Que se haga conforme a la fe que ustedes tienen. Mateo 9: 29
La única posesión de valor que tenía Jai Ram era un búfalo de agua. Lo ayudaba a ganarse un pequeño sueldo. Cuando Jai Ram cayó enfermo de malaria, pidió a los jóvenes de la aldea que alimentasen a su búfalo. Pero los jóvenes cometieron un grave error. Le dieron de comer unas calabazas venenosas. Cuando el búfalo se echó en el suelo y murió, lo jóvenes, presa del pánico, corrieron a ver a Jai Ram. Los aldeanos escucharon la conmoción y acudieron de todas partes para ver que sucedía. Cuando vieron al búfalo. Se miraron unos a otros con expresión de ya-te-la decía. Sabían por qué había muerto el búfalo. Jai Ram era castigado por despreciar a los dioses hindúes. Jai Ram introdujo la mano en el cuello del búfalo y sacó pedazos de calabaza venenosa. Masajeó su vientre hinchado como un balón. No sirvió de nada. Corrió a la escuela y le contó al maestro Singh lo que había sucedido.
—Hay que ungirlo con aceite para que Dios pueda devolverle la vida al búfalo. El maestro intentó disuadirlo.
—Jai Ram, no ungimos a los animales.
—Es que les he dicho a todos que Dios puede devolverme el búfalo —protestó Jai Ram,
El maestro y los 24 alumnos de la escuela siguieron a Jai Ram a donde yacía el búfalo. El maestro Singh oró mientras Jai Ram y los niños ponían las manos sobre el animal muerto. Nada sucedió. Jai Ram oró. Pidió a Dios que obrara un milagro. Acabó diciendo: «Gracias, Jesús. Gracias, Jesús. Gracias, Jesús. Amén». En el momento en que Jai Ram terminó la oración, el búfalo abrió los ojos y se levantó. Los jóvenes salieron disparados en todas direcciones a la vez que el búfalo trotaba hacia un campo de maíz. El búfalo de Jai Ram vivió muchos años como prueba de que todavía suceden milagros si las personas ponen su fe en el Dios que ve, escucha y responde.
Tomado de la Matutina el viaje Increible.
La única posesión de valor que tenía Jai Ram era un búfalo de agua. Lo ayudaba a ganarse un pequeño sueldo. Cuando Jai Ram cayó enfermo de malaria, pidió a los jóvenes de la aldea que alimentasen a su búfalo. Pero los jóvenes cometieron un grave error. Le dieron de comer unas calabazas venenosas. Cuando el búfalo se echó en el suelo y murió, lo jóvenes, presa del pánico, corrieron a ver a Jai Ram. Los aldeanos escucharon la conmoción y acudieron de todas partes para ver que sucedía. Cuando vieron al búfalo. Se miraron unos a otros con expresión de ya-te-la decía. Sabían por qué había muerto el búfalo. Jai Ram era castigado por despreciar a los dioses hindúes. Jai Ram introdujo la mano en el cuello del búfalo y sacó pedazos de calabaza venenosa. Masajeó su vientre hinchado como un balón. No sirvió de nada. Corrió a la escuela y le contó al maestro Singh lo que había sucedido.
—Hay que ungirlo con aceite para que Dios pueda devolverle la vida al búfalo. El maestro intentó disuadirlo.
—Jai Ram, no ungimos a los animales.
—Es que les he dicho a todos que Dios puede devolverme el búfalo —protestó Jai Ram,
El maestro y los 24 alumnos de la escuela siguieron a Jai Ram a donde yacía el búfalo. El maestro Singh oró mientras Jai Ram y los niños ponían las manos sobre el animal muerto. Nada sucedió. Jai Ram oró. Pidió a Dios que obrara un milagro. Acabó diciendo: «Gracias, Jesús. Gracias, Jesús. Gracias, Jesús. Amén». En el momento en que Jai Ram terminó la oración, el búfalo abrió los ojos y se levantó. Los jóvenes salieron disparados en todas direcciones a la vez que el búfalo trotaba hacia un campo de maíz. El búfalo de Jai Ram vivió muchos años como prueba de que todavía suceden milagros si las personas ponen su fe en el Dios que ve, escucha y responde.
Tomado de la Matutina el viaje Increible.
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