Vale más perro vivo que león muerto. Eclesiastés 9:4
Siempre hemos escuchado que, si no queremos ser víctimas de la tentación, tenemos que evitar a toda costa dar el primer paso en falso; es decir, tenemos que rechazarla desde su primera insinuación. No obstante, ¿qué debemos hacer cuando, sin buscarla, la tentación se presenta ante nosotros?
Pensemos en el caso de Eva, la esposa de Adán. ¿Fue Eva conscientemente al árbol del fruto prohibido? No. El libro Patriarcas y profetas, en la página 33, nos dice que «distraída en sus agradables labores, inconscientemente se alejó del lado de su esposo». Su error fue quedarse en «territorio enemigo».
¿Se repite hoy la historia? Sin lugar a dudas, solo que con diferentes escenarios y protagonistas. Un jovencito que está pasando canales de la TV con el control remoto, y de repente se topa con una escena calificada como «X». ¿Qué debería hacer? Unos novios que, sin planificarlo, de repente se encuentran solos en un ambiente romántico, y con las hormonas funcionando al máximo. ¿Qué deberían hacer? Un estudiante que necesita aprobar un examen para graduarse y no tiene las respuestas en su mente, pero que sabe que, a su lado, un compañero está dispuesto a compartirlas. ¿Qué debería hacer?
Sí, ¿qué hacer cuando la tentación «nos visita» sin haber sido formalmente invitada? La respuesta nos la dio, curiosamente, el famoso escritor Mark Twain cuando, echando mano de su buen sentido del humor, afirmó que la mejor arma para no ceder a la tentación es la cobardía. Tiene razón. ¿Qué hizo José en Egipto cuando la esposa de Potifar lo acosó sexualmente? ¡Salió corriendo! ¿Qué tal si José hubiera razonado así: «Voy a quedarme aquí y le pediré a Dios que me a ayudar a resistir el ataque de esta fiera»? Los resultados habrían sido desastrosos.
No intentes saber cuan fuerte eres para resistir el mal. Miles de jóvenes han arruinado sus vidas porque pensaron que eran suficientemente fuertes para resistir la tentación. O creyeron que nunca serían capaces de llegar tan lejos. Es preferible mil veces que te llamen cobarde, a que «vendas tu primogenitura por un plato de lentejas».
Ya lo dijo el sabio: «Más vale perro vivo que león muerto».
Amado Padre celestial, dame valor para huir de la tentación en el momento oportuno.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala