La muerte, el sepulcro y la codicia del hombre jamás quedan satisfechos.proverbios 27: 20
Paholk vio que el sol todavía estaba muy arriba en el cielo. Sabía que debería empezar a dirigirse al punto de partida. Pero detestaba regresar tan pronto. —Avanzaré un poco más y subirá a esa pequeña colina —se dijo. Pero, tan pronto como alcanzó ese punto, vio un hermosísimo arroyo a unos cien pisos más allá. No podía dejarlo fuera. Por eso avanzó un poco más para añadirlo a su reclamación. Tomó la cantimplora y echó atrás la cabeza para beber otra vez. Pero se había quedado sin agua. No había planeado que fuese a hacer tanto calor. -Debo regresar—dijo—.Tendré que conformarme con lo que ya tengo. Pero cuando iba a regresar, se desvió a la derecha y clavó otra estaca junto a un espeso bosque que le daría muchos troncos para la nueva casa que se iba a construir. Comprobó la posición del sol. El pánico se apoderó de él. El sol estaba a punto de ponerse y le quedaba mucho camino por recorrer antes de que se agotara el plazo. Arrojó el hacha y el resto de las estacas y apretó el paso. Estaba cansado. Ojalá no se hubiese fijado en el arroyo y el bosque. Si no se daba prisa, lo perdería todo. A grandes zancadas, Paholk corrió de regreso. Los aldeanos lo vitorearon. Con su último aliento, se arrojó a la línea de llegada y cayó en el suelo. Muerto. La historia acaba con esta frase: «Cavaron una tumba que media solo dos metros de largo desde la cabeza a los talones. Así pues, ¿cuánta tierra necesita un hombre?» La avaricia es esclavizadora. Nos impide conformarnos con lo que tenemos y nos obliga a hacer cosas que normalmente no haríamos. Nunca está satisfecha. No pienses en las cosas como la respuesta a la felicidad. Encuentra placer en la amistad con Jesús y, tengas mucho o poco, serás feliz.T
omado de la Matutina El Viaje Increíble.
Paholk vio que el sol todavía estaba muy arriba en el cielo. Sabía que debería empezar a dirigirse al punto de partida. Pero detestaba regresar tan pronto. —Avanzaré un poco más y subirá a esa pequeña colina —se dijo. Pero, tan pronto como alcanzó ese punto, vio un hermosísimo arroyo a unos cien pisos más allá. No podía dejarlo fuera. Por eso avanzó un poco más para añadirlo a su reclamación. Tomó la cantimplora y echó atrás la cabeza para beber otra vez. Pero se había quedado sin agua. No había planeado que fuese a hacer tanto calor. -Debo regresar—dijo—.Tendré que conformarme con lo que ya tengo. Pero cuando iba a regresar, se desvió a la derecha y clavó otra estaca junto a un espeso bosque que le daría muchos troncos para la nueva casa que se iba a construir. Comprobó la posición del sol. El pánico se apoderó de él. El sol estaba a punto de ponerse y le quedaba mucho camino por recorrer antes de que se agotara el plazo. Arrojó el hacha y el resto de las estacas y apretó el paso. Estaba cansado. Ojalá no se hubiese fijado en el arroyo y el bosque. Si no se daba prisa, lo perdería todo. A grandes zancadas, Paholk corrió de regreso. Los aldeanos lo vitorearon. Con su último aliento, se arrojó a la línea de llegada y cayó en el suelo. Muerto. La historia acaba con esta frase: «Cavaron una tumba que media solo dos metros de largo desde la cabeza a los talones. Así pues, ¿cuánta tierra necesita un hombre?» La avaricia es esclavizadora. Nos impide conformarnos con lo que tenemos y nos obliga a hacer cosas que normalmente no haríamos. Nunca está satisfecha. No pienses en las cosas como la respuesta a la felicidad. Encuentra placer en la amistad con Jesús y, tengas mucho o poco, serás feliz.T
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