Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre (Salmo 91:14).
Recientemente leí una mensaje que narraba un incidente sucedido durante un incendio forestal en el Parque Nacional de Yellowstone, en California, EE.UU. El mensaje decía que los guardabosques que fueron a investigar los daños causados por el incendio encontraron algo que les llamó la atención. Petrificado entre las cenizas y posando como si fuera una estatua, en la base de un árbol, se encontró el cuerpo de un pájaro.
El guardabosque tomó una vara y le dio unos golpecitos. Para su gran asombro vio como salían de debajo de las alas del ave petrificada tres diminutos polluelos que nuevamente se trataron de acurrucar entre alas de su madre ya muerta. Ante semejante escena el guardabosque quedó tan impactado que tomó una fotografía y la envió a la revista National Geographic. Para que publicara el incidente.
Seguramente el ave condujo a sus polluelos a la base de ese árbol y los cubrió bajo sus alas para brindarles la protección instintiva que los pondría a salvo. Prefirió quedarse con ellos para protegerlos en lugar de volar para poner su vida a salvo. ¿Cómo le llamaremos a ese acto? ¿Amor? ¿Instinto? No importa el nombre que le demos a ese acto heroico, no cabe duda de que el ave prefirió morir para que aquellos polluelos que estaban bajo sus alas pudieran vivir.
¿Sabes que eso mismo hace Dios? No importan los incendios, las tormentas o las dificultades que tengamos que enfrentar en la vida, si nos acercamos a él, nos protegerá bajo sus alas de amor. Allí podremos estar siempre seguras y, cuando las tempestades o las hogueras de las pruebas hayan pasado, podremos decirle a otros lo maravilloso que fue sentirnos seguras bajo sus alas de amor. ¿Recuerdas alguna vez cuando estuviste resguardada bajo esas alas? Anda y cuéntales a otra persona lo que Dios hizo por ti.
Recientemente leí una mensaje que narraba un incidente sucedido durante un incendio forestal en el Parque Nacional de Yellowstone, en California, EE.UU. El mensaje decía que los guardabosques que fueron a investigar los daños causados por el incendio encontraron algo que les llamó la atención. Petrificado entre las cenizas y posando como si fuera una estatua, en la base de un árbol, se encontró el cuerpo de un pájaro.
El guardabosque tomó una vara y le dio unos golpecitos. Para su gran asombro vio como salían de debajo de las alas del ave petrificada tres diminutos polluelos que nuevamente se trataron de acurrucar entre alas de su madre ya muerta. Ante semejante escena el guardabosque quedó tan impactado que tomó una fotografía y la envió a la revista National Geographic. Para que publicara el incidente.
Seguramente el ave condujo a sus polluelos a la base de ese árbol y los cubrió bajo sus alas para brindarles la protección instintiva que los pondría a salvo. Prefirió quedarse con ellos para protegerlos en lugar de volar para poner su vida a salvo. ¿Cómo le llamaremos a ese acto? ¿Amor? ¿Instinto? No importa el nombre que le demos a ese acto heroico, no cabe duda de que el ave prefirió morir para que aquellos polluelos que estaban bajo sus alas pudieran vivir.
¿Sabes que eso mismo hace Dios? No importan los incendios, las tormentas o las dificultades que tengamos que enfrentar en la vida, si nos acercamos a él, nos protegerá bajo sus alas de amor. Allí podremos estar siempre seguras y, cuando las tempestades o las hogueras de las pruebas hayan pasado, podremos decirle a otros lo maravilloso que fue sentirnos seguras bajo sus alas de amor. ¿Recuerdas alguna vez cuando estuviste resguardada bajo esas alas? Anda y cuéntales a otra persona lo que Dios hizo por ti.
Evelyn Omaña
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.