miércoles, 15 de julio de 2009

CONSEJOS PARA LA ADORACIÓN

Todo lo que respira alabe a Jehová. Aleluya. Salmo 150:6

El que lleva el número 150 constituye una magnífica conclusión de todo el libro de los Salmos. Es un llamamiento a la adoración tan poético y vibrante que no tiene parangón en toda la literatura. Cada versículo es una invitación a la alabanza, instruyéndonos dónde, por qué, cómo y por quién debe expresarse la alabanza a Dios.
Primero: Si preguntamos en qué lugar se debe adorar, la respuesta es: en su santuario y en los cielos: «Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento». Según esta afirmación, el cielo y la tierra se unen; ángeles celestiales y seres humanos terrenales unen sus voces para cantar y alabar al Creador.
Segundo: A la pregunta «¿Por qué debemos adorar? ¿Por qué alabamos a Dios?», el salmista responde: «Por sus proezas». Los poderosos actos de Dios despiertan en el corazón del creyente una alabanza llena de gozo. Los poderosos actos son su bondad al crearnos y redimirnos. No es posible la pasividad, la indiferencia o el silencio en el cristiano frente a las obras maravillosas de nuestro gran Dios.
El mensaje es: No te quedes callado. Abre los labios; alaba al Señor. ¿Imaginas cómo es la suprema alabanza de los ángeles y los seres que nunca cayeron? ¿Te imaginas cómo serían nuestros cultos si todos cantáramos, como dice Pablo, «con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales» (Col. 3:16)?
Tercero: El salmista nos enseña que, cuando adoramos al Señor, deben tocarse todos los instrumentos concebibles. Los hijos de Dios deben traer a su casa todo instrumento y talento que posean. Deben consagrar todo talento a la alabanza al Creador, junto con los ángeles, por sus poderosas obras y sus continuos milagros en nuestro favor. ¿Sabes tocar algún instrumento? ¿Lo usas para embellecer la alabanza a Aquel que pagó el precio de tu salvación?
Cuarto: Si preguntamos quién debe adorar, la respuesta es: «Todo lo que respira alabe a Jehová». Esta declaración indica que todo ser viviente, según su capacidad, incluso solo con su existencia, es una alabanza para el Creador. El salmista tiene en mente fundamentalmente a la especie humana cuando habla así.
Piensa hoy en el privilegio que Dios nos concede de alabarlo. No solo es un privilegio, sino un deber. Únete a la alabanza en el culto público. Únete al coro, a los instrumentos. Transpórtate más allá. Únete a los ángeles y a toda la hueste celestial en alabanza al Creador.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos

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