No tengas envidia de los hombres malos, ni desees estar con ellos; porque su corazón piensa en robar, e iniquidad hablan sus labios. Proverbios 24:1,2.
Cada año, durante la estación seca a finales del verano, los hijos mayores de Israel llevaban los rebaños de su padre hacia el norte, a tierras con mejores pastos. No era inusual para ellos ausentarse por varias semanas a la vez, pero en una ocasión estuvieron fuera más de lo esperado. Israel se preocupó.
“José, quiero que vayas a Siquem y encuentres a tus hermanos”.
Aunque se encontraban a más de 50 millas [80,45 km] de distancia, José estaba feliz de cumplir con el encargo de su padre. Cuando llegó al lugar donde esperaba encontrarlos, los muchachos mayores y sus rebaños no estaban en ningún lugar a la vista. Finalmente, un hombre lo vio desorientado en un campo y le habló.
El hombre señaló hacia el noreste. “Se han ido por aquel camino. Escuché por casualidad que decían: ‘Vamos a Dotán’ ”.
José le agradeció al hombre y se apuró. En las siguientes 15 millas [24 km], se olvidó de su cansancio porque quería “mitigar la ansiedad de su padre y encontrar a sus hermanos, a quienes amaba, a pesar de que eran duros de corazón con él” (Patriarcas y profetas, p. 210).
Finalmente, los localizó y los saludó con la mano mientras se apresuraba en su encuentro. Pero, cuando sus hermanos lo vieron acercarse con su hermosa túnica de colores brillantes, fue como poner una bandera roja enfrente de un toro enojado. Estaban furiosos y querían matarlo en el lugar. “José se aproximó sin sospechar el peligro, contento de haberlos hallado; pero, en vez del esperado saludo, se vio objeto de miradas iracundas y vengadoras que lo aterraron. Lo asieron y le quitaron sus vestiduras” (ibíd., p. 21l).
“¡Por favor, por favor, no me lastimen!”, suplicó.
Pero sus gritos fueron ahogados por las voces enojadas que se burlaban y lo amenazaban. Arrastrándolo hasta un pozo, lo tiraron allí adentro y se aseguraron de que no tuviera manera de escapar.
“¡Ahora te puedes sentar allí y morir de hambre!”, gritaron. Luego, ellos “se sentaron y comieron pan”.
Sin embargo, los hermanos no estaban felices. No sentían la satisfacción que habían esperado.
Los celos y el enojo son algunas de las mejores herramientas que Satanás tiene para hacer a la gente tan miserable como es él.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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