«Señor», le respondió el enfermo, «no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita; y entretanto que yo voy, otro desciende antes que yo».Juan 5: 7
No permitas que las circunstancias difíciles de la vida te llenen de amargura. Mucho menos tengas envidia de aquellos a quienes, al parecer, les va mejor que a ti. No te compares con quienes hayan recibido un ascenso en su trabajo, o gocen de mejor salud, o se hayan visto favorecidos con una buena suma de dinero que alguien les entregó.El hombre a quien Jesús encontró en el estanque de Betesda no solo padecía parálisis desde hacía 38 años, sino que, al parecer, su corazón estaba lleno de amargura desde hacía la misma cantidad de tiempo, No sería extraño que así ocurriera, porque cuando las aguas se movían a la llegada del ángel, siempre había alguien que se le adelantaba y entraba primero al agua, de donde, según el relato, salía completamente sano. Nuestro hombre, al parecer, no se sentía feliz de que otros dejaran de estar enfermos, de que su mal desapareciera y se sintieran alegres por haber recuperado la salud.Las bendiciones que los demás reciben pueden llevarnos, incluso, a llenarnos de amargura contra Dios. Por esta causa hay muchos que están llenos de resentimiento contra el Todopoderoso. No permitas que esto te ocurra. La amargura es permanentemente destructiva.El Salmo 73 registra la sacudida que sufrió lía fe del salmista Asaf porque llegó a creer que otros eran más dichosos que él. Se expresó así: «En cuanto a mí, se debilitaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos» (Sal. 73:2, 3).No permitas que en tu corazón crezca la amargura por la prosperidad de los demás. El consejo divino es el siguiente: «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados» (Heb. 12:14-15). La amargura puede destruir muchas relaciones: la relación con Dios, con nuestros seres queridos y con nuestro prójimo.Esta mañana es muy oportuno que des las gracias al Señor por aquellas personas que han encontrado la salud y han resuelto sus problemas antes que tú. Regocíjate cuando la gracia divina pasa cerca de ti, aunque, según tu parecer, no te toque.
Tomado de la matutina Siempre Gozosos
No permitas que las circunstancias difíciles de la vida te llenen de amargura. Mucho menos tengas envidia de aquellos a quienes, al parecer, les va mejor que a ti. No te compares con quienes hayan recibido un ascenso en su trabajo, o gocen de mejor salud, o se hayan visto favorecidos con una buena suma de dinero que alguien les entregó.El hombre a quien Jesús encontró en el estanque de Betesda no solo padecía parálisis desde hacía 38 años, sino que, al parecer, su corazón estaba lleno de amargura desde hacía la misma cantidad de tiempo, No sería extraño que así ocurriera, porque cuando las aguas se movían a la llegada del ángel, siempre había alguien que se le adelantaba y entraba primero al agua, de donde, según el relato, salía completamente sano. Nuestro hombre, al parecer, no se sentía feliz de que otros dejaran de estar enfermos, de que su mal desapareciera y se sintieran alegres por haber recuperado la salud.Las bendiciones que los demás reciben pueden llevarnos, incluso, a llenarnos de amargura contra Dios. Por esta causa hay muchos que están llenos de resentimiento contra el Todopoderoso. No permitas que esto te ocurra. La amargura es permanentemente destructiva.El Salmo 73 registra la sacudida que sufrió lía fe del salmista Asaf porque llegó a creer que otros eran más dichosos que él. Se expresó así: «En cuanto a mí, se debilitaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos» (Sal. 73:2, 3).No permitas que en tu corazón crezca la amargura por la prosperidad de los demás. El consejo divino es el siguiente: «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados» (Heb. 12:14-15). La amargura puede destruir muchas relaciones: la relación con Dios, con nuestros seres queridos y con nuestro prójimo.Esta mañana es muy oportuno que des las gracias al Señor por aquellas personas que han encontrado la salud y han resuelto sus problemas antes que tú. Regocíjate cuando la gracia divina pasa cerca de ti, aunque, según tu parecer, no te toque.
Tomado de la matutina Siempre Gozosos
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