Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios. Éxodo 19:17.
La gran columna de nube se movía ininterrumpidamente, justo delante de los israelitas. El pueblo a menudo, no podía comprender cómo se iban a desplazar por alguna de las cuantiosas montañas que se elevaban frente a ellos, “pero cuando se acercaban, aparecían salidas aquí y allá en la muralla de la montaña, y otra llanura se presentaba ante su vista. Por uno de estos profundos y arenosos pasos, iban ahora. Era una escena grandiosa e imponente. Entre los peñascos que se elevaban a centenares de metros a cada lado, fluía la corriente de las huestes de Israel con sus ganados y sus ovejas, como un torrente vivo que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Y entonces, con solemne majestad, el monte Sinaí levantó ante ellos su maciza frente. La columna de nube se posó sobre su cumbre, y el pueblo levantó sus tiendas en la llanura. Allí habían de morar durante casi un año” (Patriarcas y profetas, p. 308).
Cuando el sol se ocultó aquella noche, la columna se convirtió en fuego, calentando e iluminando el campamento entero, y asegurando al pueblo la protección de Dios.
Dios había traído a su pueblo al lugar en el cual había llamado a Moisés. Allí, en la base de esta gran montaña, que se elevaba a más de 6.000 pies [1.828 metros] en el cielo, ellos iban a recibir la demostración de majestad más maravillosa que alguna vez se haya dado.
Los israelitas tenían que prepararse para esta ocasión majestuosa y santa. Tenían que lavar sus ropas y examinar sus corazones.
Moisés tenía que hacer construir, también, un cerco alrededor del pie de la montaña, en caso de que a algún animal se le ocurriera acercarse demasiado y muriera.
En la mañana del tercer día, cada ojo estuvo fijo en el monte Sinaí. La columna se había extendido sobre la cumbre de la montaña, y la nube oscura se hacía cada vez más negra. Luego, de la oscuridad vino el sonido de una trompeta cuyo sonido podía escucharse por todo el valle, llamando al pueblo a encontrarse con Dios.
Moisés guio al pueblo a la base de la montaña. Los relámpagos destellaron y se oyeron truenos. Un terremoto sacudió toda la montaña. Cada hombre, mujer y niño tembló de miedo. Dios nunca había dado tal demostración a nadie. Tan poderosa era la impresionante conmoción de poder, tan terroríficas las vistas y los sonidos, que hasta Moisés exclamó: “estoy espantado y temblando” (Hebreos 12:2l).
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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