Él envía la lluvia a la tierra, y con ella riega los campos. Job 5: 10
El viernes por la noche, antes de la ceremonia bautismal, en la aldea de Jai Ram se celebraron unas vísperas especiales. Todos los candidatos al bautismo se reunieron con el pastor Simpson. Repasó los votos que iban a pronunciar y se aseguró de que todos comprendían qué significaba dar sus corazones a Jesús. Al final de la reunión, Jai Ram habló a los demás del deseo del joven por ser bautizado. —Pero el terrateniente no quiere excusarlo del trabajo en sábado. Dice que necesita que lleve el agua a los campos. Le pregunté: «¿Qué pasaría si Dios trajese mucha lluvia? ¿Estaría de acuerdo en permitir que el chico guarde el sábado?» Dijo que sí. Así que tenemos que orar. Y eso hicieron. Cuando era la hora de irse, Jai Ram, el maestro Singh y el pastor Simpson acompañaron al joven a su casa. Al llegar a su destino, los cuatro se volvieron a arrodillar y Jai Ram pidió a Dios que enviara un gran chaparrón para que el terrateniente supiera que el Dios del Cielo es el verdadero Dios. Terminó su oración diciendo: «Gracias, Jesús, Gracias, Jesús. Gracias, Jesús. Amén». Los hombres regresaron a su aldea y se retiraron para descansar. A las cinco de la madrugada siguiente el cielo se volvió negro. Rugieron los truenos, los rayos traspasaron la oscuridad y empezó a caer una lluvia torrencial. Una vez más Dios había respondido las humildes y sencillas oraciones de su siervo Jai Ram. Lo que hizo que la lluvia fuese aún más espectacular es que la tormenta quedó reducida a un área de tan solo seis kilómetros cuadrados y medio. La lluvia solo cayó sobre los campos del terrateniente, la aldea de Jai Ram y las propiedades vecinas. La tormenta fue tan localizada que una persona podía poner un pie en el barro y otro en polvo seco. Después de cuatro horas, la lluvia cesó y salió el sol. El joven sirviente se bautizó e mismo día y jamás tuvo que volver a preocuparse por trabajar en sábado. Mañana seguiremos hablando de Jai Ram y su testimonio en la India.
Tomado de la Matutina El Viaje Increible.
El viernes por la noche, antes de la ceremonia bautismal, en la aldea de Jai Ram se celebraron unas vísperas especiales. Todos los candidatos al bautismo se reunieron con el pastor Simpson. Repasó los votos que iban a pronunciar y se aseguró de que todos comprendían qué significaba dar sus corazones a Jesús. Al final de la reunión, Jai Ram habló a los demás del deseo del joven por ser bautizado. —Pero el terrateniente no quiere excusarlo del trabajo en sábado. Dice que necesita que lleve el agua a los campos. Le pregunté: «¿Qué pasaría si Dios trajese mucha lluvia? ¿Estaría de acuerdo en permitir que el chico guarde el sábado?» Dijo que sí. Así que tenemos que orar. Y eso hicieron. Cuando era la hora de irse, Jai Ram, el maestro Singh y el pastor Simpson acompañaron al joven a su casa. Al llegar a su destino, los cuatro se volvieron a arrodillar y Jai Ram pidió a Dios que enviara un gran chaparrón para que el terrateniente supiera que el Dios del Cielo es el verdadero Dios. Terminó su oración diciendo: «Gracias, Jesús, Gracias, Jesús. Gracias, Jesús. Amén». Los hombres regresaron a su aldea y se retiraron para descansar. A las cinco de la madrugada siguiente el cielo se volvió negro. Rugieron los truenos, los rayos traspasaron la oscuridad y empezó a caer una lluvia torrencial. Una vez más Dios había respondido las humildes y sencillas oraciones de su siervo Jai Ram. Lo que hizo que la lluvia fuese aún más espectacular es que la tormenta quedó reducida a un área de tan solo seis kilómetros cuadrados y medio. La lluvia solo cayó sobre los campos del terrateniente, la aldea de Jai Ram y las propiedades vecinas. La tormenta fue tan localizada que una persona podía poner un pie en el barro y otro en polvo seco. Después de cuatro horas, la lluvia cesó y salió el sol. El joven sirviente se bautizó e mismo día y jamás tuvo que volver a preocuparse por trabajar en sábado. Mañana seguiremos hablando de Jai Ram y su testimonio en la India.
Tomado de la Matutina El Viaje Increible.
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