Todo lo que respira alabe a Jehová. Aleluya. Salmo 150:6
El que lleva el número 150 constituye una magnífica conclusión de todo el libro de los Salmos. Es un llamamiento a la adoración tan poético y vibrante que no tiene parangón en toda la literatura. Cada versículo es una invitación a la alabanza, instruyéndonos dónde, por qué, cómo y por quién debe expresarse la alabanza a Dios.
Primero: Si preguntamos en qué lugar se debe adorar, la respuesta es: en su santuario y en los cielos: «Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento». Según esta afirmación, el cielo y la tierra se unen; ángeles celestiales y seres humanos terrenales unen sus voces para cantar y alabar al Creador.
Segundo: A la pregunta «¿Por qué debemos adorar? ¿Por qué alabamos a Dios?», el salmista responde: «Por sus proezas». Los poderosos actos de Dios despiertan en el corazón del creyente una alabanza llena de gozo. Los poderosos actos son su bondad al crearnos y redimirnos. No es posible la pasividad, la indiferencia o el silencio en el cristiano frente a las obras maravillosas de nuestro gran Dios.
El mensaje es: No te quedes callado. Abre los labios; alaba al Señor. ¿Imaginas cómo es la suprema alabanza de los ángeles y los seres que nunca cayeron? ¿Te imaginas cómo serían nuestros cultos si todos cantáramos, como dice Pablo, «con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales» (Col. 3:16)?
Tercero: El salmista nos enseña que, cuando adoramos al Señor, deben tocarse todos los instrumentos concebibles. Los hijos de Dios deben traer a su casa todo instrumento y talento que posean. Deben consagrar todo talento a la alabanza al Creador, junto con los ángeles, por sus poderosas obras y sus continuos milagros en nuestro favor. ¿Sabes tocar algún instrumento? ¿Lo usas para embellecer la alabanza a Aquel que pagó el precio de tu salvación?
Cuarto: Si preguntamos quién debe adorar, la respuesta es: «Todo lo que respira alabe a Jehová». Esta declaración indica que todo ser viviente, según su capacidad, incluso solo con su existencia, es una alabanza para el Creador. El salmista tiene en mente fundamentalmente a la especie humana cuando habla así.
Piensa hoy en el privilegio que Dios nos concede de alabarlo. No solo es un privilegio, sino un deber. Únete a la alabanza en el culto público. Únete al coro, a los instrumentos. Transpórtate más allá. Únete a los ángeles y a toda la hueste celestial en alabanza al Creador.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos
El que lleva el número 150 constituye una magnífica conclusión de todo el libro de los Salmos. Es un llamamiento a la adoración tan poético y vibrante que no tiene parangón en toda la literatura. Cada versículo es una invitación a la alabanza, instruyéndonos dónde, por qué, cómo y por quién debe expresarse la alabanza a Dios.
Primero: Si preguntamos en qué lugar se debe adorar, la respuesta es: en su santuario y en los cielos: «Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento». Según esta afirmación, el cielo y la tierra se unen; ángeles celestiales y seres humanos terrenales unen sus voces para cantar y alabar al Creador.
Segundo: A la pregunta «¿Por qué debemos adorar? ¿Por qué alabamos a Dios?», el salmista responde: «Por sus proezas». Los poderosos actos de Dios despiertan en el corazón del creyente una alabanza llena de gozo. Los poderosos actos son su bondad al crearnos y redimirnos. No es posible la pasividad, la indiferencia o el silencio en el cristiano frente a las obras maravillosas de nuestro gran Dios.
El mensaje es: No te quedes callado. Abre los labios; alaba al Señor. ¿Imaginas cómo es la suprema alabanza de los ángeles y los seres que nunca cayeron? ¿Te imaginas cómo serían nuestros cultos si todos cantáramos, como dice Pablo, «con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales» (Col. 3:16)?
Tercero: El salmista nos enseña que, cuando adoramos al Señor, deben tocarse todos los instrumentos concebibles. Los hijos de Dios deben traer a su casa todo instrumento y talento que posean. Deben consagrar todo talento a la alabanza al Creador, junto con los ángeles, por sus poderosas obras y sus continuos milagros en nuestro favor. ¿Sabes tocar algún instrumento? ¿Lo usas para embellecer la alabanza a Aquel que pagó el precio de tu salvación?
Cuarto: Si preguntamos quién debe adorar, la respuesta es: «Todo lo que respira alabe a Jehová». Esta declaración indica que todo ser viviente, según su capacidad, incluso solo con su existencia, es una alabanza para el Creador. El salmista tiene en mente fundamentalmente a la especie humana cuando habla así.
Piensa hoy en el privilegio que Dios nos concede de alabarlo. No solo es un privilegio, sino un deber. Únete a la alabanza en el culto público. Únete al coro, a los instrumentos. Transpórtate más allá. Únete a los ángeles y a toda la hueste celestial en alabanza al Creador.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos
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