«Clama a mí y yo fe responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33: 3).
Nos cuenta un estudiante universitario que el primer día del año académico esperaba, junto con otros compañeros, el comienzo de la clase en el aula magna de la facultad. Había un silencio generalizado, pues los jóvenes estudiantes aún no se conocían. Algunos hablaban con el vecino en voz baja y la mayoría, calladamente, ojeaban algún libro de texto para familiarizarse con los conceptos que pronto harían suyos. Llegada la hora de comenzar y, como el profesor no llegaba, algunos se impacientaron y preguntaron en voz alta:
—¿Es esta tal y tal clase? ¿Es esta la materia del profesor tal y tal?
¿Qué hora es realmente?
¿Estamos en el aula correcta?
Rota la formalidad, el salón se llenó de ruidos y voces.
Una alumna exclamó:
—¿Conoce alguien a este profesor?
¿Es de los que siempre llega tarde?
Desde el otro lado, un muchacho respondió:
—No, es puntual; ¡pero he oído que es un profesor bastante difícil!
Pronto, otros querían saber más de sí esta materia tomaba mucho tiempo o de si era práctica o abstracta… Minutos más tarde, un joven sentado en un extremo de la primera fila, se levantó y dijo:
—Buenos días a todos.
Creo que ya nos hemos pasado 15 minutos de la hora y vamos a empezar.
Soy el profesor de esta asignatura…
Y así comenzó la clase aquel día. Los estudiantes tenían muy cerca al profesor, pero no lo sabían.
Tal vez algún alumno se disgustó porque el profesor estaba tan cerca, pero el creyente nunca debería molestarse porque Dios esté cerca. Recordemos que tener a Dios a nuestro lado es un gran privilegio; él nos apoya y nos ayuda en la ardua tarea de vivir y tratar con personas difíciles. Él nos enseñará «cosas grandes y ocultas que no conocemos» y esto es especialmente cierto cuando hemos de lidiar con quienes son severos, implacables, rencorosos, desconfiados, fríos, supersticiosos, ilusos, irresponsables, altaneros, lentos, impulsivos, nerviosos, mal humorados, egoístas, impacientes, criticones, medrosos, exagerados, maniáticos, entrometidos… y tantos otros rasgos indeseables o incompatibles con nuestro estilo.
Hemos tratado el importantísimo tema de las relaciones este mes. El arte de tratar con otros, especialmente las personas difíciles, requiere una destreza compleja. Ante tal desafío, el Señor te invita a «clamar a él» y te asegura que te responderá y, además, te enseñará «cosas grandes y ocultas que tú no conoces», una de ellas bien puede ser la manera de tratar con esa persona difícil (o personas difíciles) el día de hoy. Clama a él y él te enseñará.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020