Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. 1 Timoteo 4:13.
Siempre admiré a las personas que les gustaba leer. Supongo que esa admiración se debía a que tuve que esforzarme por adquirir ese hábito. Y a ti, ¿te gusta leer? ¿Cuántos libros completos leíste el año pasado?
Como todos los buenos hábitos, es posible adquirir también el de la lectura. En los años de adolescencia y juventud, muchas de las tareas que se realizan en siete días consecutivos, llegan a tornarse en hábitos. Cepillarse los dientes, lustrar los zapatos, hacer tu cama y ordenar tu ropa, leer buenos libros, realizar tu culto de consagración a Dios y toda tarea útil, pueden tornarse en hábitos si así te lo propones. Tener el hábito de la lectura es una gran ventaja, ya que no necesitas esforzarte para hacerlo, sino que con espontaneidad puedes sumergirte en la lectura y disfrutarla.
Mientras te preparas para la vida profesional, la lectura te traerá grandes beneficios y, al fin, establecerá la superioridad que hay con otro profesional que posea el mismo título, pero que no ha leído tanto. La lectura agudiza el pensamiento reflexivo, te forma un criterio propio, amplía el lenguaje social y el académico, te concede facilidad de palabra al hablar en público, y ejercita la memoria.
Quizá te estás preguntado qué hacer para que la lectura se torne en una actividad diaria. En primer lugar, decide apartar tiempo para leer cada día, luego elige un tema que te interese y del que deseas saber más. Puede ser informática, salud, astronomía, pasatiempos, deportes, literatura, arte, etc. Luego, procura cumplir con el tiempo de lectura, sin permitir distracciones.
El apóstol Pablo conocía los beneficios de la lectura comprensiva, por eso le aconsejó a Timoteo, su hijo en la fe, que se ocupara en leer mientras él estaba ausente. Esa lectura no sería la de cualquier obra predilecta, sino la del Libro de los libros: la Biblia, la palabra inspirada de Dios.
Nuestro Creador desea que crezcamos en todas las áreas que reflejan su imagen, y la lectura nos ayuda a entrenar el intelecto. Un cristiano consagrado y capacitado intelectualmente será de más utilidad para la expansión del evangelio que aquel que solo se entregó a Dios pero no dedicó tiempo a cultivar sus facultades cognitivas. Por eso no dejes pasar más tiempo, comparte diariamente algún tiempo con los libros, y muy pronto verás los buenos resultados.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Siempre admiré a las personas que les gustaba leer. Supongo que esa admiración se debía a que tuve que esforzarme por adquirir ese hábito. Y a ti, ¿te gusta leer? ¿Cuántos libros completos leíste el año pasado?
Como todos los buenos hábitos, es posible adquirir también el de la lectura. En los años de adolescencia y juventud, muchas de las tareas que se realizan en siete días consecutivos, llegan a tornarse en hábitos. Cepillarse los dientes, lustrar los zapatos, hacer tu cama y ordenar tu ropa, leer buenos libros, realizar tu culto de consagración a Dios y toda tarea útil, pueden tornarse en hábitos si así te lo propones. Tener el hábito de la lectura es una gran ventaja, ya que no necesitas esforzarte para hacerlo, sino que con espontaneidad puedes sumergirte en la lectura y disfrutarla.
Mientras te preparas para la vida profesional, la lectura te traerá grandes beneficios y, al fin, establecerá la superioridad que hay con otro profesional que posea el mismo título, pero que no ha leído tanto. La lectura agudiza el pensamiento reflexivo, te forma un criterio propio, amplía el lenguaje social y el académico, te concede facilidad de palabra al hablar en público, y ejercita la memoria.
Quizá te estás preguntado qué hacer para que la lectura se torne en una actividad diaria. En primer lugar, decide apartar tiempo para leer cada día, luego elige un tema que te interese y del que deseas saber más. Puede ser informática, salud, astronomía, pasatiempos, deportes, literatura, arte, etc. Luego, procura cumplir con el tiempo de lectura, sin permitir distracciones.
El apóstol Pablo conocía los beneficios de la lectura comprensiva, por eso le aconsejó a Timoteo, su hijo en la fe, que se ocupara en leer mientras él estaba ausente. Esa lectura no sería la de cualquier obra predilecta, sino la del Libro de los libros: la Biblia, la palabra inspirada de Dios.
Nuestro Creador desea que crezcamos en todas las áreas que reflejan su imagen, y la lectura nos ayuda a entrenar el intelecto. Un cristiano consagrado y capacitado intelectualmente será de más utilidad para la expansión del evangelio que aquel que solo se entregó a Dios pero no dedicó tiempo a cultivar sus facultades cognitivas. Por eso no dejes pasar más tiempo, comparte diariamente algún tiempo con los libros, y muy pronto verás los buenos resultados.
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