La mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye (Proverbios 14: 1).
Las horas de la noche me parecían tan cortas. Aprovechando que mis hijos menores dormían, me dediqué a preparar los dulces que se entregarían a la mañana siguiente en las tiendas escolares. Oraba para que Dios bendijera esas ganancias que irían directamente a cubrir las colegiaturas y algunas de las necesidades de mis hijos mayores en la escuela adventista. Creo que en muchas ocasiones me sorprendió el amanecer. Al recordar, solamente puedo comprender que las fuerzas para resistir ese ritmo de vida las recibía del cielo. Instruir a nuestros hijos era un desafío diario para mi esposo y para mí. Pero la promesa de Proverbios me dio el ánimo para depositar en la educación cristiana mi confianza. Cuando conocí el mensaje adventista supe que había encontrado la verdad, y saber que mis hijos podrían tener la oportunidad de prepararse en un colegio adventista se convirtió en mi mayor deseo. Ansiaba que ellos, tuvieran las mejores oportunidades en su preparación y se capacitaran para servir a Dios. No dejé pasar nunca una oportunidad para animar a los padres y jóvenes de nuestra iglesia a ser parte de este privilegio. Los sacrificios que hicimos en nuestro hogar para que ellos tuvieran esa oportunidad se convirtieron en lo mejor de nuestra vida. En ocasiones alguno de ellos debió interrumpir sus estudios para que otro pudiera iniciarla, entonces se dedicaban a trabajar y ahorrar para continuar en el siguiente año. Amigas, tuve la oportunidad de esforzarme diariamente soñando con verlos preparados. Ellos aprendieron que el trabajo y el colportaje son bendiciones que Dios tiene reservadas para aquellos que creen que la escuela adventista es el terreno donde Dios los puede capacitar para su servicio.
Las horas de la noche me parecían tan cortas. Aprovechando que mis hijos menores dormían, me dediqué a preparar los dulces que se entregarían a la mañana siguiente en las tiendas escolares. Oraba para que Dios bendijera esas ganancias que irían directamente a cubrir las colegiaturas y algunas de las necesidades de mis hijos mayores en la escuela adventista. Creo que en muchas ocasiones me sorprendió el amanecer. Al recordar, solamente puedo comprender que las fuerzas para resistir ese ritmo de vida las recibía del cielo. Instruir a nuestros hijos era un desafío diario para mi esposo y para mí. Pero la promesa de Proverbios me dio el ánimo para depositar en la educación cristiana mi confianza. Cuando conocí el mensaje adventista supe que había encontrado la verdad, y saber que mis hijos podrían tener la oportunidad de prepararse en un colegio adventista se convirtió en mi mayor deseo. Ansiaba que ellos, tuvieran las mejores oportunidades en su preparación y se capacitaran para servir a Dios. No dejé pasar nunca una oportunidad para animar a los padres y jóvenes de nuestra iglesia a ser parte de este privilegio. Los sacrificios que hicimos en nuestro hogar para que ellos tuvieran esa oportunidad se convirtieron en lo mejor de nuestra vida. En ocasiones alguno de ellos debió interrumpir sus estudios para que otro pudiera iniciarla, entonces se dedicaban a trabajar y ahorrar para continuar en el siguiente año. Amigas, tuve la oportunidad de esforzarme diariamente soñando con verlos preparados. Ellos aprendieron que el trabajo y el colportaje son bendiciones que Dios tiene reservadas para aquellos que creen que la escuela adventista es el terreno donde Dios los puede capacitar para su servicio.
Emma Osuna Vda. de Castillo
Tomado de la Matutinas Manifestaciones de su amor.
Tomado de la Matutinas Manifestaciones de su amor.
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