Pero decreto hombres rodearon al rey y le dijeron: «Sabes, oh rey, que es de ley Media de Persia que ningún edicto y ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado. (Daniel 6:l5)
La exaltación propia del monarca de Babilonia había mostrado una vez más su cara de verdugo despiadado, y la sagacidad con que aquellos perversos hombres habían obrado para entramparlo había sido todo un éxito. El plan de Satanás parecía haber tenido éxito, y cuando el incauto rey se dio cuenta de lo que había pasado, ya había caído en su propia red. Daniel sería arrojado al foso de los leones, donde por fin la tierra quedaría «libre» de su poderosa influencia.
A nuestro lado caminan en todo momento demonios que maquinan nuestro mal. Si fuésemos conscientes de esta realidad, nos preocuparíamos un poco más por permanecer al lado de Jesús, nuestro único aliado. Hace poco leí la conmovedora historia de una mujer de elevada posición social que tuvo una hija con problemas mentales que estropeaba su foto de familia perfecta. Esta madre internó a la niña en un centro psiquiátrico para que fuese atendida por los mejores especialistas. La niña maduró lo suficiente como para escribir en su diario: «Hubiese querido conocer a mi madre; sé que me habría querido». Cuando la muchacha murió, el diario fue entregado a aquellas manos que pagaban la cuenta pero que no amaban el producto. No había lágrimas en aquel rostro, sino más bien el alivio de quien se había quitado un gran peso de encima. Pero cuando leyó lo que aquella niña había escrito, su mundo se desplomó. Había logrado conservar su imagen y su estilo de vida, pero había perdido el amor.
Cuando caemos en las trampas del enemigo, este nos acusa sin piedad y nos reclama como suyos. Solo las manos heridas de Cristo pueden callar a tan despiadado acusador. Si has caído en la trampa de la exaltación propia, deja que la sangre de Cristo limpie hasta el último rincón de tu corazón. Las leyes humanas pueden condenarte, pero el Dios del cielo te limpia porque has sido bañada por el agua derramada en el Calvario. El decreto de muerte ha sido cambiado.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera