Dichoso el que piensa en el débil; el Señor lo librará en el día de la desgracia (Salmo 41: 1).
Era sábado por la tarde y nos dirigíamos a un asilo al que meses antes habíamos ido para cumplir un requisito de servicio a la comunidad de la escuela. Allí había conocido a una ancianita muy bella y de baja estatura. Me había encariñado mucho con ella, pero cuando terminamos con las visitas requeridas para cumplir el requisito dejé de ir, pues las diversas ocupaciones y actividades no me lo permitieron.
Posteriormente regresamos al asilo. Al llegar empezamos a cantar. Mi vista recorrió la sala en busca de mi «abuelita adoptada», pero ya no estaba. Sentí un nudo en la garganta. ¿Me había tardado mucho en regresar? No quería preguntar por ella por miedo a recibir una respuesta que me dolería mucho. En eso mi profesor me dijo: «Ve a ver si no hay más ancianitos en las habitaciones y tráelos para que nos acompañen». En el pasillo me encontré a una de las encargadas y me dijo: «Creo que son todos, ya no hay más ancianitos».
Mi corazón sintió pesar y mis ojos se llenaron de lágrimas cuando, de repente, a paso lento, vi que venía en el pasillo una pequeña silueta. Casi corrí a su encuentro: ¡Era mi abuelita postiza! Creo que hasta la asusté de tan fuerte que la abracé. Platicamos largo rato y me contó que su familia no iba a verla desde hacía varios años; un velo de tristeza se dibujó en su rostro. Además me platicó que se le había perdido de su cajoncito uno de sus dos suéteres que tenía y ahora estaba preocupada pues ya venía el invierno y no sabía cómo lo iba a pasar. Yo la escuchaba mientras ella tomaba mi mano.
En mi mente no cabía cómo después de vivir para los suyos había terminado olvidada, sin que nadie la visitara, preocupada por la falta de un suéter para protegerse del frió invierno. En este mundo hay muchas personas que sufren, otras que se sienten solas, otras más que pasan frío y hambre. ¿Estás dispuesta a dedicar un poco de tu tiempo y a dar de tus recursos para aliviar las cargas de otros? «Dichoso el que piensa en el débil; el Señor lo librará en el día de la desgracia».
Era sábado por la tarde y nos dirigíamos a un asilo al que meses antes habíamos ido para cumplir un requisito de servicio a la comunidad de la escuela. Allí había conocido a una ancianita muy bella y de baja estatura. Me había encariñado mucho con ella, pero cuando terminamos con las visitas requeridas para cumplir el requisito dejé de ir, pues las diversas ocupaciones y actividades no me lo permitieron.
Posteriormente regresamos al asilo. Al llegar empezamos a cantar. Mi vista recorrió la sala en busca de mi «abuelita adoptada», pero ya no estaba. Sentí un nudo en la garganta. ¿Me había tardado mucho en regresar? No quería preguntar por ella por miedo a recibir una respuesta que me dolería mucho. En eso mi profesor me dijo: «Ve a ver si no hay más ancianitos en las habitaciones y tráelos para que nos acompañen». En el pasillo me encontré a una de las encargadas y me dijo: «Creo que son todos, ya no hay más ancianitos».
Mi corazón sintió pesar y mis ojos se llenaron de lágrimas cuando, de repente, a paso lento, vi que venía en el pasillo una pequeña silueta. Casi corrí a su encuentro: ¡Era mi abuelita postiza! Creo que hasta la asusté de tan fuerte que la abracé. Platicamos largo rato y me contó que su familia no iba a verla desde hacía varios años; un velo de tristeza se dibujó en su rostro. Además me platicó que se le había perdido de su cajoncito uno de sus dos suéteres que tenía y ahora estaba preocupada pues ya venía el invierno y no sabía cómo lo iba a pasar. Yo la escuchaba mientras ella tomaba mi mano.
En mi mente no cabía cómo después de vivir para los suyos había terminado olvidada, sin que nadie la visitara, preocupada por la falta de un suéter para protegerse del frió invierno. En este mundo hay muchas personas que sufren, otras que se sienten solas, otras más que pasan frío y hambre. ¿Estás dispuesta a dedicar un poco de tu tiempo y a dar de tus recursos para aliviar las cargas de otros? «Dichoso el que piensa en el débil; el Señor lo librará en el día de la desgracia».
Edith Várela Sosa
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.