lunes, 24 de septiembre de 2012

¡QUIERO!


«Jesús lo tocó con la mano, y dijo: "Quiero. ¡Queda limpio!" Al momento, el leproso quedó limpio de su enfermedad» (Mateo 8:3).

Imaginemos que estamos caminando por la tierra de la Biblia hace miles de años. Hemos llegado a un lugar solitario lleno de cuevas. Escucho un gemido, como si alguien se estuviera quejando. Creo que viene de esa cueva. Veamos si podemos ayudar.  Oh, pobre hombre. Sus manos y pies están vendados. ¿Qué es eso que tiene en su nariz? La piel de su cuerpo está llena de manchas blancas. Es lepra.
La lepra es causada por una bacteria que se va comiendo la piel de la gente. Es triste, pero en los tiempos bíblicos no había medicinas para tratar esta enfermedad. Quienes la sufrían eran enviados a vivir en cuevas lejos de todo el mundo, hasta que morían en ellas.
Como lo muestra el versículo de hoy, Jesús podía curar incluso a los leprosos, y hoy él puede curarte a ti también. Él ciertamente puede curar nuestras enfermedades, pero más importante que eso, puede limpiar tu vida de pecado. ¿Le dirás hoy tú también que quieres ser limpio?

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PANES CUADRADOS


Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan. (Lucas 11:28).

Todo comenzó con un sueño que tuvo mi padre. En el sueño, él iba caminando por una calle cuando un ángel bajo del cielo y lo puso en las manos un pan cuadrado.  Más tarde fue llevado a un lugar donde había muchos panes de forma cuadrada y de diferentes tamaños, que él debía compartir.  Ese sueño hizo que papá se quedara pensando en su significado.
Un sábado, uno de los proveedores de mi padre no llegó al comercio a cobrar una fractura, y aquel era el día señalado para atender a los proveedores.  La semana siguientes mi padre tomó a aquel hombre del brazo y le dijo: «Señor, yo no pago hoy, sino únicamente los sábados.  Así que explíqueme por qué usted no vino a cobrar el día indicado».  Aquella fue la oportunidad para que mi padre recibiera el mensaje de salvación.  Escuchó atentamente el testimonio de aquel hermano y decidió conocer más acerca de Dios y de su día de reposo.
Una vez en la iglesia, un hermano lo animó a que se dedicara a colportar, por lo que mi papá decidió ir de vista a la agencia de publicaciones.  Allí le llamó la atención ver que dos obras estaban arrinconadas sin venderse: El Deseado De Todas Las Gentes y El Conflicto de los Siglos.  Había muchísimo ejemplares.  Mi padre dijo: «Denme esos libros, yo los voy a vender todos».  Al director de colportaje se le hizo difícil creer que aquel novato iba a vender aquellos libros que llevaban tanto tiempo almacenados.  Si embargo, papá insistió, por lo que le entregaron unos pocos para hacer una prueba.  ¡Los vendió todos!
Es maravilloso pensar que Dios nos llama a cada uno en forma individual.  Papá siempre vivió convencido de que aquellos libros con el mensaje de salvación que vendió durante más de cuarenta años, era los panes cuadrados de diferentes tamaños que el ángel le mostró en aquel sueño.  Quizá Dios ponga hoy en tu camino a alguien que necesita conocer al Señor.  «Jesús les respondió: “Yo soy el pan de vida.  El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás”».  (Juan 6:35)

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Margarita Calixto Pertuz

LA COBARDÍA NO SIEMPRE ES MALA


Vale más perro vivo que león muerto. Eclesiastés 9:4

Siempre hemos escuchado que, si no queremos ser víctimas de la tentación, tenemos que evitar a toda costa dar el primer paso en falso; es decir, tenemos que rechazarla desde su primera insinuación. No obstante, ¿qué debemos hacer cuando, sin buscarla, la tentación se presenta ante nosotros?
Pensemos en el caso de Eva, la esposa de Adán. ¿Fue Eva conscientemente al árbol del fruto prohibido? No. El libro Patriarcas y profetas, en la página 33, nos dice que «distraída en sus agradables labores, inconscientemente se alejó del lado de su esposo». Su error fue quedarse en «territorio enemigo».
¿Se repite hoy la historia? Sin lugar a dudas, solo que con diferentes escenarios y protagonistas. Un jovencito que está pasando canales de la TV con el control remoto, y de repente se topa con una escena calificada como «X». ¿Qué debería hacer? Unos novios que, sin planificarlo, de repente se encuentran solos en un ambiente romántico, y con las hormonas funcionando al máximo. ¿Qué deberían hacer? Un estudiante que necesita aprobar un examen para graduarse y no tiene las respuestas en su mente, pero que sabe que, a su lado, un compañero está dispuesto a compartirlas. ¿Qué debería hacer?
Sí, ¿qué hacer cuando la tentación «nos visita» sin haber sido formalmente invitada? La respuesta nos la dio, curiosamente, el famoso escritor Mark Twain cuando, echando mano de su buen sentido del humor, afirmó que la mejor arma para no ceder a la tentación es la cobardía. Tiene razón. ¿Qué hizo José en Egipto cuando la esposa de Potifar lo acosó sexualmente? ¡Salió corriendo! ¿Qué tal si José hubiera razonado así: «Voy a quedarme aquí y le pediré a Dios que me a ayudar a resistir el ataque de esta fiera»? Los resultados habrían sido desastrosos.
No intentes saber cuan fuerte eres para resistir el mal. Miles de jóvenes han arruinado sus vidas porque pensaron que eran suficientemente fuertes para resistir la tentación. O creyeron que nunca serían capaces de llegar tan lejos. Es preferible mil veces que te llamen cobarde, a que «vendas tu primogenitura por un plato de lentejas».
Ya lo dijo el sabio: «Más vale perro vivo que león muerto».
Amado Padre celestial, dame valor para huir de la tentación en el momento oportuno.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PODER EN EL NOMBRE DE JESÚS


«Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo» (Juan 16:24).

«Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirlo. La oración no baja a Dios hasta nosotros, antes bien nos eleva a él» (La oración, cap. 1, p. 8).
Suponga que usted necesita conseguir algo o ver a alguien que es muy importante para usted pero sus gestiones no consiguen llegar a buen puerto. Parece que todas las puertas están cerradas para usted. Entonces se encuentra con un buen amigo suyo. Siente la necesidad de hablarle de su necesidad y, nervioso, le abre el corazón entre lágrimas y sollozos.
Su amigo escucha su historia, le pone la mano en el hombro y le dice: «¿Eso es todo? Tengo buenas noticias: te puedo ayudar. Resulta que la persona a quien necesitas ver es muy amiga mía. De hecho, somos casi como de la familia. Seguro que te ayudará a resolver tu problema. Dile que vas de mi parte».
De repente, usted se ve liberado de la carga y todo está en orden. Obtendrá la respuesta que necesita porque va a ver a esa persona importante en nombre de su amigo. Eso mismo sucede cuando oramos a Dios. Jesús nos invita a acercarnos confiadamente al Padre en su nombre con la certeza de que nos oirá porque él es como ese buen amigo del ejemplo.
«Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias y a confiarle toda su solicitud. Y la seguridad que les dio de que sus oraciones serían oídas nos es dada también a nosotros» (El camino a Cristo, cap. 11, p. 93).
«Son pocos los que aprecian o aprovechan debidamente el precioso privilegio de la oración. Debemos ir a Jesús y explicarle todas nuestras necesidades. Podemos presentarles nuestras pequeñas cuitas y perplejidades, como también nuestras dificultades mayores. Debemos elevar al Señor en oración cualquier cosa que se suscite para perturbamos o angustiarnos» (La oración, cap. 2, p. 27). ¡Cuánto poder hay en el nombre de Jesús!  Basado en Lucas 18: 1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR DEJA QUE EL OTRO GANE


Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús (Filipenses 2:5).

Solo hay una manera de salir de puntos muertos como estos, y es encontrar una palabra que sea lo opuesto de la obstinación, una palabra que encontramos antes cuando hablábamos sobre la amabilidad. Esa palabra es "disposición". Se trata de una actitud y un espíritu de cooperación que deberían impregnar nuestras conversaciones. Se parece a una palmera junto al océano, que soporta los vientos más fuertes porque sabe cómo doblarse con gracia. Y el mejor ejemplo es Jesucristo, como se lo describe en Filipenses 2. Sigue la evolución de su amor desinteresado...
Como Dios, tenía todo el derecho de negarse a transformarse en hombre pero cedió y lo hizo... porque estaba dispuesto. Tenía derecho a que toda la humanidad lo sirviera, pero en cambio, vino a servirnos. Tenía derecho a vivir en paz y seguridad, pero voluntariamente entregó su vida por nuestros pecados. Incluso accedió a soportar la tortura penosa de la cruz. Amó, cooperó y estuvo dispuesto a hacer la voluntad de su Padre en vez de la suya. En vista de este testimonio increíble, la Biblia nos instruye con una frase que resume todo: "Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús" (Filipenses 2:5): la actitud de la disposición, la flexibilidad y la sumisión humilde. Significa entregar por el bien de los demás lo que tienes derecho a reclamar para ti mismo.
Lo único que se necesita para que sus peleas actuales continúen es que permanezcan atrincherados e inflexibles; pero cuando uno de ustedes dice: "Estoy dispuesto a hacer las cosas a tu manera en esto", la discusión se termina de inmediato. Y aunque llevarlo a cabo quizá te cueste algo de orgullo e incomodidad, has hecho una inversión amorosa y duradera en tu matrimonio.
Reflexión: Hoy procuraré dar espacio y respetar la individualidad de mi pareja y entenderla.

PIDE A DIOS QUE TE AYUDE A HACER REAL TU SUEÑO CON RESPECTO A TU MATRIMONIO.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur