No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo.1 Juan 2: 15
Yo crecí en un hogar cristiano. Cada sábado iba a la iglesia y asistía a una escuela sabática con dos clases. El verano antes del séptimo curso decidí que ya era hora de ver un poco de mundo. Quería decir adiós a mi aburrida y pequeña escuela y dar la bienvenida al gran instituto. Leí montones de historias sobre institutos. Por supuesto, no eran reales, pero estaba convencida de que el instituto público sería mucho más emocionante que la escuela de Iqlesia. Había fiestas, montones de nuevos amigos, un almuerzo caliente cada día y un viaje en autobús hacia la escuela y de vuelta a casa. Inmediatamente empecé a conquistar a mis papas. —Piensen en el dinero que se ahorraría si yo fuese a un instituto público. ¡Es gratis! Y tampoco tendrían que llevarme. Podría tomar el autobús. Por favor, déjenme ir. No sé cómo lo hice, pero los convencí para que me matriculasen en Lakeshore Jr. High. El primer día de clase, llegué a la parada antes que nadie. Por primera vez en la vida no tendría que pelearme con mi hermana por quién iría en el asiento de delante del automóvil. Iría a clase en autobús, como los niños normales. Pero para cuando el autobús me dejó en el instituto, ya me había dado cuenta de que los autobuses escolares son ruidosos e incómodos. A partir de ese momento, el día fue de mal en peor. Los compañeros de clase no me hicieron ningún caso. A la hora del almuerzo me senté sola y miré la loncha de jamón que tenía en el plato. Esas magníficas historias que había leído sobre los institutos eran, definitivamente, una ficción. Satanás, valiéndose de engaños, me había alejado de la influencia cristiana de mi pequeña escuela de iglesia. Pero, por suerte, mis papas me permitieron volver un mes más tarde, Aprendí de primera mano que al otro lado de la valla la hierba no es más verde. Estar dónde Dios quiere que estés es el mejor lugar.
Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.
Yo crecí en un hogar cristiano. Cada sábado iba a la iglesia y asistía a una escuela sabática con dos clases. El verano antes del séptimo curso decidí que ya era hora de ver un poco de mundo. Quería decir adiós a mi aburrida y pequeña escuela y dar la bienvenida al gran instituto. Leí montones de historias sobre institutos. Por supuesto, no eran reales, pero estaba convencida de que el instituto público sería mucho más emocionante que la escuela de Iqlesia. Había fiestas, montones de nuevos amigos, un almuerzo caliente cada día y un viaje en autobús hacia la escuela y de vuelta a casa. Inmediatamente empecé a conquistar a mis papas. —Piensen en el dinero que se ahorraría si yo fuese a un instituto público. ¡Es gratis! Y tampoco tendrían que llevarme. Podría tomar el autobús. Por favor, déjenme ir. No sé cómo lo hice, pero los convencí para que me matriculasen en Lakeshore Jr. High. El primer día de clase, llegué a la parada antes que nadie. Por primera vez en la vida no tendría que pelearme con mi hermana por quién iría en el asiento de delante del automóvil. Iría a clase en autobús, como los niños normales. Pero para cuando el autobús me dejó en el instituto, ya me había dado cuenta de que los autobuses escolares son ruidosos e incómodos. A partir de ese momento, el día fue de mal en peor. Los compañeros de clase no me hicieron ningún caso. A la hora del almuerzo me senté sola y miré la loncha de jamón que tenía en el plato. Esas magníficas historias que había leído sobre los institutos eran, definitivamente, una ficción. Satanás, valiéndose de engaños, me había alejado de la influencia cristiana de mi pequeña escuela de iglesia. Pero, por suerte, mis papas me permitieron volver un mes más tarde, Aprendí de primera mano que al otro lado de la valla la hierba no es más verde. Estar dónde Dios quiere que estés es el mejor lugar.
Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.
No hay comentarios:
Publicar un comentario