tomar decisiones. Después de escuchar durante largo rato las oportunidades que el joven había desperdiciado por ser tan indeciso, el psiquiatra dio su opinión del caso.
—Definitivamente, me parece que tienes serios problemas para tomar decisiones. ¿Estás de acuerdo?
El muchacho se quedó pensativo por un momento, hasta que finalmente respondió.
—Bueno... la verdad es que sí y no.
Razón tenía el conocido psicólogo William James cuando escribió que no existe ser humano más miserable que aquel para quien nada es tan habitual como la indecisión. ¿Por qué la indecisión es un serio problema? En primer lugar, porque la vida consiste en una permanente toma de decisiones. Algunas sin mayor consecuencia (qué ropa me pondré hoy, cómo arreglaré mi cuarto...); pero otras de consecuencias duraderas (qué clase de amigos tendré, qué carrera estudiaré, con quién me casaré, qué creeré). En segundo lugar, porque aunque siempre existe la posibilidad de pedir consejos, al final te corresponde a ti decidir si aceptas o no esos consejos.
La importancia de tomar decisiones la expresa muy bien el profesor Hal Urban en las siguientes palabras:
Tú decides cómo tratar a otras personas. Puedes despreciarlas o edificarlas.
Tú decides cuánto quieres aprender. Puedes malgastar tus años de estudio o tomar la decisión de sacarles el mejor provecho.
Tú decides cómo enfrentarás las inevitables adversidades de la vida. Puedes dejar que la adversidad te destruya o buscar una fuente de fortaleza que te ayude a enfrentar los obstáculos que la vida ponga en tu camino.
Tú decides lo que vas a creer y cuál será tu propósito en la vida. Puedes vagar sin rumbo o encontrar la razón de tu existencia, y vivir de acuerdo con ese hallazgo.
Por último, tú decides tu carácter. Puedes ser menos de lo que deberías ser o todo lo que podrías ser (Life 's Greatest Lessons [Las lecciones más grandes de la vida], pp. 42-44).
Y yo agregaría un elemento más a la lista: Tú decides que lugar ocupará Dios en tu vida. Que al  igual que Josué, el héroe bíblico, puedas decir: “Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.  (Jos. 24:15).

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA BIBLIA ES NUESTRO LIBRO DE TEXTO


Mi escondedero y mi escudo eres tú; en tu palabra he esperado. (Salmo 119:114).

Estoy convencido de que el aspecto más importante de nuestra vida de oración personal es el arrepentimiento. Jesús prometió que enviaría el Espíritu Santo y lo primero que sentiríamos cuando viniese es que seríamos convencidos de pecado.
De hecho, hay bendiciones que vienen por el ayuno, otras por orar toda la noche y otras por dedicar cada mañana dos horas a la oración. Pero es posible que alguien sea capaz de hacer todas estas cosas y, sin embargo, no poner el corazón en ello. Las Escrituras nos advierten que es posible mantener una piedad formal y, a la vez, negar el poder que hay en ella (ver 2 Tim. 3:5). La prueba final de la oración efectiva es una vida cambiada. Jesús lo expresa de otra manera: «Así que por sus frutos los conoceréis» (Mat. 7:20).
Es posible que, en gran parte, la oración acabe por convertirse en un hábito según el cual oramos pidiendo cosas equivocadas o pedimos cosas correctas pero con un motivo equivocado. «Pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos» (Rom. 8:26). Por esa razón es preciso que, constantemente, recurramos a la Palabra de Dios para establecer los términos de referencia de nuestras oraciones. Si bien el Espíritu Santo llama a la puerta del corazón y nos llama a la oración, la Biblia siempre tiene que ser el libro de texto que nos enseñe qué tenemos que pedir en oración.
En cierta ocasión, una joven me dijo que salía con una persona que profesaba otra fe. Cuando sus amigos se lo desaconsejaron, ella respondió que no había nada malo porque estaba orando al respecto. ¿Sus oraciones estaban de acuerdo con la Palabra de Dios? «La oración es rendición: rendición a la voluntad de Dios y cooperación con esa voluntad. Si arrojo un ancla por la borda y, aferrándome a ella, tiro, ¿se acercará la orilla hacia mí o yo me acercaré a la orilla? La oración no es llevar a Dios a mi terreno, sino alinear mi voluntad con la de Dios» (E. Stanley Jones, Liberating Ministry From The Success Syndrome [Liberando el ministerio del síndrome del éxito]; Tyndale: K. Hughes [1988], p.73).
¿Son sus oraciones conformes a la voluntad de Dios revelada en su Palabra?  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill