El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos (Salmo 34: 7).
Era una mañana de primavera y me levanté temprano para llegar a tiempo al colegio. Me tocaba iniciar la semana de oración estudiantil. ¡Qué preciosas alabanzas entonaban nuestros alumnos y el Espíritu de Dios se sentía entre nosotros! Al terminar el programa pasamos a nuestros salones para iniciar las labores docentes, me asomé por la ventana para respirar aire fresco y contemplar el campo verde, flores, olivos y al cerro Cuchuma. Al poco rato un alumno gritó: «¡Hay un poco de fuego!» Fuimos hacia la ventana y observamos con preocupación que un incendio avanzaba tenebrosamente hacia el colegio. Inmediatamente sacamos a nuestros alumnos al campo de enfrente; los más pequeños empezaron a gritar y llorar. El fuego avanzaba a gran velocidad. Estaba a solo tres metros de los salones traseros cuando de pronto sucedió un milagro: el viento cambió de dirección, el fuego ya no avanzó y dio tiempo para que llegaran los bomberos, quienes lograron sofocar el siniestro unos minutos después. Los alumnos dijeron que no vendrían a clases al día siguiente, pero esa tarde platicamos con los padres y los enviaron de nuevo a clases. Ni el susto ni el fuego pudieron detener el programa espiritual que teníamos. Todo el equipo de maestros nos reunimos esa tarde en agradecimiento y oración por la protección fiel y maravilloso de nuestro buen Dios. ¡Cuántas promesas de protección se han cumplido delante de nuestros ojos! Estoy segura que allí estuvieron los ángeles cuidando de nuestro colegio y alumnos. Fiel es Dios y cumple sus promesas.
Era una mañana de primavera y me levanté temprano para llegar a tiempo al colegio. Me tocaba iniciar la semana de oración estudiantil. ¡Qué preciosas alabanzas entonaban nuestros alumnos y el Espíritu de Dios se sentía entre nosotros! Al terminar el programa pasamos a nuestros salones para iniciar las labores docentes, me asomé por la ventana para respirar aire fresco y contemplar el campo verde, flores, olivos y al cerro Cuchuma. Al poco rato un alumno gritó: «¡Hay un poco de fuego!» Fuimos hacia la ventana y observamos con preocupación que un incendio avanzaba tenebrosamente hacia el colegio. Inmediatamente sacamos a nuestros alumnos al campo de enfrente; los más pequeños empezaron a gritar y llorar. El fuego avanzaba a gran velocidad. Estaba a solo tres metros de los salones traseros cuando de pronto sucedió un milagro: el viento cambió de dirección, el fuego ya no avanzó y dio tiempo para que llegaran los bomberos, quienes lograron sofocar el siniestro unos minutos después. Los alumnos dijeron que no vendrían a clases al día siguiente, pero esa tarde platicamos con los padres y los enviaron de nuevo a clases. Ni el susto ni el fuego pudieron detener el programa espiritual que teníamos. Todo el equipo de maestros nos reunimos esa tarde en agradecimiento y oración por la protección fiel y maravilloso de nuestro buen Dios. ¡Cuántas promesas de protección se han cumplido delante de nuestros ojos! Estoy segura que allí estuvieron los ángeles cuidando de nuestro colegio y alumnos. Fiel es Dios y cumple sus promesas.
Reyna Ibarra de Guevara
Tomado de la Matutinas Manifestaciones de su amor
Tomado de la Matutinas Manifestaciones de su amor