Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito. Éxodo 32:3 1, 32.
Moisés se paró en la puerta del campamento y llamó al pueblo. “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo” (Éxodo 32:26).
Aquellos que no habían participado en la adoración al becerro se iban a parar a su lado derecho. A aquellos que habían adorado al ídolo de oro pero que estaban arrepentidos, se les dijo que se pararan del lado izquierdo. El pueblo comenzó a moverse.
Pronto se encontró que toda la tribu de Leví no había participado en la idolatría. Hubo, muchas lágrimas del gran grupo de arrepentidos.
Pero, fuera de allí, en el campamento, había una gran compañía de gente, formada mayormente por la multitud mixta, que no se arrepintió. No lamentaron haber adorado el becerro de oro. Lo habrían hecho de nuevo si hubiesen podido.
Por mandato de Dios, aquellos que estaban parados del lado derecho tenían que matar a aquellos que permanecían desafiantes en rebeldía en el campamento. Dios les había dado a todos una oportunidad para decidir.
Tres mil idólatras murieron a espada y, más tarde, una plaga barrió las filas de aquellos que quedaban y que continuaban en rebeldía. Las naciones circundantes nunca podrían decir que el verdadero Dios excusa la idolatría.
Esto se hizo no solo por justicia, sino también por amor y misericordia. Dios sabía que, si ese grupo continuaba vivo, ellos, al igual que Caín, solo llegarían a ser más y más pecaminosos hasta que, finalmente, millones perecerían como resultado de sus vidas corruptas.
Cuando los israelitas vieron cuán grande era su pecado, temieron que todos los que habían bailado y cantado alrededor del becerro de oro morirían, aun si estaban arrepentidos. Moisés se compadeció del pueblo y prometió orar por ellos. Su oración fue una de las más nobles que alguna persona haya ofrecido alguna vez. Moisés estaba dispuesto a que su propio nombre fuera removido del Libro de la Vida si el pueblo no era perdonado. Esto, por supuesto, es imposible.
La respuesta de Dios fue: “Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro” (vers. 33). Esto se aplica solamente a aquellos que no se arrepintieron por su pecado.
¡Me imagino que la noble oración de Moisés le habrá encantado a Dios!
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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