Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro el león y la bestia domestica andarán juntos, y un niño los pastoreará. (Isaías 11:6).
Este es uno de los textos que me hace vislumbrar con más claridad la perfección y la felicidad de la tierra donde Dios desea que yo more. Acostumbrados a vivir en un mundo donde la naturaleza se ha vuelto agresiva (especialmente la del ser humano), tener la certeza de que viviremos en un mundo diferente constituye un oasis en medio del desierto del pecado.
Hace algún tiempo, inspirada en este pasaje, compuse una canción para niños que pudiera trasmitir a personas de cualquier edad, sexo y raza, la feliz promesa de una vida restaurada, donde no habrá temores, ni policías que velen por el orden, ni hospitales, ni reformatorios. Un mundo donde la felicidad no sea temporal, sino permanente, duradera, eterna. La canción dice así: «El León y la ovejita, en el césped jugaran. / El leopardo y la vaquilla, todos juntos correrán. / Un hermoso rio grande cual cristal parecerá / y el árbol de la vida, frutos me regalara. / ¡Oh!, yo quiero ir al cielo, a la bella y gran ciudad, / do Jesús me ha preparado un lugar donde morar. / Yo quiero verte, mi hermano, y poderte estrechar, / junto a mi Jesús por siempre vivir por la eternidad».
¿Has pensado ya como seria tu vida en esa tierra? Mira por un momento a tu alrededor; quizá hay cosas que te atan a este mundo o que tienen una importancia crucial para tu vida terrenal; ¿están interfiriendo con tu vida en ese mundo feliz? ¿Son tan importantes o de tanto valor que me-recen el primer lugar en tu lista de prioridades?
Cualquier cosa, por muy importante que te parezca, es incomparable con el gozo de estar al lado de Jesús, tomarlo de la mano, esa mano que lleva las marcas de tu salvación, esa mano que te dice: «Para mí tu eres lo más valioso que existe, porque lo deje todo para venir a salvarte».
Ojala que muy pronto puedas disfrutar de esa vida eternamente feliz, al lado de tu amante Salvador. La vida eterna es un regalo incomparable, no la dejes pasar.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Este es uno de los textos que me hace vislumbrar con más claridad la perfección y la felicidad de la tierra donde Dios desea que yo more. Acostumbrados a vivir en un mundo donde la naturaleza se ha vuelto agresiva (especialmente la del ser humano), tener la certeza de que viviremos en un mundo diferente constituye un oasis en medio del desierto del pecado.
Hace algún tiempo, inspirada en este pasaje, compuse una canción para niños que pudiera trasmitir a personas de cualquier edad, sexo y raza, la feliz promesa de una vida restaurada, donde no habrá temores, ni policías que velen por el orden, ni hospitales, ni reformatorios. Un mundo donde la felicidad no sea temporal, sino permanente, duradera, eterna. La canción dice así: «El León y la ovejita, en el césped jugaran. / El leopardo y la vaquilla, todos juntos correrán. / Un hermoso rio grande cual cristal parecerá / y el árbol de la vida, frutos me regalara. / ¡Oh!, yo quiero ir al cielo, a la bella y gran ciudad, / do Jesús me ha preparado un lugar donde morar. / Yo quiero verte, mi hermano, y poderte estrechar, / junto a mi Jesús por siempre vivir por la eternidad».
¿Has pensado ya como seria tu vida en esa tierra? Mira por un momento a tu alrededor; quizá hay cosas que te atan a este mundo o que tienen una importancia crucial para tu vida terrenal; ¿están interfiriendo con tu vida en ese mundo feliz? ¿Son tan importantes o de tanto valor que me-recen el primer lugar en tu lista de prioridades?
Cualquier cosa, por muy importante que te parezca, es incomparable con el gozo de estar al lado de Jesús, tomarlo de la mano, esa mano que lleva las marcas de tu salvación, esa mano que te dice: «Para mí tu eres lo más valioso que existe, porque lo deje todo para venir a salvarte».
Ojala que muy pronto puedas disfrutar de esa vida eternamente feliz, al lado de tu amante Salvador. La vida eterna es un regalo incomparable, no la dejes pasar.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera