viernes, 3 de julio de 2009

OBEDECER ÓRDENES

Tú has ordenado que tus preceptos se cumplan estrictamente. Salmo 119:4

Tina, una elefanta del Zoológico de Central Park, estaba muy unida al cuidador Robert Brockeli. Aunque había otros cuidadores en el zoológico, Tina le era fiel. Cuando a Robert le diagnosticaron un cáncer, dejó de trabajar. Y eso fue un problema. Tina no quería obedecer a nadie más. Así que cuando se le ordenaba que se fuera al establo, no lo hacía. A medida que hacía más frío, el personal del zoológico se preocupaba cada vez más por Tina. El nuevo cuidador intentó forzarla a entrar y Tina se rebeló golpeándolo. Alguien tuvo una idea. Si Tina escuchase la voz de Robert, quizá cooperaría. Por eso, un empleado del zoológico fue al hospital y grabó a Robert en una cinta magnetofónica diciéndole que entrara. Reprodujeron la cinta delante de ella. Pero no obedeció. A causa de su preocupación por su amiga la elefanta, Robert fue en ambulancia al zoológico. Lo llevaron en una camilla junto a Tina y dijo: «Tina, entra en el establo». Tina obedeció. La devoción de tina por su cuidador hizo que fuera sorda a cualquier otra voz que quisiese captar la atención. Durante los cuarenta años que vagaron por el desierto, los israelitas jamás aprendieron la lección de la devoción. Escuchaban las críticas de los que pensaban que podían ser mejores líderes que Moisés. Escuchaban a los quejicas que menoscababan todo cuanto Dios hacía por ellos. Escuchaban a las naciones paganas que los rodeaban y los introducían en el culto a los ídolos. ¿A quién escuchas? ¿Escuchas el ruido del mundo o te has entregado tanto a Dios que solo escuchas su voz?

Tomado de la Matutina El viaje increíble.

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