domingo, 27 de septiembre de 2009

CONTEMPLANDO LA IMAGEN DEL SEÑOR

Con él hablo cara a cara, claramente y sin enigmas. El contempla la imagen del Señor ¿Cómo se atreven a murmurar contra mi siervo Moisés? (Números 12:8).

La palabra de dios nos dice en Números 12: 3 que Moisés era «muy humilde, más humilde que cualquier otro sobre la tierra». Cuando sus .hermanos, María y Aarón, murmuraron contra él, la ira del Señor se encendió contra ellos y permitió que la lepra invadiera el cuerpo de María. Moisés sabía lo que ellos habían hecho y, en vez de reprochar, perdonó e intercedió por su hermana y le rogó al Señor que la sanara.
¿Pero por qué Dios le contestó su ruego si Aarón y María habían murmurado contra su siervo? Moisés había pasado por tantas dificultades durante el trayecto hacia Canaán, la tierra prometida, que había formado un carácter humilde, sabio; había aprendido a amar ante cualquier circunstancia y a construir una fe inquebrantable en su Salvador. Él contemplaba diariamente al Señor y cada día su vida se transformaba, a tal punto que Dios lo consideró su «hombre de confianza» (vers. 7).
Amiga, quizás has pasado o estés pasando por algún problema similar o diferente en el cual has lastimado o que te han herido. Ahora no es tiempo de buscar culpables. Lo que necesitas es contemplar diariamente la imagen del Salvador, hablar cara a cara con él mediante la oración y el estudio diligente de las Sagradas Escrituras. Entonces tu carácter se purificará, ennoblecerá y crecerás en fe, amor, paciencia y humildad; podrás testificar lo que Dios ha hecho en tu vida y serás capaz de pedir perdón, perdonar y amar.
«Si recordamos siempre las acciones egoístas e injustas de otros encontraremos que es imposible amarlos como Cristo nos amó; pero si nuestros pensamientos se espacian de continuo en el maravilloso amor y compasión de Cristo hacia nosotros, manifestaremos el mismo espíritu para con los demás. Debemos amarnos y respetarnos mutuamente. Debemos cultivar la humildad y la desconfianza para con nosotros mismos, y una paciencia llena de ternura hacia las faltas ajenas. Esto destruirá todo estrecho egoísta y nos dará un corazón grande y generoso» (Hijas de Dios, p. 151).
Rocío Díaz de Arévalo
Tomado de Manifestaciones de su amor

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