lunes, 13 de agosto de 2012

A LA MODA BAJO LOS ÁLAMOS


«En lo alto de los montes y sobre las colinas queman incienso y ofrecen sacrificios, y también bajo la buena sombra de los robles, los álamos y las encinas» (Oseas 4: 13).

Si estás leyendo esto en el hemisferio norte de la tierra, estás en pleno verano. Es un día caluroso y de mucho sol, así que mejor pongámonos debajo de aquel álamo que está allá. Qué bueno es contar con un buen árbol en el verano, ¿verdad? De hecho, los álamos pertenecen a una especie de árboles que son muy grandes. Yo vivo en Colorado, Estados Unidos, y me encanta el tipo de álamos que tenemos acá.
Desafortunadamente, en los tiempos del antiguo Israel el pueblo de Dios usaba los álamos para más que obtener sombra. El versículo de hoy nos dice que ofrecían sacrificios debajo de ellos. Lo triste es que esos sacrificios no estaban dirigidos al Dios del cielo sino a otros dioses. Israel estaba haciendo lo que estaba a la moda bajo los álamos. Eso significa que estaban siguiendo a la multitud. Estaban haciendo lo que los demás hacían sin siquiera pensarlo.
Dios quiere que nosotros tengamos criterio propio. Él no quiere que hagamos lo que hacen los demás solo porque es popular o está de moda. Ten personalidad propia y actúa como Jesús quiere que lo hagas. No te preocupes por estar a la moda bajo los álamos.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CAMBIA LA ENVIDIA POR EL AMOR



 Ellos respondieron; «Hemos visto que Jehová está contigo, y dijimos; "Haya ahora juramento entre nosotros":  Haremos contigo este pacto» (Génesis 26:28).


Si tuviera que clasificar los sentimientos que los seres humanos experimentamos, sin duda alguna colocaría a la envidia entre los más sutiles y dañinos, ya que roba la alegría y puede levantar un muro de separación entre las personas. Generalmente no deseamos que otros sientan envidia de nosotros, pero esta surge si los que nos rodean piensan que son excesivas la prosperidad, la felicidad y las bendiciones que disfrutamos.
Abimelec, rey de los filisteos, observaba muy de cerca a Isaac y la forma como este se comportaba, especialmente la forma en que prosperaba. De manera que decidió hacerle una visita para hablar con él. Por las palabras de Abimelec entendemos que la prosperidad material que Dios le había dado a Isaac era mucha, a tal grado que quienes lo rodeaban sentían envidia de él y gran temor.
En la actualidad esa situación se repite con mucha frecuencia. Los seres humanos deberíamos sentirnos felices al ver la prosperidad de otros e incluso orar y agradecer a Dios por las bendiciones que derrama sobre nuestros familiares, amigos y conocidos; aunque a menudo no lo hacemos. Isaac era consciente de que el rey de los filisteos no había sido amable con él. Juzgando por otros incidentes del pasado pudo creer que aquella visita tenía un doble propósito. Abimelec quería asegurarse de que aquel hombre que prosperaba no sería una amenaza para él, por lo que prefería mantenerlo alejado. Por otro lado, el corazón de Isaac estaba lleno de gratitud. En lugar de dar rienda suelta a su resentimiento por la forma ruda e injusta en que había sido tratado, mostró más bien un espíritu de bondad y un corazón dispuesto a perdonar a sus enemigos. Me gusta pensar que quienes nos rodean observan la forma maravillosa en que Dios nos bendice. Si bien es cierto que esto podría despertar en ellos sentimientos de envidia, estoy convencida también de que cuando traíamos a nuestros adversarios con amor, respeto, y cariño, somos una bendición para ellos. Ojalá que el Dios de la prosperidad se manifieste a través nosotros para llevar incluso a nuestros adversarios paz y buena voluntad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Evelyn Herrera de Omaña

¡A CORRER!


Esfuércense, no sean perezosos. Romanos 12:11.

«Cada mañana en África —dice una antigua parábola— una gacela abre los ojos. Sabe que tiene que correr más rápido que el león más veloz o morirá. De igual manera, cada mañana un león abre los ojos. Sabe que tiene que correr más rápido que la gacela más lenta, o morirá de hambre. Por ello, no importa si usted es el león o la gacela, cuando salga el sol, ¡empiece a correr!»
El mensaje está claro: apenas comienza el día, hay que ponerse en acción. Las actividades son tantas y tan variadas, que a veces quisiéramos que el día tuviera más de 24 horas.
Pero no nos equivoquemos con esto de «ponerse en acción», porque el movimiento por sí solo no necesariamente significa avance. Aquí estamos hablando de distinguir entre lo importante y lo urgente.
Sean Covey, en The 7 Habits of Highly Effective Teens [Los siete hábitos de los - adolescentes muy efectivos], habla de cuatro tipos de personas, de acuerdo a la manera como manejan ¡o importante (las actividades que nos permiten alcanzar las metas significativas de la vida) y lo urgente (las cosas que nos presionan a actuar, aunque no sean realmente significativas). Ellos son:
1. Los postergadores. Esta es la gente que sabe lo que es importante en la vida, pero que continuamente lo dejan para después, porque siempre tienen algo urgente que hacer. Viven «apagando incendios».
2. Los complacientes. Al igual que el grupo anterior, esta gente también vive atendiendo lo urgente, pero en su caso se debe a que no saben decir que «no». Como dicen que «sí» a todo lo que se les cruza en el camino, no tienen tiempo ni siquiera para pensar en sus propios asuntos.
3. Los perezosos representan el grupo indeseable, puesto que en su vida no hay nada que se pueda llamar «urgente» y mucho menos «importante». 
4. Los planificadores. Este es el grupo ideal, porque incluye a la gente que organiza bien sus prioridades en la vida. Son capaces de identificar lo que realmente cuenta (Dios, la familia, la salud, la gente, el trabajo, los estudios, etc.); y planifican su vida de modo que tienen tiempo para atender lo que es importante; y las emergencias, cuando se presentan.
¿Con cuál grupo te identificas? Planifica tu día de tal modo que siempre tengas tiempo para lo que de verdad vale la pena en esta vida.
Padre celestial, dame sabiduría para identificar lo que es realmente importante en la vida, y para hacerlo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL RICO NECIO (PARTE 1)


«Así ha dicho Jehová: "No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.  Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan", dice Jehová» (Jeremías 9:23,24).

Un día un hombre se acercó a Jesús. Estaba enojado porque su hermano no le daba su parte de la herencia. Jesús se negó a participar en la disputa, pero aprovechó la situación para contar una parábola sobre un hombre rico que tenía mucha tierra. Cada año la cosecha era más grande, hasta el punto de que acabó faltándole espacio para almacenarla. De modo que decidió derribar los graneros y construir otros más grandes. «Luego», dijo, «me retiraré a comer y beber y a hacer lo que me plazca». Pero esa misma noche Dios le dijo: «Siento que fueras tan necio y solo pensaras en ti mismo. Esta noche morirás; ¿quién disfrutará de todo eso por lo que tanto te esforzaste?».
Si no queremos cometer sus mismos errores, es preciso que reconozcamos que lo que hizo el hombre era absurdo. De ello podemos aprender algunas lecciones:
Es absurdo atribuirse el mérito de las abundantes bendiciones del Señor. Si nuestra única preocupación es acumular para nosotros mismos de las cosas buenas que proporciona la vida, hemos olvidado que no son nuestras, que nosotros no somos más que mayordomos de los bienes del Señor.
Es absurdo que acumulemos posesiones. Tenemos que estar dispuestos a usar los recursos de que disponemos para ayudar a los demás —a los pobres, los forasteros, los huérfanos y las viudas—- en lugar de pensar solo en nosotros mismos.
Es absurdo suponer que tendremos un futuro próspero y libre de problemas. El mañana es incierto. Está en manos de Dios.
Mañana veremos más formas de caer en la trampa de ser como el rico insensato.
Señor, ayúdame a compartir tus bendiciones con los demás. Basado en Lucas 12:16-21

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill