jueves, 12 de julio de 2012

NO TE RÍAS AHORA


«En sus fortalezas aullarán las hienas, y en sus lujosos palacios, los chacales. Su hora está por llegar, y no se prolongarán sus días» (Isaías 13:22).

Ten cuidado ahora, pues vamos a caminar por un lugar peligroso. Es el territorio de las hienas. Las hienas son unos miembros poderosos de la familia de los perros que cazan de noche animales débiles o heridos. Un tipo de hiena incluso se «ríe» cuando captura a sus víctimas, o al menos suena como si se estuviera riendo. Pero si fuera inteligente no lo haría, porque los leones escuchan esa risa y se acercan a robarles la comida. ¿Por qué no me causa compasión la hiena?
Satanás se parece mucho a las hienas. Él siempre anda en busca de las almas del pueblo de Dios. Puedo imaginarlo riendo cuando hace que pequemos y nos alejemos de Dios. Pero él no debería reírse, pues Dios lo escucha y acude a rescatarnos. Él es el «León de la tribu de Judá» y siempre está ahí para ayudarnos a salir de nuestros peores pecados.
Caminar en el territorio de Satanás es peligroso. Debemos permanecer lo más alejados posible de él. Pero también debemos recordar que Jesús es un fuerte león que siempre vendrá a salvarnos cuando estemos en problemas. ¡Te cuidado, Satanás, no te rías ahora!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA PROFESIONAL DE LA MEDICINA


Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y el hará (Salmo 37:5).

El crecimiento exponencial de la ciencia durante los últimos años nos ha permitido descubrir que la integración de los conocimientos básicos y de las nuevas disciplinas es absolutamente necesaria para comprender mejor el mundo en que vivimos. Entre otras cosas hemos observado un gran desarrollo de técnicas y aparatos utilizados en los laboratorios, así como de otros equipos médicos y de diagnóstico.
En el contexto de un mundo tan convulsionado y lleno de cinismo, no es tan fácil ser una profesional de la medicina sin tener que enfrentar grandes desafíos. La medicina es una de las hermosas profesiones que el Señor permitió que se desarrollara para que ayudemos a la gente en sus enfermedades y dolencias.
Las especialidades médicas que se ocupan de la mujer, y en especial de la mujer embarazada, nos permiten tener una hermosa relación no solo con la paciente, sino con toda la familia, prácticamente desde el momento en que un nuevo ser se concibe. Los avances tecnológicos nos ayudan a observar el crecimiento del feto desde poco después de la concepción, hasta que llega al mundo con sus tiernos puñitos apretados, como un símbolo de nuestros corazones egoístas. Podremos escuchar sus primeros gritos anunciando a todos su llegada.
Los obstetras tenemos la oportunidad de tomarlos en brazos para presentarlos al Dios del cielo, diciendo quizá en voz baja: «Señor, encomiendo esta vida a tu cuidado». Sus madres lloran muchas veces de gozo, olvidando los momentos de dolor del parto, mientras que yo, con una ligera sonrisa, deseo que ese bebé sea un tesoro para el reino de Cristo. La nuestra es una de las muchas profesiones en las que disfrutamos el gozo de servir.
Madre, lo que tú llevaste en tu vientre, entrégalo a Jehová cada día y verás tu recompensa. Encomienda a Jehová su camino y confía en que él hará de ese bebé un fiel hijo suyo. ¡Cuando él regrese, espero ver a muchos de los tantos niños y niñas que Dios me ha permitido traer a este mundo! Es mi deseo para ti, madre que lees estas líneas, que encuentres en Dios la sabiduría y la fortaleza para conducir a tus hijos en amor y enseñarles los principios del reino eterno.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Zoila E Carrillo Icaza, es ginecóloga.

¿CÓMO JUSTIFICAR LOS INJUSTIFICABLE?


No se dejen engañar. Ustedes bien saben que los que hacen lo malo no participarán en el reino de Dios. 1 Corintios 6:9, TLA

Según Marian Wallace y Vanessa Warner, cada año en los Estados Unidos unas cuarenta mil personas se infectan con el virus del sida; un millón de adolescentes resultan embarazadas; y más de un millón de bebés mueren producto de abortos, de los cuales un veinte por ciento corresponde a embarazos adolescentes («Abstinence: Why Sex Is Worth the Wait» [Abstinencia: Por qué vale la pena esperar]; www.cwa.org).
¿Se necesitan acaso cifras más convincentes para mostrar que las relaciones sexuales fuera del matrimonio son una verdadera plaga? Para los defensores del «sexo seguro» sí, porque siguen tratando de justificar lo injustificable. Para ello echan mano de varias «verdades a medias». He aquí algunas, según se presentan en un artículo de la revista Prioridades (agosto, 2008, pp. 4, 5).
Todo el mundo lo está haciendo. Esta afirmación es falsa. Son muchos los jóvenes que han decidido conservarse sexualmente puros hasta el día de su boda. Estos jóvenes no están dispuestos a perder su integridad en relaciones sexuales sin el sentido de compromiso que caracteriza la relación íntima en el matrimonio.
El sexo es una necesidad biológica. Sí lo es, pero no sabemos de ningún joven que haya muerto por no tener relaciones sexuales antes del matrimonio. En cambio sí sabemos de muchos que han arruinado su vida por mantener relaciones sexuales sin casarse. 
Los relaciones prematrimoniales ayudan a perfeccionar la técnica sexual. Si solo de técnica se tratara, entonces tendríamos que admitir que quienes frecuentan prostíbulos y las prostitutas veteranas serían los mejores candidatos para un matrimonio feliz. Pero sabemos que la realidad es otra, porque «no solo de técnica vivirá un matrimonio».
Nos permiten saber si somos compatibles sexualmente. El problema con esta afirmación es que choca de frente con investigaciones serias que muestran que la «compatibilidad sexual» no es garantía de felicidad matrimonial.
La lista de «medias verdades» podría continuar, pero no vale la pena. A simple vista, aparecen como lo que son: excusas para justificar injustificable. Para el joven cristiano, en cambio, la opinión que cuenta es la Dios.  ¿Qué piensa Dios de las relaciones sexuales fuera del matrimonio?
La Palabra de Dios dice que ni los fornicarios ni los adúlteros heredarán el reino de Dios. ¡Y Punto! 
Señor, ayúdame hoy y siempre a conservar mí cuerpo y mi mente puros.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL GRANO LLENO EN LA ESPIGA


«Mientras la tierra permanezca no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor el verano y el invierno, el día y la noche» (Génesis 8:22).

Lo reconozco, soy un hortelano impaciente. Después de plantar semillas en mi pequeño huerto, me quedo un rato, mirando. Luego, cada día, vuelvo al huerto y vuelvo a mirar durante un rato. Quiero ver salir los primeros brotes verdes.
Jesús contó una historia sobre un agricultor que sembró un gran campo de trigo. Como es natural, tuvo que arar y preparar el suelo; pero después que lo hubo sembrado, ya no podía hacer nada más para que las semillas crecieran. Quedarse de pie, mirando, sería de muy poca ayuda. Por la noche se fue a dormir y, a la mañana siguiente, cuando se levantó, ni siquiera pensó en la siembra del día anterior, se fue a hacer otras tareas. Con todo, las semillas germinaron y el trigo creció por el poder del Dios de la naturaleza.
¿Por qué contó Jesús esta historia? No quería que sus discípulos se desanimaran si veían que su predicción no obtenía resultados inmediatos. Tampoco quiere que nadie se atribuya el mérito de que personas acepten la verdad. Esta parábola iba destinada  no solamente a sus discípulos, sino a todos cada uno de los obreros de Cristo, tanto del pasado como de la actualidad.
Los que trabajan por Jesús escogen dónde sembrar, reúnen los materiales necesarios, preparan la tierra, la abonan y plantan la semilla. Pero no pueden hacer que las semillas crezcan.
La semilla es el evangelio. Sembrar y recibir la Palabra de Dios con fe es obra de la gracia. El Espíritu de Dios hace que crezca mientras dormimos, cuando estamos despiertos y cuando nos ocupamos de otros asuntos (ver Job 33:15,16). Aunque los profetas ya han muerto y reposan en la tumba, la Palabra que predicaron todavía lleva a cabo su obra (ver Zac. 1:5,6).
Que la semilla crezca depende del corazón del que escucha. Nuestro trabajo como obreros de Cristo es sembrar la semilla en todos los corazones. No podemos discernir si los corazones serán o no receptivos; no es nuestra responsabilidad. Nosotros solo tenemos que sembrar. Dios ya recogerá la cosecha. Basado en Marcos 4:26-29

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill