Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? (Salmo 121:1).
Mi esposo, Keith, y yo viajamos 1.000 kilómetros para reunimos con las otras 23 personas en Alpine Village en Jindabyne, donde se realizaría mi retiro espiritual para personas de 60 años en adelante. Este hermoso pueblo, en el este de Australia, se sitúa contra la ladera de las montañas y tiene vista al Lago Jindabyne. También está cerca del Monte Kosciuszko, el monte más alto de Australia. Suele hacer mucho frío en esta zona; sin embargo, nosotros viajamos en el mes de febrero, cuando el clima es más cálido y los caminos de la montaña están secos y seguros.
Los días que pasamos en compañía de las demás personas fueron inolvidables. Medito en los momentos de alabanza, oración, cánticos, y los mensajes de inspiración y de esperanza que el invitado especial predicó. Había conversaciones de sobremesa, durante las cuales podíamos compartir nuestras, experiencias y alentarnos los unos a otros en nuestro diario caminar con Jesús. La presencia de Dios se sentía en nuestro medio, y un sentimiento de paz y serenidad llenaba todo el lugar.
Un día, salimos con un grupo de personas que había decidido escalar el Monte Kosciuszko. Hacía varios años, había llegado a la cima, pero ahora no estaba muy segura de poder hacerlo. Tomamos la telesilla hasta el primer nivel, lo que nos dejaba a 6 kilómetros y medio de la cima. Pronto me quedé atrás con mi gentil esposo que me daba ánimo.
Caminábamos pesadamente, mirando las maravillas de la ladera de las montañas. Por momentos algunas nubes nos envolvían y sentíamos frío; luego se apartaban y nos permitían ver las brillantes cumbres. Pasamos por arroyos de aguas congeladas y fotografiamos flores poco comunes. Los canguros saltaban y las águilas planeaban. A un kilómetro de la cima el camino se volvió muy empinado para mis huesos adoloridos, así que decidí no ascender más. No obstante, estaba feliz con lo que había logrado.
Es difícil partir de lugares tan hermosos como Jindabyne. Las experiencias en la cima de la montaña sirven para renovarnos. Tenemos acceso a esa renovación todos los días elevándonos a nuestro Padre celestial. Es él quien nos da las fuerzas y nos renueva para que podamos bajar de la montaña y servirlo vi rio en las "llanuras" del diario vivir.
Mi esposo, Keith, y yo viajamos 1.000 kilómetros para reunimos con las otras 23 personas en Alpine Village en Jindabyne, donde se realizaría mi retiro espiritual para personas de 60 años en adelante. Este hermoso pueblo, en el este de Australia, se sitúa contra la ladera de las montañas y tiene vista al Lago Jindabyne. También está cerca del Monte Kosciuszko, el monte más alto de Australia. Suele hacer mucho frío en esta zona; sin embargo, nosotros viajamos en el mes de febrero, cuando el clima es más cálido y los caminos de la montaña están secos y seguros.
Los días que pasamos en compañía de las demás personas fueron inolvidables. Medito en los momentos de alabanza, oración, cánticos, y los mensajes de inspiración y de esperanza que el invitado especial predicó. Había conversaciones de sobremesa, durante las cuales podíamos compartir nuestras, experiencias y alentarnos los unos a otros en nuestro diario caminar con Jesús. La presencia de Dios se sentía en nuestro medio, y un sentimiento de paz y serenidad llenaba todo el lugar.
Un día, salimos con un grupo de personas que había decidido escalar el Monte Kosciuszko. Hacía varios años, había llegado a la cima, pero ahora no estaba muy segura de poder hacerlo. Tomamos la telesilla hasta el primer nivel, lo que nos dejaba a 6 kilómetros y medio de la cima. Pronto me quedé atrás con mi gentil esposo que me daba ánimo.
Caminábamos pesadamente, mirando las maravillas de la ladera de las montañas. Por momentos algunas nubes nos envolvían y sentíamos frío; luego se apartaban y nos permitían ver las brillantes cumbres. Pasamos por arroyos de aguas congeladas y fotografiamos flores poco comunes. Los canguros saltaban y las águilas planeaban. A un kilómetro de la cima el camino se volvió muy empinado para mis huesos adoloridos, así que decidí no ascender más. No obstante, estaba feliz con lo que había logrado.
Es difícil partir de lugares tan hermosos como Jindabyne. Las experiencias en la cima de la montaña sirven para renovarnos. Tenemos acceso a esa renovación todos los días elevándonos a nuestro Padre celestial. Es él quien nos da las fuerzas y nos renueva para que podamos bajar de la montaña y servirlo vi rio en las "llanuras" del diario vivir.
Andreea Strámbu-Dima
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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