«¡No hay remedio para tu herida; tu llaga es incurable! Todos los que oyen de tu desgracia aplauden de alegría, pues, ¿quién no sufrió tu maldad sin fin?» (Nahúm 3:19).
Si estuvieras caminando y encontraras a alguien que se ha caído y estuviera sangrando, ¿qué harías? Lo primero sería tratar de parar el sangrado. Para eso debes usar un trapo y guantes, si los tienes, y vendar la herida. Es importante tratar de evitar que la persona derrame mucha sangre. Si haces esto, te convertirás en un «buen samaritano».
Sin embargo, e versículo de hoy narra una triste historia de alguien a quien nadie quiere ayudar De hecho, la gente aplaude cuando esta persona cae y se hace daño. ¿Por qué? Porque a quien le está ocurriendo la desgracia es una persona cruel. Esta persona ha tratado muy mal a los demás y por eso ahora nadie quiere ayudarlo.
Un buen samaritano no puede ser así. Nosotros siempre tenemos que ayudar a quien lo necesite, incluso si es una persona cruel. Pero esa no es la única lección importante que debemos aprender de esto. La otra lección es que debemos ser buenos y tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Ayuda a los demás cuando estén en problemas, y algún día, si estás en problemas, podrás encontrar a alguien que te ayude con alegría.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush