Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Lucas 12:15.
Al continuar avanzando, los israelitas llegaron a la tierra de los ámorreos. Este pueblo, temible y belicoso, salió contra el pueblo de Dios con toda su fuerza. Dios peleó por los israelitas y, pronto, los ámorreos fueron totalmente vencidos.
Después, los ejércitos de Israel giraron al norte, a lo que se conoce como los Altos del Golán. A pesar de la aparente imposibilidad de obtener la victoria, conquistaron toda la tierra de Basán. Dios habría hecho lo mismo por ellos 38 años antes, si el pueblo hubiese mostrado fe en él, en lugar de en ellos mismos.
Regresando al sur, los israelitas acamparon sobre la orilla oriental del río Jordán, justo en el país de los moabitas, anteriormente ocupado por los ámorreos. No es extraño que Balac, rey de Moab, temblara de miedo. Su propio ejército había sido vencido por los ámorreos y, por supuesto, posiblemente tampoco podrían hacer frente a los gigantes de Basán. Pero ahora, acampados justo bajo sus propias narices, estaban los israelitas, ¡quienes habían conquistado a ambos! Parecía haber solo una escapatoria: conseguir a alguien que echara una maldición sobre los israelitas. Comenzar con algún “abracadabra” y maldecir a todo el campamento.
El mejor hombre para tal trabajo sería Balaam, quien vivía allá en el norte de la Mesopotamia, a alrededor de dos semanas de caminata. Era un largo viaje, pero era muy importante conseguir el hombre correcto para maldecir a Israel, y el rey Balac estaba desesperado. Uniéndose con los madianitas, Balac envió una delegación de ancianos con dinero en mano, para pagar a Balaam.
Balaam había sido alguna vez un buen hombre y un profeta del Señor, pero se había echado a perder. Toda su mente se había podrido con la codicia hasta que su pensamiento solo se preocupaba por el dinero, y por lo que este podría hacer por él.
El problema era que todavía proclamaba ser un siervo de Dios. El sabía sobre Israel y, cuando los representantes de Balac llegaron, el falso profeta se sintió tan halagado por su atención, tan incitado por las riquezas que le darían para ir y maldecir, que les dijo que se quedaran durante toda la noche, esperando ser capaz de ir con ellos en la mañana.
Cuando Dios le dijo que no podía ir con ellos para maldecir a su pueblo amado y llenar sus bolsillos con dinero, se decepcionó y se enojó. Pretendía obedecer estrictamente a Dios, pero su corazón estaba lejos de él.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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