Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal (S. Mateo 7:34).
Te han puesto alguna vez fuera de este juego llamado vida, y te encontraste en el banco de suplentes, mirando cómo pasaba la vida mientras resolvías una situación? Recientemente tuve una experiencia tal.
En diciembre de 2007 me realizaron un trasplante de rodilla, y aunque yo añoraba ese período de tiempo para descansar no había considerado la cantidad de semanas que me llevaría la recuperación. Las primeras cuatro semanas fueron dolorosas, pero muy bienvenidas; sin embargo, para la quinta y sexta semana ya me encontraba ansiosa de continuar con mi vida. Deseaba volver a la oficina, comenzar mi agenda de viajes, y simplemente continuar con la vida normal.
Pero tal cosa no era posible. Dios tenía otros planes para mí. La primera lección, y la más importante, era ser paciente. Créanme cuando les digo que este no es uno de mis mejores atributos. Me encanta hacer las cosas de inmediato. Pero, cuando te estás recuperando de una enfermedad y todos te dicen que debes ser paciente, tomar tiempo para sanar y un montón de otros consejos, ¿cómo se le hace frente a esa situación?
Una forma de hacerle frente fue mantenerme ocupada. Realicé un poco del trabajo de la oficina en casa, dediqué tiempo a hacer tarjetas en la pieza de arte, leí, descansé y pasé más tiempo hablando con mi familia. Estuve bastante ocupada, pero la frustración siguió latente. Después de pensarlo mucho, descubrí que el problema era yo: en mi ansiedad por curarme y volver a mi ritmo habitual nuevamente, me estaba perdiendo de vivir cada día.
¿Estás a veces tan atrapada en los planes y los problemas del futuro que te pierdes el vivir cada día? Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, pedí a Dios que me ayudara a vivir ese día con todas mis fuerzas, a tener un propósito en todo lo que hiciera y a dejar el futuro en las manos de Dios. Eso no quería decir que debiera dejar de planificar para el futuro, lo que quería decir era que debía dejar de lado mis ansiedades y concéntrame en cada día, un día a la vez.
Ahora agradezco a Dios por la oportunidad de "disminuir la velocidad", loma un día a la vez. Pídele que te ayude a sacar provecho de cada día. El mañana no se le promete a nadie.
Te han puesto alguna vez fuera de este juego llamado vida, y te encontraste en el banco de suplentes, mirando cómo pasaba la vida mientras resolvías una situación? Recientemente tuve una experiencia tal.
En diciembre de 2007 me realizaron un trasplante de rodilla, y aunque yo añoraba ese período de tiempo para descansar no había considerado la cantidad de semanas que me llevaría la recuperación. Las primeras cuatro semanas fueron dolorosas, pero muy bienvenidas; sin embargo, para la quinta y sexta semana ya me encontraba ansiosa de continuar con mi vida. Deseaba volver a la oficina, comenzar mi agenda de viajes, y simplemente continuar con la vida normal.
Pero tal cosa no era posible. Dios tenía otros planes para mí. La primera lección, y la más importante, era ser paciente. Créanme cuando les digo que este no es uno de mis mejores atributos. Me encanta hacer las cosas de inmediato. Pero, cuando te estás recuperando de una enfermedad y todos te dicen que debes ser paciente, tomar tiempo para sanar y un montón de otros consejos, ¿cómo se le hace frente a esa situación?
Una forma de hacerle frente fue mantenerme ocupada. Realicé un poco del trabajo de la oficina en casa, dediqué tiempo a hacer tarjetas en la pieza de arte, leí, descansé y pasé más tiempo hablando con mi familia. Estuve bastante ocupada, pero la frustración siguió latente. Después de pensarlo mucho, descubrí que el problema era yo: en mi ansiedad por curarme y volver a mi ritmo habitual nuevamente, me estaba perdiendo de vivir cada día.
¿Estás a veces tan atrapada en los planes y los problemas del futuro que te pierdes el vivir cada día? Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, pedí a Dios que me ayudara a vivir ese día con todas mis fuerzas, a tener un propósito en todo lo que hiciera y a dejar el futuro en las manos de Dios. Eso no quería decir que debiera dejar de planificar para el futuro, lo que quería decir era que debía dejar de lado mis ansiedades y concéntrame en cada día, un día a la vez.
Ahora agradezco a Dios por la oportunidad de "disminuir la velocidad", loma un día a la vez. Pídele que te ayude a sacar provecho de cada día. El mañana no se le promete a nadie.
Heather-Dawn Small
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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Autora: Ardis Dick Stenbkken