Durante el siglo XIX, Clement Vallandigham, un ex congresista, dejó la política para dedicarse a la abogacía en Ohio, su estado. Uno de sus cliente-,, Thomas McGehan, había sido acusado de asesinato pero McGehan aseguraba que era inocente. De hecho, afirmaba que nunca había disparado el revólver
El abogado pensaba que tenía una buena explicación de lo que había sucedido Creía que la víctima se había disparado su propio revólver por accidente.
La víspera del juicio Vallandigham se reunió con sus socios en la habitación del hotel y les contó la estrategia que iba a usar durante el juicio. Tomó un revólver descargado de encima de una cómoda y apuntando a su pecho, tiró del gatillo. Por desgracia había habido dos revólveres en el estante y había tomado el equivocado, el que estaba cargado.
—¡Me he disparado! —gritó atónito mientras caía al suelo. Pocas horas despues murió.
Vallandigham creía sinceramente que el revólver que había tomado no era peliqroso. Pero por mucha sinceridad que hubiera, era imposible cambiar el daño causado por la bala.
Cuando se les advierte de los peligros de la música inmoral, de los programas de televisión y de las películas, algunos jóvenes quieren racionalizar sus malas elecciones diciendo: «me gusta la música, no escucho las palabras». «¿Sexo y violencia? Se trata solo de una película. Ya soy lo bastante mayor para entenderlo». Pero al igual que e| abogado, por más que nosotros creamos que tenemos razón, no la tenemos.
Todo lo que entra a través de nuestros sentidos nos cambia para mejor o para peor. Asegúrate de que lo que ves y escuchas edifica tu carácter en lugar de destruirlo.
Tomado de la Matutina El viaje Increíble.
No hay comentarios:
Publicar un comentario