Mirad cuan bueno y cuan delicioso es habitar [las hermanas juntas] en armonía! (Salmo 133:1).
La hostilidad es una barrera muy difícil de superar entre medio hermanos. Como el José de la Biblia, yo experimenté una situación similar, aunque ni grado menor. No obstante, no era menos dolorosa. Tal vez porque era la mayor y la primera niña de la familia, mis abuelos sentían gran afecto por mí, y esto causaba celos entre los otros nietos. Sin embargo, nuestra familia no hablaba de nuestros problemas, y yo no entendía la hostilidad.
Cuando tenía 11 años de edad, mis padres se separaron, y la situación entre mis medios hermanos y yo se volvió insoportable. Me casé a los 15 años solo para marcharme de mi hogar. Luego, mi padre se mudó a San Pablo, y allí aceptó a Cristo como su Salvador. Poco tiempo después, tres de mis medios hermanos se mudaron a la casa de mi padre, y también aceptaron a Cristo. Cuando tenía 20 años de edad, me separé de mi primer esposo y también me mudé a San Pablo. En la casa de mi padre todos eran cristianos... excepto yo. Como amaba a mi padre y lo respetaba, iba a la iglesia. Pero no me sentía .atraída hacia Jesús. La relación que tenía con mis medio hermanos me lastimaba profundamente. Pero el amor de Dios es grande. Aprendí de Jesús, y poco después lo acepté como mi Salvador.
Contrariamente a mis expectativas, la relación con mis hermanos y hermanas empeoró, en especial con una hermana. Decidí obedecer el mandato de Dios de pagar bien por mal. Tres años más tarde, mi hermana tuvo que realizarse una cirugía de emergencia. Dejé todas mis tareas de lado para cuidarla. A los 41 días de estar hospitalizada, sorpresivamente mejoró. Apretó mi mano, me miró a los ojos y me dijo: "María, Dios tiene una hermosa corona para ti. Yo nunca podría hacer lo que tú hiciste por mí. Perdóname por todo". Al día siguiente, por la tarde, mientras yo sostenía su mano, ella falle-i u'). Kspero ansiosamente el regreso de Jesús para que finalmente podamos ilisl rutar de una buena relación como hermanas.
¡Alabo a Dios porque nos ayuda a amar incluso a aquellos que nos tratan mal! Tal vez tengamos la oportunidad de ver que alguien reconoce sus errores y se arrepiente. Pero, en esta mañana pido que el amor de Jesús nos envuelva de tal forma que seamos capaces de amar a otros, sin importar cómo nos traten.
La hostilidad es una barrera muy difícil de superar entre medio hermanos. Como el José de la Biblia, yo experimenté una situación similar, aunque ni grado menor. No obstante, no era menos dolorosa. Tal vez porque era la mayor y la primera niña de la familia, mis abuelos sentían gran afecto por mí, y esto causaba celos entre los otros nietos. Sin embargo, nuestra familia no hablaba de nuestros problemas, y yo no entendía la hostilidad.
Cuando tenía 11 años de edad, mis padres se separaron, y la situación entre mis medios hermanos y yo se volvió insoportable. Me casé a los 15 años solo para marcharme de mi hogar. Luego, mi padre se mudó a San Pablo, y allí aceptó a Cristo como su Salvador. Poco tiempo después, tres de mis medios hermanos se mudaron a la casa de mi padre, y también aceptaron a Cristo. Cuando tenía 20 años de edad, me separé de mi primer esposo y también me mudé a San Pablo. En la casa de mi padre todos eran cristianos... excepto yo. Como amaba a mi padre y lo respetaba, iba a la iglesia. Pero no me sentía .atraída hacia Jesús. La relación que tenía con mis medio hermanos me lastimaba profundamente. Pero el amor de Dios es grande. Aprendí de Jesús, y poco después lo acepté como mi Salvador.
Contrariamente a mis expectativas, la relación con mis hermanos y hermanas empeoró, en especial con una hermana. Decidí obedecer el mandato de Dios de pagar bien por mal. Tres años más tarde, mi hermana tuvo que realizarse una cirugía de emergencia. Dejé todas mis tareas de lado para cuidarla. A los 41 días de estar hospitalizada, sorpresivamente mejoró. Apretó mi mano, me miró a los ojos y me dijo: "María, Dios tiene una hermosa corona para ti. Yo nunca podría hacer lo que tú hiciste por mí. Perdóname por todo". Al día siguiente, por la tarde, mientras yo sostenía su mano, ella falle-i u'). Kspero ansiosamente el regreso de Jesús para que finalmente podamos ilisl rutar de una buena relación como hermanas.
¡Alabo a Dios porque nos ayuda a amar incluso a aquellos que nos tratan mal! Tal vez tengamos la oportunidad de ver que alguien reconoce sus errores y se arrepiente. Pero, en esta mañana pido que el amor de Jesús nos envuelva de tal forma que seamos capaces de amar a otros, sin importar cómo nos traten.
María Chévre
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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